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TOMANDO TINTO

Antonio Caballero
14 de septiembre de 1998

Al cabo de cuatro años crecientemente miserables creía haber terminado con la obligación de escribir sobre Ernesto Samper, ese cáncer. Y me resignaba ya a escribir cuatro años más sobre Andrés Pastrana, ese cólera. Cuando leí la entrevista de Samper con D'Artagnan en SEMANA (y sobre todo al ver las fotos) se me revolvió otra vez el hígado; pero supecontenerme. Sin embargo leí luego en El Tiempo otra entrevista con el ya ex presidente, hecha por su hermano Daniel; y pasado el primer momento de rutinaria indignación ante la impudicia de su cinismo, me quedé pensativo. ¿Y si los equivocados fuéramos nosotros, los que criticamos al orondo ex presidente? ¿No tendrá razón Daniel cuando vaticina que "tendrá que producirse una apreciación más tranquila y más justa" del gobierno de su hermano? La conclusión de mis reflexiones es esta columna, que presento como una primera contribución a esa apreciación nueva, tranquila, y _esperemos_ más justa.Empiezo por decir que la entrevista de Daniel no mejoró mi opinión sobre su hermano: al contrario, la empeoró. Pero la cambió de naturaleza. Porque creí entender gracias a ella _tan fraternal, tan sincera, tan "a calzón quitao"_ que a lo mejor era cierto lo que el presidente Samper afirmó tozudamente durante sus cuatro años de gobierno sin que se lo creyera nunca nadie: que él no sabía. Que no sabía nada de nada. Que todas las vergüenzas de su campaña, que todos los horrores de su gobierno, pasaron "a sus espaldas". Que él nunca se enteró, y que además no le importaba enterarse, ni le importa ahora no haberse enterado. Le da exactamente igual, y sigue haciendo chistes flojos al respecto como los hizo durante los cuatro años de su presidencia. Porque ni se daba cuenta, ni se da cuenta todavía, ni piensa darse cuenta nunca: no da para tanto. Ernesto Samper _pienso ahora, después de leer y releer esa asombrosa entrevista_ no es ni un criminal, ni un corrupto, ni un canalla: es simplemente un idiota. Pero ni siquiera de eso se da cuenta. Su hermano, en la entrevista, le ofrece una pista, recordándole que en su momento le había advertido que para querer ser presidente de Colombia "en estos tiempos desquiciados" se necesitaba ser "loco o tonto". Y le pregunta: "Usted, ¿en qué categoría se ubica?". Pues ni por esas coge la onda el ex presidente, sino que responde, como siempre, con un chiste flojo.Ernesto Samper es solamente un chistoso flojo, y no da para nada más. Por eso nunca supo que a su campaña había entrado dinero del narcotráfico, y además le daba igual. Por eso nunca supo que sus amigos más íntimos _Botero, Perry, Noemí ("de Noemí mejor ni hablemos")_ lo iban a traicionar, por unas o por otras razones. Por eso nunca supo, y a lo mejor no sabe todavía (o al menos sigue diciendo que no sabe, y ahora yo le creo), que bajo su gobierno se desbocó la pobreza, se agravaron las matanzas, se hundió la economía, se perdió la soberanía, desapareció la justicia, la corrupción se adueñó del aparato del Estado, creció el poder del narcotráfico. Nunca supo nada, ni se dio cuenta de nada, ni nada le importaba, ni se percató de a quién nombraba ni a quién destituía. La entrevista que le concede a modo de despedida de su gobierno a su hermano Daniel tiene un tono de tan desfachatada frivolidad, de tan contenta irresponsabilidad, de tan desvergonzado me importa un culismo, que cualquier lector desprevenido (y aún los mal prevenidos, como lo era yo) se convence de que no, de que Ernesto Samper no es malo, sino imbécil. Cuenta Daniel una anécdota en la introducción a la entrevista que, sobre la personalidad de su hermano, es tan reveladora como la entrevista entera. Cuando vino a visitarlo durante "uno de los baches más difíciles del cuatrienio", el entonces presidente le mostró un titular de prensa sobre el derrumbe de un puente, diciéndole: "La cosa está dura. Pero lo peor es esto. Miles de personas tendrán problemas para llevar su ganado". Y el periodista concluye con escueta objetividad informando que el presidente _¿atribulado? ¿indiferente? ¿satisfecho?- "sigue tomando café". Eso hizo Ernesto Samper durante los cuatro años desastrosos de su gobierno: seguir tomando café.

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