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UN BUEN NEGOCIO

Semana
8 de noviembre de 1999

El primer análisis que debe hacErsele al episodio de la salida de Rodrigo Pardo de El
Espectador, es que a pesar de las versiones que andan rondando por ahí, sobre los motivos de este relevo,
la fórmula que decidió aplicársele a la dirección del periódico tan pronto como fue adquirido a la familia Cano,
resultó un 'excelente negocio' tanto para su director como para su propietario. En otras palabras, tanto Pardo
como el Grupo Bavaria ganaron, y tienen motivos de mutuo agradecimiento.Por los días en que le ofrecieron
el cargo, agonizaba el gobierno Samper y Pardo ejercía la embajada de Colombia en París, ciudad en la que
se había prácticamente exiliado luego de su cuestionado papel en el proceso 8.000. Justa o injustamente,
Rodrigo arrastraba con este lastre. Ni el hecho de que el fiscal de entonces, Alfonso Valdivieso, se hubiera
abstenido de vincularlo al escandaloso proceso había logrado despejar esas nubes negras que se habían
instalado sobre la imagen del ex canciller y entonces embajador, imagen que hasta antes de explotar el
8.000 lo proyectaba como una de las figuras jóvenes más interesantes de la política liberal. ¿Qué le
esperaba por esos días a Rodrigo Pardo? Abandonar la embajada, tan pronto como cambiara el gobierno.
Regresar al país en medio de unos resultados electorales que le eran adversos y defenderse como pudiera
de sus problemas de imagen derivados de su asociación inevitable con Ernesto Samper. Por ello supongo
que el ofrecimiento del Grupo Santo Domingo de venirse a manejar El Espectador fue como de hada
madrina. Así, se enfrentó al reto de hacer del periódico de los Cano algo completamente distinto, que
sacudiera el estilo decoroso y valiente pero un tanto amodorrado y poco competitivo que caracterizaba a sus
antiguos propietarios, agravado por la dificilísima situación económica que los llevó a tomar la decisión de
vender el periódico.Que Pardo lo logró, es indudable. El Espectador comenzó a leerse nuevamente,
atrayendo a sus lectores mediante el anzuelo de unos editoriales modernos y profundos, unas páginas
editoriales ideológicamente amplias, unos columnistas nuevos y un dedicado cubrimiento noticioso. Incluso
el toque oposicionista que Pardo le imprimió al periódico (recuerdo especialmente un reciente titular del
'Salmón' que decía: "Pastrana no recibe a los pobres"), era tremendamente atractivo. Para el momento de
su salida, nadie relacionaba ya a Pardo con el 8.000. Se había graduado de periodista, lo que según
confesó en alguna entrevista, era uno de sus sueños, y seguramente continuará siendo su actividad
predilecta. Y se había graduado de director, porque no hay nadie que pueda negar que Rodrigo Pardo entregó
un periódico mucho mejor que el que recibió. Por su parte, el nuevo dueño del periódico, el Grupo Bavaria,
también debe tener motivos de agradecimiento. La independencia de Pardo le permitió al Grupo quitarse el
complejo de haber comprado el periódico de los Cano, mucho menos leído que El Tiempo pero sagrado
para los colombianos. Fueron muchas las semanas en que voceros del grupo empresarial aseguraban
insistentemente que el periódico no iba a estar al servicio de sus intereses, en medio de la incredulidad
general por experiencias como la de Caracol Radio, donde la independencia históricamente no ha sido tan
evidente, de pronto por la personalidad dúctil y acomodable de su director, Darío Arizmendi.Durante las
primeras semanas de circulación del nuevo producto, sus lectores buscaban maliciosamente entre renglón y
renglón dónde estaban los intereses de los nuevos accionistas del periódico, hasta que un día se aburrieron
de buscar y comenzaron a creer en que lo que allí estaban leyendo reflejaba ante todo el carácter de su
director y de su estrecho equipo de colaboradores. Y muchas veces hasta fue indudable que cosas que allí se
publicaban de pronto podían no ser del agrado de sus dueños.Ahora los más significativos voceros del
samperismo, y hasta los parientes, señalan con dedo afilado a Julio Mario Santo Domingo de haberle
entregado la cabeza de Rodrigo Pardo al presidente Pastrana. Qué irónico que el resultado haya sido el
nombramiento de Carlos Lleras de la Fuente, cuyo carácter frentero y totalmente libre de ataduras tiene a
medio Bogotá apostando cuánto va a durar al frente del periódico.Lleras no es un hombre que se nombra en
un cargo para salir fácil de él al primer contratiempo que se presente. Pienso que con su escogencia, Santo
Domingo asumió el riesgo de su permanencia, contra viento y marea, y acertó en un nombramiento que
le garantiza interés adicional a El Espectador, cuando la manera de ser aguda, mordaz, cosmopolita y llena de
fino humor cachaco de Carlos Lleras comience a reflejarse en sus páginas. Sólo queda darle un consejo al
nuevo director y a los accionistas del periódico. Que con un asesor apropiado, le eviten a Carlos Lleras hijo
que le suceda lo que le pasó a Carlos Lleras padre. Que sólo duró seis meses al frente de la dirección de El
Tiempo porque a las tres de la madrugada seguía corrigiendo minuciosamente el editorial.