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Todo se lo debo a Álvaro

De su mano y a su paso conocí la importancia de los árboles, “cada hoja tiene su función”, decía el tío amado y admirado, el creador del "mundo en Bogotá”.

Semana.Com
10 de agosto de 2016

Todo se lo debo a Álvaro y todo comenzó en ‘Piamonte’, una vereda cerca a Fusagasugá en donde uno de los hermanos Castaño Castillo, Alfonso, tenía una pequeña finca de recreo en la que de la mano de un hermoso y elegante viejo de ojos del color de una prístina laguna, conocí algunas especies de pájaros, una que otra lagartija que tímida salía al paso, y por supuesto, el temido zorro con el que a todos los niños nos asustaban para que no bajáramos al peligroso ‘aljibe’, un pozo de donde se extraía el agua para los baños de la finca.

De su mano y a su paso conocí la importancia de los árboles, “cada hoja tiene su función”, decía el tío amado y admirado, el creador del "mundo en Bogotá”, aquel viejo desafiante e irreverente con los estereotipos trazados, aquel que retó a las agencias de publicidad con el eslogan mismo de su emisora: “inmensa minoría”. Sabía que la cultura era un pequeño nicho de gente que encontraba en ella una compañera silente, que hacía olvidar “los mezquinos afanes del dinero” y sin importar que la HJCK nunca fuera una emisora de grandes masas, en donde los pautantes pudieran llegar a millones de oyentes, sí fue y será siempre la emisora de la “Inmensa Minoría”.

Con su bastón de palo de mandarino que levantaba hacia el cielo, nos mostraba a sus nietos y sobrinos nietos cada detalle. Él fue quien me hizo amar la naturaleza hasta los tuétanos, fue él quien inoculó en mí la curiosidad de saber cómo funcionaban las cosas por dentro, pero a diferencia de otros niños, que siempre quieren desarmar un televisor, me parece oírlo decir: “Mi viejito, ¿cómo funciona la naturaleza?”

Recuerdo que alguna vez me preguntó sobre el ciclo del agua. Sabía desde niño que el agua se evapora por el sol, se condensa y desciende en forma de lluvia a la tierra de nuevo para que el ciclo vuelva a arrancar; sin embargo, él me explicaba que no era simplemente así. Por él supe que existían ‘ríos subterráneos’ y fue fascinante entender que la obra de Dios era perfecta a sus ojos de viejo sabio y a los míos de inocente e ignorante niño ávido de aquellas profundas enseñanzas.

Recuerdo, como si fuera ayer, el brillo de sus ojos al mirar con admiración e infinito amor a mi abuelo Alberto Castaño Castillo. No me extraña que décadas después de su muerte, el 12 de abril de 1982, Álvaro siguiera recordando a su hermano amado en una columna en la revista Soho http://www.soho.com.co/testimonio/articulo/todo-debo-alberto/31414 que tituló “Todo se lo debo a Alberto”. Mi abuelo tuvo seis hijos con mi abuela, pero Dios le regaló un hermano menor que amó como si hubiese sido su primogénito y ese hermano menor legó todo ese amor y cariño en aquellos que mostrábamos inclinación o por la cultura o por la naturaleza.

Pero nunca sus ojos brillaron tanto como cuando miraba a su amada Gloria. ¿Quién en Colombia no quisiera un matrimonio como el de ellos dos? La cómplice de sus sueños culturales, su media vida, su soporte y su mismo aliento.

Hoy se va Álvaro Castaño Castillo, aquel prohombre que me impulsó, a través del movimiento Scout, a conocer la naturaleza y a vibrar como vibraba él con ella; aquel hombre que me felicitó cuando decidí convertirme en locutor (poniéndolo a él como referencia personal), ¿cómo olvidar esa llamada?

-    Aló, viejito, te llamo porque me pusiste como referencia tuya para estudiar locución, me alegra mucho y te felicito.
-    Álvaro, muchas gracias, no te voy a hacer quedar mal.
-    Eso lo tengo claro, pero quiero que sepas que en la HJCK no vas a tener nunca un sitio para practicar.
-    ¿Y eso por qué?
-    Porque tu vocación no es la cultura sino la naturaleza.

Esas eran cosas del prócer de la cultura y la naturaleza en Colombia, el que abrió sendero sin machete en la vasta selva de frivolidades capitalinas, el creador de la inmensa minoría de la cultura pero también, y no menos importante, el que creó la inmensa minoría de aquellos que amamos los cerros, los valles, los ríos, los animales, el aire, el agua.

Agua, bendita agua que caía profusamente desde el cielo cuando nos explicaba, ‘en mangas de camisa’, como él mismo lo decía, con esas camisas de colores claros y pantalones habanos, que el ciclo del agua contemplaba mucho más allá de la evaporación, la condensación y precipitación.

Llegamos lavados de aquella caminata a la que nos llevó, desde la carretera que comunica Silvania con Fusagasgá, hasta la que une al mismo municipio con Sibaté. Para mi fueron horas y horas de camino, era apenas un niño, pero no olvido su cariño, su protección y la seguridad que sentía al estar cerca de él o cerca de mi abuelo, eran mis dos súper héroes. Al lado de ellos dos, sentía la serenidad que sólo se siente en el regazo de una madre.

Allá, arriba de la vereda Piamonte, conocimos a un legendario caballo de paso, ‘Don Danilo’ se llamaba aquel hermoso corcel de largas y prominentes crines y ancha grupa. Al percibir el olor a boñiga fresca, Álvaro nos explicaba por qué era considerada abono para los suelos y por qué ellos eran importantes para los bosques y por qué los bosques eran importantes y por qué los animales que vivían de los bosques eran importantes... y desde aquella tierna infancia empecé a comprender, sin saberlo, el valor de los servicios ecosistémicos.

Pero no fui sólo yo; Álvaro y Gloria dejaron su herencia muy bien cimentada. Somos varios quienes trabajamos en lo ambiental gracias a él, a ella, a ellos, Carlos Castaño Uribe, ex viceministro de medio ambiente; Rodrigo Suárez Castaño, actual Director de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente, pero sin duda, una de las más dedicadas y consagradas, la más cercana a él y quien tuvo el privilegio mayor de haber extraído todas las enseñanzas, fue su nieta amada, María López Castaño, creadora de otro quijotesco sueño, como los de su abuelo, Semana Sostenible.

Cuando Álvaro asistía a los premios Amway, de periodismo ambiental, creo que se sentía feliz al vernos a María y a mí participar todos los años con emoción, pero creo yo que lo que más le movía el alma era vernos cómo con mística trabajábamos en contra de las masas para seguir creando inmensas minorías; María desde Semana Sostenible y yo, desde Blu Verde, hasta cuando se pudo, al lado de mi esposa.

Hoy es un día triste para mí, pero, como decía él, todos somos energía, estamos compuestos por elementos que Dios combina de manera perfecta para crearnos, pero este cuerpo, como las hojas de los árboles, como los restos de los animales cazados por los otros, vuelve a la tierra y no dejamos de ser energía que alimenta otras formas de vida.

Sí, hoy leo, escribo, pregunto, hablo, investigo y publico, pero sobre todo vibro, con el tema ambiental, es gracias a él. Si hoy tengo cómo ganarme la vida, haciendo algo que me llena el alma, es gracias a él; al prócer que conquistó mi vida con el conocimiento y la mística, con el amor por la tierra y el respeto a mis mayores; y si hoy soy irreverente, también se lo debo a él, que me enseñó que no se progresa ni con miedo ni con medias tintas; por eso María López y yo preferimos pedir perdón antes de pedir permiso en el periodismo. “Todo se lo debo a Álvaro”.

“-¿Qué es morir?
-Morir es
Alzar el vuelo
Sin alas
Sin ojos
Y sin cuerpo”.
Elías Nandino

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