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TV or not TV

Mostrar la sangre, las mutilaciones, las tristezas de la guerra es algo que quienes estamos contra la violencia tenemos que aprobar

Semana
30 de marzo de 2003

¿Ver o no ver? ¿Mostrar o no mostrar? Del cielo caen sobre Irak bombas que pesan varias toneladas, algunas del tamaño de un camión, y no las vemos. Sólo vemos, si mucho, el gran hongo de fuego que se va apagando hasta convertirse en polvo y humo. Pocas veces nos muestran los muertos o los heridos. Con los bombardeos, esta semana, vendrá también el asedio de Bagdad. ¿Lo veremos o no? Hasta el jueves pasado podíamos entrar en la página web de Al-Jazira, la CNN de los árabes. De repente, el jueves, en vez de entrar a la página donde se veían algunos de los horrores de la guerra, nos encontramos con una gran bandera norteamericana. Hay un aviso y una firma en inglés: "Cibermilicia patriótica por la patria y la libertad; Dios bendiga a nuestras tropas".

Los hackers de Estados Unidos impiden que veamos la página en la red. Más tarde ya no está ni la bandera: cuando escribo la dirección Al-Jazira.com, algo o alguien me manda automáticamente a una página porno de adolescentes. En esta burla hay un insulto implícito: aquel que busca las noticias alternativas es como los perversos que quieren ver menores de edad en pelota.

El caso de Al-Jazira es interesante: el canal árabe de noticias tiene su sede en uno de los países más pequeños del mundo, Qatar, con menos de un millón de habitantes. La cadena tuvo problemas con varios Estados árabes por entrevistar disidentes, y con el mismo Irak, por haber revelado las cifras astronómicas que Hussein se gastó en la celebración de uno de sus cumpleaños. Los expulsaron de Libia y de Irak, durante un tiempo. Una suerte parecida acaban de correr en Wall Street. Como las acciones de todo el mundo bajaron después de que Al-Jazira transmitiera las pruebas de que el ejército de Estados Unidos no es invulnerable, ni sus soldados inmortales, sus dos corresponsales fueron expulsados de la bolsa.

En esta nueva guerra, como decía un comentarista de la revista Reason, Al-Jazira le ha ganado una primera batalla, la de la información, a CNN. No porque sea más objetiva e imparcial que la cadena gringa (ambas están inclinadas por su propio bando) sino porque se ha atrevido a mostrar más. Los cadáveres espeluznantes de los civiles iraquíes muertos, y de los militares destrozados de los dos ejércitos, han aparecido en la cadena árabe, no en la estadounidense.

Mostrar los desastres, la sangre, el dolor, las mutilaciones, las tristezas de la guerra, es algo que todos los que estamos en contra de la violencia tenemos que aprobar. Goya no mostró los horrores de la guerra en sus grabados porque quisiera regodearse con la violencia sino porque quería despertar el repudio por la violencia en todos los que veían sus obras. Los humanos sentimos horror y repudio por los cuerpos destrozados, no por la tecnología de guerra, que parece indolora y aséptica.

Ya a Cervantes le parecía que usar armas de fuego era una cobardía y una vileza, pues sólo con la espada se puede sentir verdaderamente la responsabilidad de lo que estamos haciendo. Cualquiera que haya intentado matar una gallina, un cerdo, un perro, sabe que matar (incluso un animal) es una experiencia que nos impresiona y nos deja un hondo remordimiento. Decía Renan, hace ya más de un siglo: "Las nuevas armas científicas servirán a los países más poderosos y a los gobiernos, pero no a los pueblos".

Hoy, con la tecnología inmensa de los arsenales de guerra, la gente puede llegar a pensar que la guerra no duele, o que matar apretando un botón no tiene importancia ni tiene consecuencias. Es un lugar común decir que lo que no sale en televisión tampoco existe en el mundo moderno, pero es cierto. Por eso ver, simplemente ver, es tan importante. Y por eso mismo a los guerreristas no les gusta que se vea. Ver las consecuencias de la bomba de El Nogal fue importante, es importante, porque es allí que nace nuestro repudio por la violencia. Ver a Ingrid Betancourt demacrada, o a Gilberto Echeverri barbado y con la mirada ausente, nos recuerda nuestra mala memoria y la necesidad que tenemos de revivir nuestro rechazo por el secuestro. Por eso a la guerrilla no le gusta tampoco dar muchas pruebas de supervivencia.

Y por el mismo motivo a todos los guerreristas les molesta que haya reporteros en los sitios de guerra (en Arauca los matan, por ejemplo). Saben que el ser humano es el mismo en todas partes, en Washington y en Bagdad, en Arauca y en el sur de Bolívar. Todos, instintivamente, sentimos un repudio inmediato por la muerte, la sangre, la violencia.

Ahora viene el asedio de Bagdad. Para mantener vivo nuestro rechazo por esta invasión ilegal y colonialista (no es una guerra de liberación, aunque esté dirigida contra un tirano es una invasión y por eso los iraquíes no están recibiendo a los aliados con abrazos y flores), es necesario ver y es necesario que nos muestren. Ahí, tal vez solamente ahí, reside la importancia de la prensa: ni siquiera en comentar o denunciar, sino en mostrar. Con los espantos que la guerra crea, basta con mostrar.

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