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TRES EN UNO

Semana
14 de junio de 1999

La salida del Ministro de Justicia y el inmediato encargo de sus funciones al Ministro del
Interior ha arrojado, por una parte una evidencia, y por la otra una sospecha. La evidencia es que el Ministerio
de Justicia hace tiempo que había dejado de existir. La sospecha es que algunos otros ministerios pueden
estar en la misma situación, y no nos hemos dado cuenta. Aunque algunas personas le echan la culpa al
bajo perfil de Parmenio Cuéllar, la verdad es que sobre esta última circunstancia prevaleció en todo momento
el hecho de que se habían juntado en una misma situación, un hombre carente de liderazgo, con un cargo
que ya no tenía razón de ser. La prueba es que ya hace 15 días que Néstor Humberto Martínez, alias 'El
Moñonero', asumió las funciones de Cuéllar, y aunque nada ha mejorado, nada ha empeorado. Por lo menos
existe un hombre de carácter tomando decisiones coyunturales, así algunas sean bien discutibles, y la
dinámica estatal no ha disminuido por el hecho de que el Ministerio de Justicia, aún no de manera oficial pero
sí creo que de manera definitiva, haya dejado de existir en Colombia. Pero decíamos que ha nacido la
sospecha, con la prueba ácida de Parmenio, de que haya otros ministerios existentes que puedan estar en
vías de extinción. En cualquier caso, ya se sabe que el gobierno está en ello. O sea, estudiando sesudamente
una reforma a fondo del Estado, que no pretenda solamente, sin que este sea un objetivo deleznable, reducir
sus gastos de funcionamiento, sino reorganizarlo para que esté más a tono con lo que es hoy: de un Estado
proteccionista, ha pasado a ser un stado interventor y ejecutor. De pronto el carácter de sus actuales
titulares pudiera revelarnos su destino, como la palma de la mano ante una gitana premonitoria: ¿Qué llegará
a ser el Ministerio de Hacienda, en cuyo titular parecen converger la mayoría de los problemas
estructurales del país, a pesar de lo cual ha logrado mantener incólume su prestigio? ¿Qué será del
Ministerio de Agricultura, reducido a impotente interlocutor de su sector, encabezado por quien muy
seguramente saldrá de esa cartera sin que muchos en Colombia hubiéramos podido averiguar quién era? ¿Que
será del Ministerio de Educación, sitiado por las redes de Fecode, frente a las necesidades públicamente
defendidas por su actual titular de modernizar urgentemente el esquema educativo colombiano? ¿Qué será
del Ministerio de Obras Públicas, antiguo monstruo que ya casi no ejecuta nada porque casi todo lo
delega en concesión o licitación, pero asediado por la politiquería de la que ojalá salga incólume su titular?
¿Qué será del Ministerio del Medio Ambiente, cuyas funciones están cada vez más ligadas a un proyecto
coherente de desarrollo, liderado por un hombre poco distinguible entre las marañas del Estado? ¿Qué será del
de Relaciones, que se pisa cada día más en sus funciones con el de Comercio Exterior? ¿Qué será del de
Defensa, que enfrenta la secesión de la Policía Nacional, que aspira a convertirse realmente en una fuerza
civil? ¿Qué será del de Trabajo, auténtico 'paganini' de la necesidad de modernizar el Estado, mientras
prosigan los abrumadores y dolorosos índices de desempleo? ¿Que será del de Salud, cuyo titular (un
verdadero volador sin palo que explota pero que no alumbra) solo define las políticas cuya ejecución está a
cargo de la politiquería regional? ¿Qué será del de Desarrollo, en cuya cabeza ha recaído la controversia
de los límites que separan los intereses públicos de los privados? Qué será del de Minas y Energía, de
cuyo titular depende la bobadita de la Colombia del siglo XXI condimentada por las eventuales relaciones
entre el Establecimiento y la subversión? Qué será del de Comunicaciones, que se ha convertido en un
verdadero emporio regulador de riqueza derivada de las concesiones de las infinitas autopistas de la
comunicación y de la información? ¿Qué será del de Cultura, cuyo titular admite haber comprendido que en el
mundo de hoy y en el del futuro, la cultura lo es todo y todo es la cultura? Para debatirlo, y de acuerdo
con los experimentos practicados en Argentina, Uruguay, Perú y España, podría pensarse en una especie
de fórmula del 'dos por uno'. Habría un gran Ministerio de Economía, que incluyera a Hacienda y Planeación.
Un Ministerio Empresarial, que absorbiera a Agricultura y Desarrollo. Un Ministerio Social, que incluyera a
Salud, Educación, Cultura y Medio Ambiente. Un Ministerio del Interior con Justicia, Trabajo y Policía a
bordo. Un Ministerio de Infraestructura, conformado por Comunicaciones, Obras y Minas. Un Ministerio
de Defensa, a cargo solo de las Fuerzas Militares y no de Policía. Y finalmente, una Cancillería que absorbiera
a Comercio Exterior. Sólo quedarían siete de los actuales 16 ministros. Pero los restantes nueve
'absorbidos' tendrían un rango mayor al de viceministros, algo así como 'secretarios de gabinete',
quienes concurrirían al Consejo de Ministros para formular las políticas de Estado. Conclusión de la lectura
de palmas de la gitana: están más de los que son y serán menos de los que están.

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