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Los provocadores actos de Venezuela a nuestra soberanía.

"Lo importante es que Colombia siempre supo manejar con paciencia, prudencia y por la vía diplomática estos acontecimientos, que casi siempre buscaron, y los de la semana pasada no son la excepción, réditos políticos internos en momentos de apuros electorales".

Jesús Pérez González-Rubio , Jesús Pérez González-Rubio
30 de marzo de 2017

Fuimos víctimas la semana pasada de un acto de agresión de la hermana República de Venezuela que asentó 60 de sus militares en territorio colombiano e izó su bandera durante más o menos tres días.

Al libertador Simón Bolívar no le alcanzó la vida para someter al general José Antonio Páez e impedir la desintegración de la Gran Colombia que conformaban la Nueva Granada, Venezuela y Ecuador. Fue el sueño de crear un gran Estado en el sur del continente a cuya cabeza podría estar eventualmente un “príncipe europeo”, “un príncipe de Francia”,  idea que no le parecía fácil llevar a la práctica, pues “¿Cuánto no se opondrían todos los nuevos estados americanos, y los Estados Unidos que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad?” (Carta al coronel Patricio Campbell, agosto de 1829)

La delimitación de la frontera terrestre y de las áreas marinas y submarinas entre los dos Estados no ha sido fácil. Un hito fue el laudo arbitral de la regente María Cristina de España de marzo de 1891, que según el mayor Julio Londoño “Desde un primer momento, el gobierno de Venezuela por diferentes medios trató de eludir”… Y se dieron  “varios incidentes suscitados al pretender realizar actos de soberanía en diversos sectores de la frontera” (Derecho Territorial de Colombia, volumen V, Imprenta de las Fuerzas Militares, 1.973, p.87). Los provocadores actos a nuestra soberanía no tienen, pues, ninguna novedad. Lo importante es que Colombia siempre supo manejar con paciencia, prudencia y por la vía diplomática estos acontecimientos, que casi siempre buscaron, y los de la semana pasada no son la excepción, réditos políticos internos en momentos de apuros electorales.

Los problemas de límites terrestres entre las dos naciones finalmente concluyeron en 1941 con el Tratado López de Mesa-Gil Borges: “La República de Colombia y los Estados Unidos de Venezuela declaran que la frontera entre las dos naciones está en todas sus partes definida por los pactos y actos de alindamiento y el presente Tratado; que todas las diferencias sobre materia de límites quedan terminadas”…

Otros dos hitos de esta historia se relacionan con las áreas marinas y submarinas. Son : a) La nota que el 22 de noviembre de 1952, con grave perjuicio para la integridad territorial de Colombia, el canciller Juan Uribe Holguín envió al embajador de Venezuela sobre “Los Monjes”: …“el Gobierno de Colombia declara que no objeta la soberanía de los Estados Unidos de Venezuela sobre el archipiélago de Los Monjes y que, en consecuencia, no se opone ni tiene reclamación alguna que formular respecto al ejercicio de la misma o cualquier acto de dominio por parte de este país sobre el archipiélago en referencia”…  b) La delimitación sobre estas áreas marinas y submarinas fue objeto en 1980 de un acuerdo entre los dos gobiernos que recibió el nombre de “Hipótesis de Caraballeda” y que finalmente nunca fue objeto de un Tratado entre las dos naciones porque sometido por parte de Venezuela a consulta con sus Fuerzas Armadas estas se opusieron radicalmente.

Diego Uribe Vargas, canciller de Colombia para la época, nos narra lo sucedido: “El canciller Zambrano de Venezuela, se limitó a transmitir a Colombia los temores del presidente Herrera Campins de que la firma del Tratado con la hipótesis de Caraballeda diera piso para un golpe de Estado” (Mares de Colombia, Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, 2.001, p.224). Se frustró así esta oportunidad de oro.

Las provocaciones venezolanas no han concluido. El “Socialismo del siglo XXI” está en aprietos, lo que lleva cada cierto tanto al presidente Maduro a alguna agresión contra Colombia, ya sea cerraR la frontera, expulsaR del territorio hermano a humildes colombianos sin consideración alguna por los derechos humanos, y ahora plantar de este lado del río Arauca un destacamento militar. El Gobierno, como lo han hecho en la historia de Colombia todos los gobiernos, manejó exitosamente la situación con firmeza y diplomacia y logró el objetivo de restablecer la soberanía nacional sin tener que disparar un tiro. No es un logro cualquiera, pero muchos colombianos no han apreciado en lo que vale este pacífico desenlace y han criticado acerbamente el manejo que se le dio a la situación a pesar de haber sido exitoso.  

Hay que cuidar las relaciones con Venezuela como se cuida una tacita de plata. Le oí decir al presidente López Michelsen que un episodio bélico entre las dos naciones podría durar algunas horas o algunos días, pero sus consecuencias permanecerían durante cien años. En mi opinión, sería una guerrita, además, no por ridícula menos dañina. Por eso hizo bien el presidente Barco en retirar la corbeta Caldas de las aguas en disputa, dejando constancia de esta circunstancia, y ahora el presidente Maduro en retirar los soldados apostados en territorio colombiano.

En su momento el expresidente Uribe, amigo de las soluciones de fuerza, dijo que si no había bombardeado campamentos de la guerrilla colombiana en territorio venezolano, como sí lo hizo con Ecuador, había sido porque le faltó tiempo. La Corte Constitucional, con su sentencia C-141/10, nos salvó no sólo de una segunda reelección del presidente Uribe sino de una probable guerra internacional con Venezuela que habría terminado con la paz de América Latina, pues los países habrían tomado partido por uno y otro. Dios tuvo a Colombia de su mano.

Constituyente 91

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