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UN CURIOSO PARECIDO

...Arandelas, sólo arandelas. Lo que el televidente busca cuando sintoniza un noticiero son noticias y ojalá noticias analizadas desde un punto de vista muy claro.

Semana
16 de septiembre de 1985

Se llamaba Jesusa pero "teníamos" que decirle Jesusita. Llego a nuestra clase quince días después de haberse iniciado el período escolar. Era una muchachita flaca, de lánguidos ojos azules y pelo castaño peinado hacia adentro como el de los pajes en las películas. Se llamaba Jesusa, y desde el primer día exigió que la llamáramos jesusita. Este recuerdo que tiene años de archivo en mi memoria, surgió con claridad sorprendente hace unos días mientras miraba la hueva versión de Telediario. Por esos extraños caprichos de la mente descubrí entonces que estaba asociando a Edgar Artunduaga con Jesusa, aquella compañera aparentemente inofensiva que exigía diminutivo para su nombre. Sobra aclarar que el parecido no tiene origen físico. Ni Edgar es un muchachito flaco, ni tiene lánguidos ojos azules, ni usa el peinado hacia adentro como los pajes de las películas. Seguramente tampoco exige que lo llamen Edgarcito. Entonces, ¿por qué la relación? Habría que recordar algunos otros rasgos de Jesusita, quien resultó ser una alumna muy viva, bastante precoz e irreverente. El primer día interrumpió la clase de matemáticas para decirle a la profesora que se le había ido un punto en su media velada. Ella, que era una señora respetable, incapaz de sonreir, a quien escasamente nos atrevíamos a saludar, quedó tan sorprendida con el tono de candidez en la observación que perdió el hilo de la frase. Ese, en realidad, era el secreto de Jesusa. Tenía la capacidad de sorprender en la misma forma que lo hace Edgar Artunduaga con sus invitados a Telediario. Naturalmente fue ahí donde surgió la asociación. Justo durante una entrevista que Olga Duque de Ospina concedió al periodista. La señora de Ospina hablaba sobre su labor en la Caja Nacional de Previsión.
Impecablemente vestida, luciendo traje rojo y joyas en fondo negro parecía una precandidato en vlsperas de elección. En tono pausado manifestaba a la opinión pública que estaba "muy satisfecha, pues recientemente había inaugurado una sala de velación". Edgar, entonces, la interrumpió para preguntarle: "¿Es fácil morirse en la Caja?, porque me dicen que la atención es terrible", y ella agregó: "está muy mal informado"; entonces Artunduaga, con aire de Jesusito, remató: "¿Se puso brava por la pregunta?", y todo se quedo en sonrisas. Es el estilo del periodista huilense, muy "sin querer, queriendo", como en las comedias del Chapulin. Ahora bien, ¿por qué interesa evidenciarlo? Sencillamente, porque Edgar Artunduaga es la nueva imagen de Telediario. Don Arturo Abella aparece cada vez menos y habla sólo de cuando en vez. Las causas de este cambio, los motivos económicos o legales que se oculta tras la desaparición de Virginia las Amparos continúan siendo objeto de conjeturas.
La verdad televisiva del noticiero Abella es una: Edgar Artunduaga. Los cambios que esta verdad ha traído al espacio son notorios. No sólo está la agresividad del enfoque para cada noticia, si no la clara intención de busca ganchos para ensartar televidentes. Algunos de esos ganchos funcionan, otros no. Funcionan todos los ganchos que tengan relación con noticias y noticiero. Se salen de ambiente los ganchos humorísticos colocados a la fuerza, las reinas, actrices o modelos traídas de los cabellos para hablar bla, bla bla, como si por se ellas quienes son, pudieran garantizar un encendido mayor de receptores. Es que la fiebre "Nielsen" ha creado también estereotipos de sintonía. Se cree que lo chistoso gusta y entonces se acude a los amigos para que hagan gracias ante las cámaras. De otra forma no se comprende qué hacia en Telediario, Miguel Angel Bermúdez, imitando (por cierto bastante bien) a los ex presidentes colombianos. Se piensa que las reinas atraen y entonces se acude a Susana Caldas, aunque ya no esté en su año de reinado. Se pretende originalidad invitando un caricaturista para que dibuje al invitado... Arandelas, sólo arandelas. Lo que el televidente busca cuando sintoniza un noticiero son noticias y ojalá noticias analizadas desde un punto de vista muy claro.
Tal vez Edgar Artunduaga, por estar buscando a su alrededor, no se ha dado cuenta que el secreto del asunto, el swin del noticiero, el gancho que más ensarta es su propia agresividad o aquella capacidad de sorprender que tiene en común con Jesusa, mi lejana ex condiscípula, aquella muchacha aparentemente ingenua que a base de indiscreciones puso en aprietos a todo el profesorado.--