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Traidor a su clase

Santos no solo encarna al establecimiento como pocos políticos, sino que llegó al poder como heredero de Álvaro Uribe, no precisamente representante de la izquierda liberal.

María Jimena Duzán
5 de mayo de 2012

"Si ayudar a los pobres en Colombia es ser populista o ser traidor a una clase -dijo la semana pasada el presidente Santos en un vibrato parecido al de Serpa y haciendo gala de un desafío de clase al mejor estilo de Jorge Eliécer Gaitán- me reconozco como populista y como traidor a una clase". A los pocos días de pronunciada esta frase, sorprendió con otra del mismo corte en la que anunció una reforma que iba a hacer "chillar a los ricos", expresión que no utilizó ni siquiera Gaitán. Al presidente, en esta semana, solo le faltó terminar sus discursos como lo hacía el caudillo liberal: "Por la restauración moral y democrática de la república... ¡a la carga!", para cerrar con broche de oro esa repentina y apresurada transformación política que nos ha impuesto.

El problema de este nuevo Santos que emergió esta semana como traidor a su clase es que no resulta muy convincente, a pesar de lo novedoso de su vibrato. Las razones sobran, pero la que más pesa es la que tiene que ver con su trayectoria política, la misma que él se labró desde muy temprano y que lo convirtió en un político representante de una derecha inteligente, pero derecha al fin y al cabo, de la cual siempre se preció pertenecer.

Hizo su carrera como heredero de El Tiempo, un periódico representante del establecimiento más rancio y aristocrático del país y aunque su padre, don Enrique Santos Castillo fue liberal de partido, siempre estuvo más cercano a las ideologías de derecha y nunca ocultó su simpatía por Franco. Pero además, Santos no solo encarna al establecimiento como pocos políticos, sino que llegó al poder como heredero de Álvaro Uribe, no precisamente el representante de la izquierda liberal. Junto a él comulgó con todas esas reformas tributarias que terminaron enriqueciendo a los ricos y empobreciendo a los pobres. Que ahora los quiera "hacer chillar", resulta tan sorprendente como su repentina dedicación por los pobres. A un político que se mueve como un pez en el agua entre Anapoima, Londres y el Country Club nadie le cree que se haya declarado como traidor a su clase ni que ahora quiera abanderar la causa de los descamisados, al mejor estilo Perón. Tampoco nadie le cree que quiera cambiar de tercio y que lo suyo ya no sea la derecha sino el liberalismo de izquierda y que en lugar de querer ser como Churchill ahora pretenda convertirse en una mezcla renovada entre Jorge Eliécer Gaitán y López Pumarejo.

Puede que haya quien crea en este Santos recargado hacia la izquierda. Pero me temo que por esa vía corre el riesgo de terminar con el pecado y sin el género. Es decir, que acabe agrediendo a los ricos, sin que los pobres le crean. Ese sería el peor de los mundos para un presidente que quiere pasar a la historia, como pretende Juan Manuel Santos.

Yo espero que toda esta calentura sea producto de los efectos de la encuesta publicada por SEMANA y RCN -la única que no lo favoreció- y que luego de un reposo vuelva a ser el hombre de derecha de siempre.  

CODA: El sábado pasado los presidentes de las altas cortes querían que el gobierno hundiera la reforma judicial en el Congreso y, luego de una reunión en Palacio con el presidente, salieron avalándola de nuevo. Solo esperamos que ese cambio de tercio no se deba a que accedieron a replantear su posición a cambio de unas gabelas.

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