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Sobre los noticieros y el “usted no sabe quién soy yo”

Una cosa es hacer periodismo serio, con periodistas de verdad-verdad, como dice la señora, y otra cosa es mostrar durante una edición completa un video de un gomelito amenazando con romperle la cara a un policía.

Joaquín Robles Zabala, Joaquín Robles Zabala
9 de marzo de 2015

Tuvo más importancia para los noticieros de televisión la arrogancia de un gomelito borracho que le gritaba a un policía “usted no sabe quién soy yo” mientras lo empujaba y lo amenazaba con golpearlo, que la muerte por diarrea, desnutrición y hambre de 20 niños en el Chocó, ese departamento olvidado de la geografía nacional del que solo se acuerdan los políticos para épocas de elecciones.

Y es que si hay una disciplina en la que el Chocó es campeón, esa es la pobreza extrema y el abandono en la que lo ha tenido el Estado colombiano desde su creación. Allí no hay alcantarillado, ni agua potable, ni salud, ni trabajo, ni educación para esas nuevas generaciones de jóvenes que solo parecen llegar al mundo a engrosar ese enorme cinturón de miseria que es el departamento entero. Tampoco tiene carreteras porque las que existen son en realidad trochas cubiertas de una gruesa capa de barro que se adhiere a las llantas de los carros que la transitan y a las suelas de los zapatos de aquellos que las recorren. Además, tiene el nada honroso título de contar con Paimadó, un municipio donde el 95 % de sus habitantes pasa hambre.

Qué va importarles a esas grandes empresas económicas que son los canales de televisión privados y sus rentables noticieros si unos negritos famélicos se mueren de diarrea o del fuego cruzado entre las bandas de delincuentes  que se pelean las rutas del narcotráfico. Qué va importarles que los niños beban de la misma agua del río donde las letrinas de las casas desembocan. Bogotá queda a un poco menos de 573 kilómetros de la capital chocoana, pero parece que quedara al otro lado del mundo. Y solo ha sido noticia, o por lo menos ha recibido la atención de los medios, cuando las Farc con su aparato de guerra han hecho polvo algún municipio, o los paramilitares, transformados hoy en bandas emergentes, asesinan a sus competidores por el negocio de la droga y echan sus cuerpos al río.

Por lo demás, el departamento es hoy una zona olvidada porque lo que vende en los medios de
comunicación, especialmente en los noticieros de televisión, no son las investigaciones de fondo que pongan al descubierto los entramados de corruptela que yace en cada una de las licitaciones en las que el Estado busca la construcción de un puente, una carretera o de un acueducto. No. Lo importante es el rating. Y este, como la farándula, está permeado por los escándalos. Por eso, para un noticiero de televisión es mucho más rentable dedicarle 20 minutos a un video donde un tipo malcriado, un gomelito que se cree el dueño del mundo porque nació en su cunita de oro, le grita vulgaridades a un policía y amenaza con tatuarle el puño en el rostro que mostrar la realidad de unos niños desnutridos en un pueblo sin esperanzas donde la muerte por inanición es el único pan de cada día.

Por eso es más rentable --y aquí la rentabilidad se traduce en audiencia y la audiencia en publicidad y la publicidad en dinero—saltar del escandaloso video del hijo del presidente de la Corte Suprema de Justicia, que fue sorprendido por la Policía en noviembre pasado, al parecer, teniendo sexo con su novia en la vía pública en un carro oficial asignado a su padre, al del gomelito que sumergido hasta las orejas en alcohol lanza durante casi 40 minutos la clásica perorata del complejo de superioridad clasista “usted no sabe quién soy”.

Por la misma razón, durante casi una semana, la noticia la constituyó el escandaloso episodio que colocó a la Corte Constitucional y a su presidente en el centro de uno de los hechos más bochornosos de la justicia colombiana en los últimos 25 años, según lo expresado por el exmagistrado Carlos Gaviria. Durante casi una semana completa los noticieros de televisión no dejaron de seguir y ampliar  en cada una de sus ediciones los pormenores del hecho. En la mañana declaraba el magistrado afectado, quien aseguraba que todo era un complot, que él no había recibido el dinero que decían que había recibido. A mediodía el mismo noticiero entrevistaba a otro magistrado, quien explicaba no haber votado en favor de la elección de Pretelt como presidente de esa corporación, y en la tarde el abogado del acusado afirmaba que todo se debía a que el doctor Jorge Pretelt era muy cercano al expresidente Uribe por lo que detrás de esas falsas acusaciones había un componente político.

Amén de que los canales sean privados o no, la televisión es un bien público y como tal debería ser más incluyente y, por lo tanto, democrática. No vamos a negar aquí que los canales privados tienen sus intereses particulares, que hacen parte, por lo general, de grandes conglomerados económicos, que la inversión de cientos de millones de dólares debe representar ganancias por un valor superior a lo invertido. Eso no lo vamos a negar. Pero tampoco vamos a negar que una cosas es hacer periodismo serio [periodismo con periodistas de verdad-verdad, como dice una señora de la televisión] y otra cosa muy distinta es hacer una periodismo farandulero que lo que busca es ganar rating aunque sea mostrando durante una edición completa un video de un chico profundamente superficial que amenaza con romperle la cara de un puñetazo a un policía y mover sus influencias para enviarlo a vivir al Chocó.

Eso no es serio, ni tampoco es periodismo de verdad-verdad. Si lo que se quiere es ganar audiencia, no se necesita invertir tantos millones de dólares para hacer un noticiero. Solo se necesita hacer un programa de chistes, otro de videos escandalosos y uno, por supuesto, de noticias light, y tendrán automáticamente de regreso el dinero invertido.

En Twitter: @joarza
E-mail: robleszabala@gmail.com
*Docente universitario.

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