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Un camino, una esperanza

Los pueblos indígenas continúan dándonos ejemplo a los colombianos de salidas efectivas contra la guerra. Gladys Jimeno resalta el ejemplo de los Pijao del Tolima.

Semana
6 de marzo de 2005

Los pueblos indígenas -cada vez más llenos de identidad y autonomía- continúan dándonos ejemplo a los colombianos de salidas efectivas frente a las dificultades en las que permanentemente nos coloca la guerra irregular en el país. Ayer fueron los Paeces o Nasa con la marcha y el Congreso Indígena permanente que se realizó en Cali. Hoy son los Pijao del Tolima, a quienes en medio del cruce de caminos del conflicto armado interno, éste se les introduce en sus territorios e interviene la vida social, económica, política y también la cotidianidad colectiva, individual y organizativa de las comunidades.

El 14 de febrero pasado, el Crit (Asociación de Cabildos y Autoridades Tradicionales del Consejo Regional Indígena del Tolima) recibió una carta de las Farc en la que se les exige tributo sobre la Empresa Promotora de Salud, Pijaos-Salud. La respuesta unánime de los Cabildos Gobernadores se correspondió con la fidelidad a sus pueblos: no tributarán y no aceptan que se condicione a sus organizaciones y líderes.

Lo consideran inaceptable porque las autoridades indígenas y sus organizaciones son autoridades especiales de derecho público. Porque son autónomos en gobierno, cultura, decisiones económicas, territoriales, fiscales y jurisdicción propia. Porque la salud es un derecho fundamental, no un negocio para enriquecerse, a pesar de que los sistemas de Estado contemporáneos quieran reducir éste y otros derechos a mercancías en manos de negociantes.

Los indígenas no se confunden en esto, la salud continuará siendo un derecho, y para ellos además, un servicio gratuito que debe brindarles el Estado. Como también son antes que nada derechos, la educación, la alimentación, el territorio y los recursos naturales, entre otros. No pueden abandonar estos principios ganados a pulso a través de cientos de luchas y experiencias que los han curtido y les han dado sabiduría y madurez, porque sería abandonar su identidad y autonomía.

Sorprende que aún hoy en día, tras 14 años de reconocida en la Constitución Nacional la diversidad como una característica nacional, el desconocimiento y la discriminación a los indígenas continúe siendo la forma de relación social y política, como también hacia los gitanos o pueblo Rom, el pueblo negro y otros grupos étnicos.

Hoy son las Farc las que piden tributo y a quien los Pijao le responden recordándoles y ejerciendo su autodeterminación.

Los pueblos indígenas y sus territorios constituyen 'naciones' dentro de la Nación (si queremos nombrar de alguna manera su condición), no son un gremio más, no son una asociación sindical o cívica y tienen derechos ancestrales por ser los originarios de este continente y haber sido reducidos a servidumbre durante siglos.

Hay una deuda nacional que empieza a resarcirse cuando se reconoce su diferencia y cuando se respeta su autodeterminación dentro de la República. Son pueblos con un alma, un cuerpo y un territorio dentro de una Nación de la cual hacen parte. Que tienen unos modelos de vida social, económicos, políticos y espirituales diferenciados.

El ejemplo de los Pijaos señala un camino: actuar desde ellos mismos, sin traicionarse ni traicionar los derechos que tienen en medio del conflicto armado, sin ceder sus derechos ni aceptar presiones mediante la intimidación o el miedo, y dejan abierta la puerta del diálogo, de la reflexión y el reconocimiento de la diferencia.

Sus derechos pueden no ser respetados, pero la salida que siguen proponiendo al país es hablar, concertar, escuchar, oír y entender al 'otro'. Los Pijaos han hablado de su compromiso con la paz, con los diálogos y las concertaciones, con las expresiones públicas de sus posiciones, con las soluciones políticas y constructoras de país antes que cualquier otra forma.

Por eso, su propuesta va mucho más allá de una simple negativa. Su respuesta habla de andar este camino de paz, concertación, diálogos, para poder cambiar la conciencia social y las políticas públicas hacia la verdadera protección de sus pueblos y la sociedad.

Porque son pueblos con visión de futuro y de presente hoy dicen no. Por eso también marcharán el 31 de mayo, el 1, 2 y 3 de junio hacia Ibagué para realizar un congreso permanente y móvil y mostrar que hay un camino de pensamiento y reflexión en medio de la guerra irregular que vivimos. Y que son las mejores formas para buscar una paz real que desemboque en acuerdos sociales, políticos, humanitarios.

Los colombianos necesitamos restablecer los diálogos, las reflexiones y las afirmaciones de los caminos propios. Necesitamos aprender el camino del respeto al otro y a nosotros mismos y comprender que el gobierno empieza en casa, en nuestras comunidades y localidades, en nuestros territorios y regiones y desde ahí quizás podamos permear lo nacional.