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Tres Crímenes

Tres crímenes que prueban la falsedad de las cifras que da el Alcalde sobre la disminución de la delincuencia organizada en Bogotá

Antonio Caballero
11 de enero de 2009

El Alcalde de Bogotá, Samuel Moreno, no permitió que se ampliara el Museo Nacional. No sé yo qué favor le debía a la Universidad Distrital, ni dispongo de una unidad investigativa que me ayude a averiguarlo. Me limito a registrar su crimen contra la cultura y la historia, que considero incomprensible a no ser que de él espere sacar algo en limpio: apoyos, votos, agradecimientos, yo qué sé. Muchas veces el crimen sí paga.

Tampoco sé qué le debe a la Arquidiócesis de Bogotá, o si es que su arzobispo monseñor Pedro Rubiano le ha prometido absolverlo del pecado contra el espíritu cometido en el Museo a cambio de que cometa otro contra la caridad, favoreciendo a la Iglesia para que edifique tres gigantescos edificios de oficinas en los vastos jardines del Seminario Mayor. ¿Y por qué no pide de paso el Cardenal que lo dejen convertir la bella Catedral Primada en un moderno "mall" comercial? Un negocio igual ya se hizo en una basílica de Medellín. Y el ejemplo viene de muy arriba: ¿qué se ha vuelto, si no es un templo de mercaderes, el Vaticano en Roma, con todo y Papa dedicado a fomentar las ventas y anunciar las rebajas desde una ventana de San Pedro? Es por cosas como esa que Martín Lutero llamaba a la Iglesia Católica "la Puta de Babilonia".

Pero vuelvo al Alcalde. No sé, digo, si es un canje por el perdón del pecado del Centro, pero el que se apresta a cometer en el Norte es grave. Pues no se refiere sólo a los predios del Seminario, sino que afecta las vecinas Sierras del Chicó, en donde durante años se ha logrado parar un proyecto urbanístico por evidentes motivos de conservación ambiental; y se prolonga más allá en los campos todavía agrestes de la Escuela de Caballería. Es todo el piedemonte de los Cerros Orientales lo que corre peligro. Si se deja que los curas se dediquen a la especulación inmobiliaria en una tierra que ni siquiera es suya (pues fue donada por su antigua dueña para fines religiosos y no comerciales) ¿por qué no se les van a dar las mismas oportunidades de negocio a sus vecinos, los particulares que compraron las Sierras del Chicó con ese objeto? ¿Y a los militares dueños de las tierras más allá, hasta Santa Ana? Se destruirá con ello la reserva forestal que hoy existe entre las calles 92 y 108 y de la carrera Séptima a la carretera a La Calera. Insisto: no sé si haya un delito en el proyecto, pero no me cabe duda de que es un crimen.

Y hay un tercer plan criminal en marcha, llamado POZ-Norte (Plan de Ordenamiento Zonal del Borde Norte de Bogotá): se trata nada menos que de urbanizar la Sabana con la construcción de 63 mil casas. "Con énfasis en viviendas de interés social", dicen con mojigatería los funcionarios del Distrito, como quien enarbola una hoja de parra para taparse las vergüenzas. El POZ-Norte prevé que sea posible edificar "soluciones residenciales" sobre diez mil hectáreas, desde la calle 170 hasta los confines de Chía, entregándoles a las grandes empresas constructoras el desarrollo de la ciudad, no en densidad sino en extensión, y a costa de la tierra, los humedales y el río.

¿También a ellas les debe bendiciones e indulgencias el alcalde Moreno? No lo sé. Pero sí sé que el proyecto es insensato. Se pretende, denuncia el ex ministro de Medio Ambiente Manuel Rodríguez, repetir el error cataclísmico que se cometió en Ciudad de México. Los españoles de la Conquista y la Colonia empezaron por desecar y pavimentar el lago de Tezcoco, donde se alzaba sobre islotes la gran Tenochtitlán. Luego los republicanos progresistas del Porfiriato y del PRI procedieron a desarrollar todo el valle de Anahuac. Pero, como suele ocurrir, y como está ocurriendo aquí, hicieron mal las cuentas: entendían el progreso a corto plazo. Y lo que consiguieron fue crear una inmensa megalópolis llamada "el DeFe" (el Distrito Federal) invivible, irrespirable y casi invisible por la bruma de la contaminación en ese mismo alto valle que había sido llamado "la región más transparente del aire"

Tres crímenes, pues. Contra la historia, la cultura y la memoria, el del Museo Nacional. Contra la estética (y tal vez contra la ética, al violar por ansia de lucro las intenciones testamentarias de la donante del terreno), el del Seminario Mayor. Y contra el paisaje y la naturaleza de la urbanización de la Sabana. Tres crímenes que prueban la falsedad de las cifras que da el Alcalde sobre la disminución de la delincuencia organizada en Bogotá. 

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