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¿Son de izquierda los comisarios comunistas?

Semana
13 de enero de 2006

Uno de los mejores aportes del castellano colombiano al idioma español es la palabra mamerto. Surgió, según cuentan, en la década de los 70 del siglo pasado, cuando en el Comité Central de Partido Comunista había un montón de dirigentes que tenían nombres terminados en "erto": Gilberto, Humberto, Roberto, Alberto..., en fin, los mamertos, como los puso Jorge Child y como acabó nombrando todo el mundo a los comunistas que recitaban las palabras de Marx como si estas fueran los dogmas de un catecismo laico. Los mamertos aprobaban la censura al estilo Breznhev, cerraban los ojos ante las atrocidades maoístas o les parecía (¿y les parece ) bueno el periodismo hecho a la manera de Granma. Cuando uno lee a los escritores que vivieron bajo el régimen soviético, o cuando conversa con poetas chinos que fueron reeducados durante la "Revolución Cultural", o con artistas húngaros que no podían exponer en la Budapest de los años 70, o con escritores cubanos de hoy -en La Habana o en el exilio-, es muy interesante e instructivo oír que para ellos los conservadores eran o siguen siendo los comunistas en el poder. Ellos han probado, o siguen probando, lo que significa tener a los mamertos en el gobierno: la opresión absoluta del Estado. En las "dictaduras del proletariado", la opresión no es distinta a la que se padeció o se padece en las sociedades totalitarias de derecha. Alguna vez Andrés Hoyos llamó "mamerto de derecha" a Plinio Apuleyo Mendoza. Yo creo, o al menos quisiera creer, que los mamertos no han sido jamás de izquierda. O, dicho de otra forma: el mamertismo es la enfermedad totalitaria de la izquierda. Así como en nombre del cristianismo se cometieron atrocidades como la destrucción de todas las religiones de la América aborigen, y el exterminio sangriento de sus sacerdotes, también en nombre de la izquierda se han cometido y se cometen horrores totalitarios. El hecho de que Bush cometa crímenes a gran escala en varias partes del mundo no debe cerrarnos los ojos sobre los horrores en menor escala que se producen, digamos, en Corea del Norte o en Cuba. Apoyar a Bush es tan vergonzoso como apoyar a Castro, y no reconocer la abominación de los Gulag soviéticos se parece mucho a la negación del holocausto por parte de los neonazis. Tal vez por estas confusiones históricas resulta tan difícil darle una definición actualizada a lo que son realmente la izquierda y la derecha en el mundo actual, y tal vez por esto mismo "los huérfanos de la izquierda", como los bautizó Nicolás Morales en un artículo memorable, prefieran declararse escépticos, o nada, antes de mezclarse con el caldo podrido de la izquierda mamerta. Mientras las definiciones de izquierda y derecha estén contaminadas con los apoyos políticos a regímenes y gobiernos existentes, no vamos a entendernos. Si apoyar a Castro y a Chávez es de izquierda, y apoyar a Bush y al gobierno de Arabia Saudí es de derecha, entonces no estamos refiriéndonos a una especie de talante para ver el mundo, sino a dos tipos simétricos de dogmatismo y de ceguera ideológica. Carlos Lozano, director del periódico Voz (el típico mamerto de un periódico mamerto), en carta a esta revista, afirma que mi definición de la izquierda es superficial e idealista. Se mete además en la discusión bizantina de qué fue antes, si el huevo o la gallina (la derecha que mata o la guerrilla que secuestra), como esos niños que no reconocen que descalabraron a su compañero, sino que acusan al otro de haber empezado la pelea. La discusión no es esa. Supongamos que la derecha haya empezado la pelea; eso no le da derecho a la guerrilla de secuestrar y matar a miles de personas inocentes. Y eso es lo que los mamertos se niegan a reconocer y a condenar. De hecho, Lozano, en su carta, dice que apoya "la negociación y el cambio democrático", pero no condena los métodos de la guerrilla. Y vaya uno a saber lo que para él significa "democrático". A lo mejor es lo mismo que significaba en la república "democrática" alemana: represión, censura, cárcel para la disidencia, muros y alambrados. Mientras la izquierda y la derecha en Colombia no sean capaces de condenar la violencia guerrillera y el horror paramilitar como dos abominaciones simétricas y condenables por igual, el país seguirá hundido en el desangre despiadado en que vivimos. Si por izquierda y derecha entendemos cuál es el grupo que tiene derecho a matar y cuál no, entonces sería mejor reconocer que no existen ni izquierda ni derecha, sino que ambas tendencias son horrendas por igual. n

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