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‘Tirofijo’, en directo

Marlon Madrid-Cárdenas afirma que es una buena decisión que la verdad aparezca en ese tubo electrónico que ha nutrido nuestros nervios con sus novelas y realities.

Semana
17 de febrero de 2007

En los próximos días Colombia comenzará a vivir un nuevo capítulo en su historia de paz y de guerras. Suráfrica y Uganda lo vivieron con saldos positivos; Colombia apenas se apresta.

Gobierno, Fiscalía y Corte Suprema han decidido, a fuerza de presión periodística y social, que las declaraciones ante la justicia de los paramilitares acogidos a la Ley de Justicia y Paz puedan ser trasmitidas a través de los medios de comunicación institucionales y privados.

Es una buena decisión que la verdad aparezca en ese tubo electrónico que ha nutrido nuestros nervios con sus novelas y realities. No obstante, qué podrían significar estas trasmisiones para la reconciliación que urge y para el conflicto que carcome.

La reconciliación alude a la cicatrización de las heridas dejadas por el conflicto. E implica una nueva relación entre víctimas y victimarios donde el arrepentimiento y el perdón juegan un papel importante. Pero la reconciliación requiere de campañas pedagógicas, de una preparación previa a la ciudadanía respecto del nuevo tipo de sociedad que se desea construir. Y, sobre todo, rinde frutos en una sociedad que ha dejado de encontrarle sentido a la guerra.

El problema es que en Colombia no ha pasado ni lo uno ni lo otro. Dos años después de aprobada la Ley de Justicia y Paz no se ha efectuado ninguna campaña institucional para informar a la ciudadanía de la ruta y del horizonte concreto que se quiere con ella.

De un momento a otro los ciudadanos encuadrarán sus ojos viendo en la televisión a ex cabecillas paramilitares narrar sin parar sus listados de crímenes, pero sin que se sepa cuál es el sentido ético de eso más allá del folclorismo cotidiano, la vergüenza pública del victimario o el amarillismo de algunos medios. La imagen por sí sola no educa. Y así, a la machota, puede no ayudar lo suficiente a garantizar la no repetición de la tragedia. Que es lo que en últimas se busca.

Por otra parte, esta sociedad –o por los menos sus dirigentes– a pesar de estar en combate desde hace varias generaciones aún no se ha saturado de la violencia. No ha llegado a un punto de hastío, de no retorno. Por el contrario, hasta hace pocos meses se extendió el número de ciudadanos que tendrán que pagar el impuesto para relanzar la guerra.

De tal modo que en el intermedio de las imágenes de “Mancuso”, “Jorge 40” o “Báez” declarando, y de las víctimas pidiendo justicia, tendremos las imágenes de las emboscadas y tomas guerrilleras y de las bolsas negras con las “bajas” dadas por el Ejército. Lo poco que se puede esperar de este menú contradictorio es un remedo de reconciliación. Retazos débiles.

En relación con el conflicto que prosigue, esas transmisiones tendrán consecuencias políticas y militares difíciles de calcular. En lo político, cada revelación sorprendente o desgarradora de los ex paramilitares es un golpe a la violencia que todavía reivindican las insurgencias y las “bandas emergentes”.

Este golpe en el terreno sicológico del poder hará que la ciudadanía les exija a los que permanecen en armas que también digan la verdad frente a una pantalla en el futuro. Entre otras, que la dirigencia insurgente también la narre en directo.

Pero en lo militar, la reacción inmediata de estos grupos –especialmente de las Farc– para evitar la vergüenza pública de decir de este modo la verdad sobre sus atrocidades y excesos, podría ser la de presionar en el terreno militar, tal como lo han hecho en el pasado antes de cualquier acercamiento o diálogo.

Esto significaría más víctimas y un revés en materia de reconciliación. La verdad televisada le suma al cierre de su camino político y, convertida por ellos en pánico ético, podría hacerlos más obstinados.

Que el país se enfrente con su ocultada y triste realidad a través de las pantallas de sus televisores es un avance incalculable. Sin embargo, es importante que toda la sociedad sepa que esta verdad se revela en ausencia de un compromiso claro del Estado, de los ex paramilitares y de las insurgencias con la reconciliación y, además, que se revela en medio de la guerra. Considerar esto puede ayudar a prevenir que la verdad televisada tenga consecuencias contrarias a las que con toda buena intención se esperan.

*Profesor Departamento de Ciencia Política, Universidad Nacional de Colombia y Universidad del Rosario.

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