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Una acción eficiente y un epilogo incierto

El apoyo al acuerdo con las Farc por la comunidad internacional ha sido una gestión eficiente de la cancillería. Sin embargo, la posición de Trump sobre el tema es aún incierta y todavía tendremos que afrontar una imagen negativa que debemos superar.

Juliana Londoño, Juliana Londoño
29 de noviembre de 2016

Antes de uno o dos años, quizá más, será muy difícil comenzar a medir el verdadero balance del acuerdo concertado por el gobierno con las Farc. Para entonces, estará avanzada la campaña electoral o incluso podría haber asumido ya un nuevo gobierno. La esperanza es que el proceso, en lugar de abrir dentro de la sociedad colombiana una era de divisiones y confrontaciones, que se creía superada, deje un balance de progreso y convivencia.

Independientemente de las voces de los partidarios y opositores del acuerdo con las FARC, es evidente que la cancillería colombiana ha realizado una gestión exitosa para lograr un respaldo generalizado de la comunidad internacional. Desde el Papa y el Secretario General de las Naciones Unidas, hasta cada uno de los mandatarios de América Latina y el Caribe, han apoyado el proceso.

No obstante, aún no hay un pronunciamiento por parte del presidente electo de los Estados Unidos, que con los nombramientos que está haciendo de sus principales colaboradores y los términos que ha utilizado en sus mensajes con ocasión de la muerte de Fidel Castro, parecería que muchos de los planteamientos que hizo como candidato los podría ejecutar como presidente.

Por lo tanto, al menos por ahora, es difícil prever si el caluroso respaldo al acuerdo con las Farc y aún a las negociaciones con el ELN que fue dado por Obama, se mantendrá en el futuro, a pesar de que ese grupo armado no ha renunciado al secuestro, sigue realizando ataques tanto al ejército como a la policía y no ha suspendido las voladuras de los oleoductos.           

De otra parte, muy posiblemente ninguna cancillería, tal vez con la excepción de las de Cuba y de Noruega, ha estudiado ni va a estudiar en detalle las cláusulas contenidas en el acuerdo con las Farc y mucho menos puede evaluar objetivamente los efectos que tendrá en el futuro. Por lo tanto, si varios jefes de estado y así como analistas de diverso origen, han dicho que el propósito del acuerdo es poner fin a la “guerra civil” en Colombia, la impresión con la que podría quedar un desprevenido observador en cualquier parte del mundo, es que un pequeño grupo de unos 8000 miembros –que se auto considera seguidor de Robin Hood o de Dick Turpin- logró mediante la lucha armada incorporar dentro de un anquilosado marco legal colombiano disposiciones que de otra forma hubiera sido imposible incluir.

Esta impresión puede aumentarse, debido a que las películas del medio oeste norteamericano, que tan en boga estuvieron hace algunas décadas, han sido sustituidas por documentales, telenovelas, películas y series de televisión de amplia audiencia, protagonizadas por capos del narcotráfico y jefes de grupos armados en Colombia a los que sutilmente adjudican cierto entorno de audacia. Llegando al extremo de que, por ejemplo en Honduras, uno de los países más violentos del mundo, algunos dicen que estas series han favorecido el incremento de las “maras”.   

Por consiguiente, ahora y a pesar del Premio Nobel de Paz y a menos “que algo extraordinario ocurra” seguiremos siendo identificados instintivamente en el mundo con la violencia rampante y el narcotráfico, como al Brasil con el futbol y a México con la música, a pesar de los escándalos de Petrobras y de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala.

 (*) Profesor de la Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario

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