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Un cese unilateral del fuego

Si para las Farc es tan importante este punto podrían declarar un cese unilateral de hostilidades y con esa decisión obligarían al gobierno a repensar la idea de continuar la confrontación.

León Valencia
20 de octubre de 2012

No fue tranquila la rueda prensa en Oslo. Se esperaba que las partes se limitaran a establecer la metodología de la negociación de la agenda acordada en la fase exploratoria y que dieran cuenta de las reglas de juego y de los tiempos de diálogo. Pero no. Tanto el gobierno como las Farc marcaron territorio y se emplearon a fondo para establecer el lugar desde donde se aprestan a negociar.

El gobierno, en la voz de Humberto de la Calle, señaló tajantemente que no estaban en discusión el modelo de desarrollo, la doctrina militar, la inversión extranjera y los aspectos sustantivos de la Constitución de 1991. Que durante la segunda fase se apegarían estrictamente a la agenda de cinco puntos: desarrollo agrario, inclusión política, narcotráfico, víctimas y dejación de las armas en función de la terminación de la guerra. Esos son los temas que tienen que ver directamente con el conflicto. Para los demás queda la posibilidad de que las Farc, en el escenario democrático y con garantías para hacer política, ganen las elecciones y puedan poner en práctica su plataforma.

Las Farc por su parte arrancaron con una crítica implacable a las multinacionales y a las élites del país. Se detuvieron largamente en el examen del problema agrario y no ahorraron palabras en la exaltación de la soberanía nacional y en el llamado a defender los recursos naturales. Fueron duros como lo han sido siempre, fueron ortodoxos como siempre. Insistieron una y otra vez en la justicia social. Paz con justicia social decían. La paz no es el silencio de los fusiles, no es la desmovilización, es un cambio en el ambiente del país. Atacaron con nombre propio a empresarios y políticos y dejaron ver que le dan un sentido más amplio a los puntos acordados en la agenda exploratoria.

Las partes se mostraron los dientes. Fue así. Pero a la vez, cada delegación expresó nítidamente su voluntad de terminar la guerra. El gobierno habló de hacer cambios sociales, de ampliar el marco político creado por la Constitución del 91 para que fuerzas como las Farc convertidas en partido político pudieran disputar el poder. Fue supremamente cauteloso al hablar de las exigencias de la justicia internacional y señaló que se acogerían a la justicia transicional para buscar fórmulas que permitieran el ingreso de las Farc a la vida democrática y al ejercicio de la política. En este, que es un punto muy espinoso y muy preguntado por los periodistas, dejó ver que ya han empezado a buscar salidas, que algo de esto han hablado con las Farc.

No pinta fácil la segunda fase. Pero las partes han dicho que será también un periodo discreto en el que a puerta cerrada cocinarán un acuerdo para poner final al conflicto y solo saldrán a la prensa esporádicamente para informar de manera concertada sobre los avances de la negociación. Una medida necesaria, porque en estas presentaciones públicas las partes se ven obligadas siempre a insistir con vehemencia en las diferencias para satisfacer a sus representados.

Por ejemplo: era imposible que Humberto de la Calle no saliera a criticar por improcedente que las Farc se refirieran de manera personal a Álvaro Uribe, a Francisco Santos y a otros dirigentes del país. Pero también era impensable que las Farc desaprovecharan un escenario donde tenían a 160 medios de comunicación para hablar de su plataforma política y para justificar sus acciones de 50 años.

En todo caso llamó especialmente la atención que fueran las Farc quienes insistieran una y otra vez en un cese bilateral de las hostilidades y señalaran que no solo era un mejor ambiente para negociar sino una medida para evitar más muertes en la etapa final de la guerra, fue muy sentido este llamado y sonaba muy lógico.

Pero oyendo y oyendo la idea, se me ocurrió que si para ellos es tan importante este punto podrían declarar un cese unilateral de hostilidades y con esa decisión obligarían al gobierno a repensar la idea de continuar la confrontación. Dejarían sin argumentos a Santos. Sería muy difícil que después de esta determinación audaz de las Farc la fuerza pública persistiera en la ofensiva. La guerrilla se anotaría un punto precioso ante la opinión pública.

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