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Un balance esperanzador

La aplicación de la ley de bancadas favoreció a los partidos de la oposición en los momentos de control político y, en sentido inverso, pareció operar a favor de las bancadas del gobierno en el proceso legislativo.

Semana
6 de enero de 2007

Este ha sido un año interesante y ha marcado un cambio significativo en el orden político colombiano. En cuestión de pocos meses se estrenaron reelección presidencial, lista única y Ley de bancadas, y se logró un resultado más que esperanzador. Como cabe recordar, estas reformas fueron adoptadas para lograr una mayor continuidad gubernamental y para poner término a ciertos desarreglos propiciados por un individualismo creciente, tanto en el ámbito electoral como en el parlamentario. El juego combinado de estas tres reformas anuncia en el horizonte el advenimiento de una mejor y más democrática gobernabilidad, al tiempo que nos aleja del espectro del presidencialismo mayoritario tan anunciado por algunos columnistas.

La lista única buscaba poner término al riesgo de un multipartidismo extremo generado por reglas laxas que favorecían la proliferación de listas, movimientos y partidos políticos. Por su parte, las bancadas obedecían a la búsqueda de un mayor grado de integración y de cohesión en el ámbito parlamentario, el cual parecía ser victima del comportamiento fuertemente individualista de los congresistas. La situación generada era de tal magnitud, que para numerosos observadores, Colombia se acercaba a los linderos de una precaria e incierta gobernabilidad ante la imposibilidad de racionalizar el comportamiento de los actores políticos, sin lo cual es inviable acceder a un proceso de decisión eficiente y legitimo en los ámbitos político y gubernamental. En términos más simples, es más fácil gobernar o hacer oposición con bancadas que sumando voluntades individuales en un proceso de negociaciones inciertas e inestables.

Los resultados de las reformas han sido inmediatos y tangibles, tanto en términos cuantitativos como cualitativos. Las cifras son dicientes. En el Senado se pasó de 43 partidos en 2002 a 12 al inicio del cuatrienio 2006-2010, y en la Cámara, de 46 a 23 en el mismo periodo. Por otra parte, en términos cualitativos, un estudio elaborado por el programa Congreso Visible de la Universidad de los Andes muestra como en los primeros seis meses, la aplicación de la Ley de Bancadas deja un balance preliminar más que satisfactorio. Dicho informe indica que en el período legislativo que concluye, se produjeron cambios sustanciales en el proceso legislativo y en las funciones de control político del Congreso, atribuibles al hecho de que los miembros de un mismo partido o movimiento político tuvieron que actuar en bloque y no individualmente, como ocurría anteriormente.

La actuación en bancadas ha permitido avanzar hacia un ejercicio más racional de la actividad legislativa, al tiempo que creó las condiciones para la consolidación de la oposición y el refuerzo de las funciones de control político del Congreso. La calidad de las intervenciones ha mejorado sustancialmente e indica una especialización creciente de roles en el interior de las bancadas, situación contrastada con la de anteriores Congresos, en donde todos opinaban sobre todo, con lo que se diluían el interés y la trascendencia de los debates Todo indica que el uso de los dispositivos procesales de la ley de bancadas constituye, sin temor a equivocarnos, uno de los avances democráticos más importantes para el Congreso como institución.

Lo anterior es corroborado por la progresiva consolidación de un esquema gobierno-oposición, tan necesario para la rendición de cuentas en un sistema democrático. Dicho esquema se concretó en el Congreso por una configuración que giró en torno a los partidos y los movimientos que apoyaron al presidente Uribe en su campaña de reelección –el Partido de la U, Cambio Radical, el Partido Conservador, Colombia Viva, Colombia Democrática, Convergencia Ciudadana y Alas Equipo Colombia–, y al Polo Democrático Alternativo y el Partido Liberal asumiendo el rol de la oposición.

El balance que deja la aplicación de la Ley de bancadas para sus actores es ampliamente favorable, aunque desigual. Para el Congreso, sin duda alguna, es altamente positivo. Así, la observación de la legislatura muestra que favoreció a los partidos de la oposición en los momentos de control político y, en sentido inverso, pareció operar a favor de las bancadas del gobierno en el proceso legislativo. Este resultado debe ser ampliamente valorado. Pues si algo se debe temer de toda reforma política, es el riesgo que implica para el proceso de decisión gubernamental, la aparición de eventuales bloqueos que impidan una gobernabilidad fluida o, que en sentido opuesto, se genere un fenómeno mayoritario de tal magnitud, que impida un ejercicio efectivo del control político por los partidos de la oposición. Afortunadamente, ninguna de estas situaciones se presentó. El Congreso fue –como no lo había sido en muchos años– una arena importante para el control político del gobierno sin que se obstruyera la aprobación de la agenda legislativa sometida a su deliberación y su aprobación.

En cuanto a los partidos políticos, su resultado fue bastante contrastado. Algunos demostraron una gran capacidad de adaptación, como Cambio Radical y el Partido Conservador. Cambio Radical demostró ser una formación cohesionada y disciplinada, contando además con el liderazgo incontestable de German Vargas Lleras quien, como ningún otro, logró potenciar al máximo las posibilidades que abría para su formación política la Ley de bancadas. En cuanto al Partido Conservador, su grado de organización interna y una tradición política que valoriza la disciplina de sus miembros le permitieron alcanzar resultados importantes tanto en su presencia en el Congreso como en sus relaciones con el gobierno. En cuanto al Partido Liberal y el Polo Democrático Alternativo, inclinados naturalmente por su cultura política al debate interno y al faccionalismo, se vieron abocados a superar sus matices y sus diferencias ideológicas accediendo a una mayor disciplina y cohesión a fin de optimizar su rol de oposición al gobierno. Tan solo el partido de la U parece destinado a un futuro incierto, conocidas su fragilidad organizativa, su débil cohesión y la ausencia de un liderazgo fuerte que le permita una actuación eficiente como bancada mayoritaria.

En síntesis, se puede afirmar que la aplicación de la Ley de bancadas, a pesar de los vacíos normativos y las dificultades inherentes a su primer uso, en un momento transicional particularmente difícil como el actual, nos invita al optimismo. Es notorio el proceso de consolidación de los partidos y el retorno en fuerza del Congreso de la República como institución central del proceso político y legislativo colombiano. Esto se corrobora al observar una actividad legislativa más organizada y coordinada en el interior del Congreso, sin olvidar el mejoramiento sustancial en la calidad del control político por parte de la oposición.