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Todas las formas de lucha

Rafael Guarín pronostica cuál será el papel de Hugo Chávez y su intervención en la búsqueda de un acuerdo humanitario, 88077

Semana
8 de septiembre de 2007

Inexplicablemente, el gobierno Uribe convirtió a Hugo Chávez en la vedette de la paz, arrojó cinco años de aislamiento internacional impuesto a las Farc y aceptó de facto que se le reconociera carácter político. El teniente coronel es consciente de que en sus manos puede estar la libertad de los secuestrados, pero sobre todo el triunfo de su revolución en Colombia y, con ello, la consolidación del “bloque regional de poder”.

El anunciado reencuentro con las Farc, esta vez público, debe tener a Raúl Reyes preguntándose, ¿si nos reciben en el Palacio de Miraflores, por qué no lo harán Correa, Ortega, Lula, Kirchner, Castro, Evo o el propio Sarkozy? ¿Acaso la paz no lo justifica? Y, ¡coincidencia! Chávez acaba de ampliar el club de amigos con el ex guerrillero Daniel Ortega y el apoyo de Lula. Uribe, que gruñía porque los vecinos no llamaban terrorista a las Farc, deberá ahora soportar que abiertamente les den tratamiento político.

Aunque es posible que se dé la liberación total de los secuestrados, en realidad es poco factible. Las Farc no cederán en el despeje de Florida y Pradera y en reintegrar a sus filas los guerrilleros presos, puntos en los que afortunadamente Uribe es aún es “inamovible”.
Esa situación conduciría más bien a un fracaso que Uribe utilizaría para legitimar el rescate militar y Chávez para desvirtuar vínculos con la guerrilla. No obstante, eso no comulga con el tratamiento que debe dar las Farc a quien consideran su principal y potencial socio estratégico. Tampoco con el expansionismo chavista.

Se abre entonces un escenario intermedio. Es más probable que liberen uno o varios secuestrados, pues la lógica terrorista y su experiencia les indica que son los cautivos quienes les permiten obtener réditos políticos. Preferirán soltarlos a cuentagotas, a medida que sus planes avancen, sin descartar una nueva masacre, como la de los once diputados, para mantener la agenda y disuadir operaciones de rescate.

Chávez aparecerá en esa escena como el hombre que tiene la llave para la paz y Uribe como el obstáculo. Se reiterará que no habrá paz mientras no haya un gobierno que privilegie la negociación, desmilitarice territorios y confine a las fuerzas armadas a los cuarteles. Para ambientarlo las Farc habrán aprendido que cada acción militar fortalece la línea dura del gobierno y quizás enfaticen en generar hechos políticos y hacer propaganda. Ya debieron percatarse que en las coyunturas en que su discurso se posiciona, como la marcha de Moncayo, Uribe queda a la defensiva.

Los “farianos” son expertos maniobreros. En 1998 condujeron a los candidatos presidenciales a emular en ofrecimientos sobre la zona de despeje. Y en 2006, como lo dijo en su momento el analista Vicente Torrijos, buscaron “una segunda vuelta electoral” y que se pudiera “concertar con el candidato opositor algún tipo de preacuerdo sobre una eventual negociación basada en un despeje militar”.

Como lo enseñó Mao, la guerrilla juega a que la movilización popular produzca “un vasto mar para ahogar al enemigo”. Los documentos de su IX Conferencia confirman que se propone, con una renovada combinación de todas las formas de lucha, aprovechar los espacios legales y las contradicciones entre las fuerzas democráticas para doblegar en las urnas la voluntad de combate del Estado.

En ese contexto, el Polo Democrático sabe que es la opción ante el uribismo. Chávez comprendió que el Polo es el vehículo más apropiado para su revolución y las Farc que no accederán al poder por las armas. En 2010 convergen todos esos intereses. El ascenso al gobierno del Polo sería el desmonte de la seguridad democrática, el estatus de beligerancia a las Farc y un proceso de paz que con Chávez en la sombra puede culminar en una Asamblea Nacional Constituyente que instaure el socialismo del siglo XXI. No será el “vasto mar” de Mao sino un verdadero cataclismo.

Chávez puede tener la llave de la paz. Pero una paz que es la victoria de las guerrillas. Cualquiera diría que todo se justifica en nombre de la paz. No creo. Creo que la libertad y la democracia no se pueden sacrificar. El reto es construir escenarios de paz sin arrasar los principios básicos de la democracia liberal. Por fortuna, son más los colombianos los que se opondrán a tamaño despropósito.

Nota al margen: Controvertí en una reunión pública con Francisco Galán del ELN. Me quedó claro que no existe ninguna posibilidad de avanzar seriamente en un proceso de paz mientras los “elenos” no superen la vergüenza de negociar con el gobierno Uribe y tengan una posición de unidad. www.rafaelguarin.blogspot.com