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SOLO 11 MESES

Semana
20 de octubre de 1997

A propósito de la situación que vive Colombia, siempre he creído que todas las inquietudes se justifican, pero no el pesimismo suicida; el de "estamos en la olla y no hay nada que hacer". Claro que todo anda mal. Todo, porque a la cabeza del gobierno hay un hombre hábil, hábil pero débil, inteligente pero sin capacidad para adelantar políticas a largo plazo. No es unestadista. Carece de principios rectores. Es un político de manejos inmediatistas, de coartadas, de astucias, de vivezas, de chistes, de propuestas efectistas. Su real objetivo es el de mantenerse en el poder hasta el 7 de agosto de 1998, de la misma manera que un equilibrista sólo aspira a cruzar precariamente la cuerda floja, con sus cinco sentidos puestos en cada paso, y a lanzar un 'uff' de alivio al llegar al otro lado. Naturalmente que ser gobernado por un personaje de esta naturaleza es un poco alarmante para un país que necesita otra cosa: un líder.Pero ello no justifica un pesimismo negro. Todo acabará en 11 meses. Y acabará porque no es nada seguro que después de Samper tengamos, fatal e inevitablemente, a Horacio Serpa. Cierto: Serpa hace esfuerzos desesperados por explicarnos que su gobierno sería distinto; en nada continuista. Y creo que hay un elemento de sinceridad en este empeño suyo de tomar distancias. Pero no podría evitar, pese a ello, que su gobierno resultara una prolongación del actual, porque lo acompañarían en esta aventura los mismos Names, los mismos Guerra Tulena, los mismos D'Artagnanes, los mismos comisionados de paz, las mismas concepciones políticas e ideológicas de Samper y tal vez una polarización igualmente álgida, aunque para entonces se hubiese desvanecido la sombra aviesa del proceso 8.000. Habría, pues, muchos ingredientes para establecer una perfecta clonación entre los dos gobiernos. Y eso nunca se ha visto en la historia de Colombia. Tampoco se ha visto que políticos clientelistas, aun con todo el dinero y las cuotas del poder en sus manos, puedan ser el único soporte real de un candidato, contra la voluntad del resto de la Nación. Dictaduras y hegemonías de partido _liberales y conservadoras_ hemos tenido, a veces apoyadas en el fraude, a veces en la violencia. Pero nunca un presidente asediado ha podido imponer su sucesor cuando toda la opinión pública, plural y vasta, desea con urgencia un gobierno muy distinto. Fue en Washington, la semana pasada, asistiendo al homenaje que le hacía el ex presidente Gaviria a Gabo, donde tuve la impresión meridiana de esta realidad. Me apresuro a tranquilizar a D'Artagnan: no hubo allí complot; se oyó música vallenata pero, a pesar de La gota fría, no hubo alusiones críticas al gobierno. El ex presidente Gaviria fue un anfitrión amable y hermético. Había, inclusive, un ministro de Samper muy apreciado por todos: Ramiro Osorio. Allí estaba, pues, lo más representativo de la clase dirigente del país: ex presidentes, empresarios, intelectuales, directores de medios, personalidades políticas, bonitas mujeres y, desde luego, como figura central, nuestro Nobel. Observándolos, uno sabía que políticamente tienen diversas apuestas, pero un común denominador: ninguno quiere más de lo mismo. No son colombianos suicidas. Tal vez aquello era un reflejo de lo que sucede en el país. Serpa, para ser justos, podría no ser un buen presidente, pero sí buen candidato. Sólo que ni su verbo fogoso, ni su habilidad, ni sus bigotes, ni sus camisas sudadas en el sol de las plazas, ni el ron y las papayeras de los caciques, ni los puestos, ni los auxilios logran aliviarlo de ese lastre paquidérmico: su fidelidad, humanamente meritoria, al presidente Samper. Y por ello, aunque parezca increíble, ni siquiera es seguro que gane la consulta liberal. Juan Manuel Santos lo sabe. Yo pensaba que su participación en la consulta era una apuesta temeraria. Pero luego de oír sus explicaciones, estoy de acuerdo: él mismo tiene buenas opciones. En primer término, porque tendría el voto de muchos anticontinuistas, inclusive conservadores, aunque después, en la primera vuelta, sus simpatías se dirijan a otro candidato. Esto se palpa en el ambiente. Y luego, 'manzanillando', como él mismo lo dice con humor, Juan Manuel tiene también el apoyo de parte de poderosos jefes regionales como Víctor Renán Barco, Fuad Char, Luis Guillermo Vélez y otros. Si a esto se le ponen números, el juego está por lo menos parejo. Parece el todo o nada del buen jugador de póker, y Santos lo es. Si pierde, acatará el triunfo de Serpa sin que esto signifique secundarlo o apoyarlo. Sus electores quedarían en libertad de votar por quien deseen. El propio Serpa _lo ha dicho_ no va a exigirle un matrimonio de conveniencias a quien sostiene políticas muy distintas a las suyas. ¿Por qué entonces ceder al pesimismo? Abierta la campaña, el amplio abanico de candidatos sueltos por el país va a crear un clima popular favorable al cambio; allí estará el voto mayoritario. No hay aplanadora oficial que pueda frenarlo. Cito siempre dos ejemplos útiles: el de Alan García y el de Daniel Ortega. Pese a toda la maquinaria que pusieron al servicio de sus respectivos candidatos, su empeño de asegurarse un sucesor fue derrotado. Así que tranquilos: aquí, en Colombia, ocurrirá lo mismo.

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