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L O R E N Z O    <NOBR>M A D R I G A L</NOBR>

Un silencio, muchos silencios

Descartada la tregua navideña en el campo de la guerra (el luctuoso campo de Marte), asoman en el periodismo colombiano signos de enfrentamiento y de funesta intolerancia.

Semana
27 de diciembre de 1999

Descartada la tregua navideña en el campo de la guerra (el luctuoso campo de Marte), asoman en el periodismo colombiano signos de enfrentamiento y de funesta intolerancia. Dos casos quiero comentar, ambos inesperados y sorprendentes.

El candidato del Partido Liberal, llamémoslo así de una buena vez, cree necesario aclarar un editorial del diario

de Bavaria, hoy bajo todas las luces de la observación por su cambio en el puente de mando. Pese a su origen, la carta es editada, lo que, en términos de prensa, quiere decir recortada para su publicación. Hecho insólito, dada la prestancia del personaje, y de no poca significación política.

El editorial marcaba de entrada un rompimiento con la línea oficial —samperista— de ese partido, en tales términos que el candidato, olvidándose de los cuidados que suelen tenerse con la prensa en esa condición, no tiene empacho en aceptar el reto altivamente. En un diario que fue puerto de tolerancia, abierto a las contradicciones, Carlos Lleras, actuando más como político que como periodista le enfrenta baterías a Horacio Serpa, a quien algunos todavía llaman jefe único del liberalismo.

Aquí se juntan la soberbia del novel director de periódico y el tremendo desafío que planteó el propio Serpa en la revista Cambio, cuando, sin que lo advirtieran muchos, proclamó sus intenciones de volver a una lucha denodada por el poder.

“Triste destino el de ese periódico que rompe con su tradición de ecuanimidad e imparcialidad, y ahora trabajará en bien de la politiquería con criterio llerista y en bien de los principios lleristas con criterio politiquero”. Vaya andanada la del jefe Serpa al diario de cervezas liberales. Esta parte de su carta, por supuesto, fue omitida en la publicación. Lleras monta en cólera fácilmente y está comenzando a disponer en su barataria ínsula, sin consulta y despiadadamente. De otra parte, entrega columnas por familias amigas o por sectores, despersonalizando las opiniones, que como Lleras de la línea caliente, no quiere delegar.

Ya al periódico El Nuevo Siglo le había disparado una terrible nota del día (cuando todavía las firmaba con sus iniciales), en que lo menos que le decía era que había publicado un texto obituario sobre un antiguo jefe de seguridad “con desvergüenza singular”. Nota firmada en que hizo, por contera, un gran elogio del DAS, de tiempos de la dictadura. Qué tal.

El significado político del gesto inamistoso con Serpa es, sin duda, el de la agudización de la fisura liberal, que, ya puede verse, se va a ir a fondo en el empeño por reconquistar el poder. En el aspecto periodístico, es la confirmación de muchas preocupaciones de los lectores, cuando vieron llegar la figura circular (como de ovni potente) del doctor Lleras a su oficina de director-estadista del viejo diario de los Cano.

Otro hecho de grave intolerancia en el campo periodístico, ya tocado por la guerra, es el alejamiento voluntario que de su columna y de su cuadro diario de caricatura ha expresado, en la edición de El Nuevo Siglo del pasado jueves, el periodista Alvaro Montoya Gómez, acosado por gravísimas amenazas de oculto origen, que han sembrado incertidumbre en su joven familia.

Sin vacilación, los aguerridos forjadores de opinión, que han sido por años el literario ‘Bionauta’ y el dibujante ‘Alfín’, y como su autor lo ha escrito, han preferido “hundirse en silencio”, antes que asumir distintos y acomodados silencios. “Si no puedo opinar con libertad, es mejor no hacerlo. Prefiero el silencio a los silencios”, ha dicho en la más bella nota de su producción, siempre corta y de fácil lectura, así como de combativas opiniones.

Es esta una baja demasiado sensible para sus colegas y para los festivos ‘lectores’ de sus dibujos, que ven espantarse el humor inerme entre lo más espeso e inicuo de la confrontación armada, porque ese, ciertamente, no es su clima. Como lo ha dicho dramáticamente quien reúne las calidades de político y periodista, y es para mí de larga y obligada lectura, Abdón Espinosa: “Las hostilidades se recrudecen y las armas tienen la palabra”.

Conmovido, registro este espacio de silencio, que por fortuna a salvo, nos ocasiona Alvaro Montoya e invito a la lectura de su artículo de despedida, pleno de sentido humano y libertario. Silencio que se suma al irreparable mutismo con que se selló criminalmente la alegre y creativa locuacidad de Jaime Garzón.

En su poema del mar no visto, León de Greiff estremecía con aquel verso: “Sus resonantes trombas, sus silencios, yo nunca pude oír”. Alegres y resonantes trombas del mar periodístico y del humor que no escucharemos más, mientras ponemos atención a sus todavía más elocuentes silencios. Cruje el tablado.

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