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Todos necesitamos descansar

Además de buscar el abrazo de la familia y los amigos, comer natilla, beber, viajar y descansar, las fiestas de fin de año sirven para vaciar la cabeza del tarrado de afanes, estrés y sobrecarga informativa a la que nos sometemos a diario, desde la radio de la mañana hasta el tuiter de media noche, con los periódicos en papel o en internet, el alboroto de los noticieros de televisión, el Facebook que nos entera de los que no queremos saber cuando no nos interesa saberlo. Y con eso nos embelesa.

Ana María Ruiz Perea, Ana María Ruiz Perea
26 de diciembre de 2017

Creo que ese exceso de información (que bien puede ser un eufemismo para referirse a la basura indigesta que cada día pretendemos digerir) debe estar en el origen de muchas neurosis, ataques histéricos, malgenios insufribles e incapacidades de pensar con autonomía de tantas y tantas personas que, posiblemente, vivimos –me incluyo- alienadas por el exceso informativo.

Este año que acaba, en mi cumpleaños una gran amiga me regaló un radio transistor. Ese pequeño aparato que ahora transporto de la almohada a la mesa de noche y de ahí al baño mientras me ducho, me ha hecho recordar la infancia, acompañada por el sonido omnipresente de la radio en la cabecera de la cama de mis papás, en la cocina siempre, desde el comedor, por la escalera. Se sabía donde estaba alguien por el lugar desde donde sonaba el transistor. La radiola y el posterior equipo de sonido jamás hicieron lo que el transistor logra: acompañar a la gente hasta donde vaya.

En estos tiempos posmodernos la radio se escucha en el mismo aparato donde suena la música que se nos antoja, donde escribe la gente amiga y no tanto a través de chats y, de vez en cuando, también entran por ese adminículo las llamadas telefónicas. Y se revisan las redes. Y se reciben los chistes que no se esperaban. Y aterrizan en la mano, en segundos, una sarta de mentiras disfrazadas de denuncia. Atafago informativo.

Siquiera cada año trae, al menos, los días de diciembre para intentar desconectarse. Yo sé que lo mío es, en parte, deformación profesional; tengo con las noticias una relación de amor y odio, quisiera un día no tener que enterarme de nada de lo que pasa en el mundo, que todas las infamias, las corrupciones y los despropósitos que muestran las noticias, me resbalaran mientras yo continúo mi vida como si nada, como tanta gente que tal vez vive un poco más liviana su vida por cuenta de no enterarse. Pero mi oficio, que es a la vez mi vocación y mi pasión, me lo impide. Y ahora, en lugar de escuchar eventualmente la radio en mi teléfono, me despierto con el placer masoquista de asomarme, girando la perilla del dial, a las salvajadas cavernarias de Fernando Londoño, hasta que a punto de vomitar me muevo hacia el light de Sánchez Cristo donde me aburro rápidamente, y paso con curiosidad por la
Radio Nacional de Colombia, casi siempre me engancho con Yolanda Ruiz, paso a las volandas por encima de Hassan, despotrico de Zuleta y Morales. Y así.

En estos tiempos de smartphones, de pronto no lo somos tanto. Tal vez lo inteligente no es cargar con todas las funciones en un aparato, sino tener un radio para escuchar radio, un teléfono para hablar y un periódico en papel para leer; inteligente es saber que la información no nace en pantallas táctiles sino en salas de redacción en medios de comunicación. Eso tendremos que contárselo a los hijos que se crían sin ningún contacto con el papel, con la radio y ni siquiera con la tele abierta. Y bueno, toda esta perorata iba simplemente a decir que hay que aprovechar el fin de año para desconectarse de todas las noticias.

De las buenas, como que este fin de año previo a las presidenciales encuentra a Coscorrón Vargas Lleras en el 5º lugar de preferencia de voto, y a la Coalición Colombia encabezando las encuestas. De las malas –pésimas noticias que trae cada sistemático asesinato de líderes sociales. De las noticias feas, esas que llegan en cada avance, amenaza y ataque de bacrimes, neo paras, mafiosos y demás hampones que se toman los territorios que fueron de dominio de la Farc. Quiero incluso evadirme de las noticias esperanzadoras, como las miles de voces de mujeres que decidieron dejar de callar y decir a coro "Yo también" para evidenciar que las mujeres no queremos más abusos ni acosos.

Deseo que todos, pobres y ricos, abstemios y alcohólicos, creyentes y agnósticos, tengamos el descanso necesario para afrontar el tremendo año que se nos viene, con elecciones de Congreso, Presidenciales y selección Colombia jugando en el Mundial. Hágalo como mejor quiera o pueda, pero por favor, descanse. ¡Feliz año nuevo!

@anaruizpe

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