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Un emisor que no corta ni se presta el hacha

Para Juan Miguel Villa al Banco de la República ni cortó ni prestó el hacha durante 2007. Por un lado, se le salió de las manos el aumento de los precios, y por el otro, permaneció anunciando aumentos en las tasas de interés mientras nuestro principal socio comercial, Estados Unidos, no hacía otra cosa que disminuirlas para amortiguar los efectos de una posible disminución en su de crecimiento económico.

Semana
12 de enero de 2008

Durante el año 2007 la inflación colombiana se ubicó en el segundo lugar en el nivel latinoamericano entre las economías con menor crecimiento de precios, después de Perú, donde efectivamente las tasas de interés para la colocación de créditos fueron sumamente superiores que las nuestras. Sin embargo, no podemos olvidar que pese a esa distinguida posición, nuestro emisor no logró cumplir su meta inflacionaria porque los precios superaron todas las expectativas, lo que evidencia la carencia de eficacia y de eficiencia en su labor constitucional.

Para ninguno es un misterio que en el artículo 373 de la Constitución de 1991 se define como una de las principales labores del Banco de la República velar por la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda o, en otras palabras, controlar la inflación. Muchos coinciden en que la Constitución esta llena de santos pero de pocos milagros, pero un mandato de este tipo tiene que estar acompañado de sentido común y estar consiente de los medios oportunos y pertinentes utilizados para lograr su fin. No es necesario ser un experto economista para entender cómo nuestro banco central toma medidas para alcanzar su objetivo constitucional de política monetaria, sin ningún tipo de compromiso aparente con el resto de los actores económicos, llevándose por delante a empleados, exportadores, consumidores y, en ocasiones, al gobierno.

En resumidas cuentas, el Banco de la República ni cortó ni prestó el hacha durante 2007. Por un lado, se le salió de las manos el aumento de los precios, y por el otro, permaneció anunciando aumentos en las tasas de interés mientras nuestro principal socio comercial, Estados Unidos, no hacía otra cosa que disminuirlas para amortiguar los efectos de una posible disminución en su de crecimiento económico. Tampoco es necesario ser muy experto para saber que ante esta situación, se genera una tendencia para que el precio del dólar se vaya a pique y para que los agentes decidan endeudarse en el extranjero y no con crédito doméstico, lo que agrava la situación y nos despoja de la poca competitividad que poseemos en bienes manufacturados o con poco valor agregado.

Hace muchos años Adam Smith escribió que el consumo es el fin de toda producción, pero para nuestro emisor pareciera que hubiera sido su principal enemigo durante el año pasado. Los analistas han iniciado el año comentando que la economía colombiana estuvo ‘recalentada’ por el consumo y que esa fue la causa del aumento de los precios. Casi siempre que se indaga a los directivos del Banco de la República, salen por la tangente al declarar que todo lo que pasa en la economía colombiana se debe a causas externas o es por culpa del gobierno. Varias incógnitas son generadas con estas explicaciones: ¿no era capaz nuestro banco central de prever un recalentamiento de la economía antes de anunciar una meta de inflación? ¿Será que la imaginación del Banco de la República solamente le da para cambiar las tasas de interés ante presiones inflacionarias? ¿Esta vez el desfase de las predicciones se debió a su ineficacia o factores externos?

Las repuestas y las interpretaciones pueden ser infinitas y nunca habrá consenso. Para las dos primeras preguntas se puede decir que sí, pero para la tercera es necesario entender que gran parte de la inflación se debió en gran parte al crecimiento de los precios de los servicios, los cuales no se pueden exportar o ser importados y no son sensibles en su totalidad a los mercados externos (transporte, educación y salud).

Si el principal medio y carta bajo la manga que posee el Banco de la República para lograr su fin de controlar el poder adquisitivo de la moneda es la tasa de interés, sin importar las consecuencias negativas que esto tiene sobre el resto de la economía, es necesario preguntar y comparar con la Reserva Federal de Estados Unidos. Lo que los colombianos deben estar preguntándose además de todo es por qué lo gringos ante una evidente recesión económica bajan las tasas de interés sin importar el comportamiento de los precios, y nosotros las aumentamos sin importar lo que eso implique para el crecimiento de la economía en el corto plazo.

¿Es que acaso a los gringos les gusta más el crecimiento económico que a nosotros? ¿Serán más inteligentes los funcionaros de la Reserva Federal que los nuestros, o viceversa? Son preguntas que se deben hacer nuestros congresistas y tenerlas en cuenta para responder cual debe ser el fin de nuestro emisor y de paso reformar aquel artículo 373. Si la tasa de interés está al servicio de los precios o al servicio del crecimiento real de la economía es una disyuntiva que ya tiene resuelta nuestro banco central porque hasta ahora lo que se evidencia es que para el Banco de la República lo que lo más relevante es que compremos menos caro pero sin importar que tengamos con qué.
 
 
 
* villajuanmiguel@yahoo.com