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Un timo llamado Timo

¿Es propaganda política o una confesión? acaso los afiches de Gerlein decían “¿duermo?” o los de Musa Besaile, “¿robo?”

Revista Semana
3 de febrero de 2018

Apoyé el proceso de paz, y lo hice por mis hijas: me parecía injusto que, en unos 40 años, el diálogo con ellas me demostrara que la historia de Colombia es una culebra que se muerde la cola:

-¿Aló, papi? –me advertiría la mayor–: no podemos salir a visitarte al ancianato, porque en RCN están diciendo que hay pescas milagrosas …

-Pe-pero, ¿y mi tamal? –respondería yo.

-No, papi, es muy peligroso salir: si allá no hay tomas guerrilleras, dile a la enfermera que te saque al parque…

-Pero los parques de acá no me gustan –les insistiría–: están todos pelados desde que Peñalosa taló los árboles, hace 40 años…  Es que ese Peñalosa... Yo voté por él, ¡pero después me pegué una arrepentida! Es que en esa época había un señor que se llamaba Petro, que era todavía peor, y pensé que…

-Ay, papi –me interrumpiría–: no empieces con los viejitos de tu época, que ya tenemos suficiente con Valentina Pastrana…

-Vengan por mí –clamaría–: encima de todo, en el cuarto de al lado pusieron a Horacio José Serpa, y todos los días me grita que soy su youtuber de 80, y me dice que nos demos en la jeta…

-Ay, no, papi, cuidado: cualquier cosa te quitas la caja de dientes…

-¡Vengan!

-No podemos: es peligroso. Hay que votar por el nieto de Uribe para que esta vez sí le gane a la guerrilla…

Para evitar, digo, que mis charlas de 2058 fueran semejantes a esa, voté por el Sí e hice fuerza para que el acuerdo de paz se implementara con las modificaciones a que hubiera lugar. Sabía que no cosecharíamos una paz gratis, claro que no, pero el precio del acuerdo me parecía más barato que el de continuar con la guerra. Porque no hay guerra buena. Y de eso puede dar fe María del Rosario.

Comprendí a quienes se oponen a que los exjefes guerrilleros ocupen curules: resulta injusto que unos forajidos desalmados obtengan asiento en el recinto máximo de nuestra democracia; ¿qué dirían aquellos legisladores prístinos que los precedieron en sus patrióticas curules, como un Alberto Santofimio, como un Alvarito García, como un Pablo Escobar?

Pero, a pesar de mis consideraciones, y como alguna vez lo sostuve, al final estuve de acuerdo con que los exguerrilleros obtuvieran presencia en el Congreso: han sido tan sinvergüenzas, que merecen ser congresistas, para que escarmienten; dios mediante les roben las billeteras y tengan que soportar las intervenciones de Paloma Valencia sin siquiera reírse.

Por lo demás, estuve dispuesto a tragarme el sapo de la supuesta impunidad porque para mí resulta suficiente con que los miembros de la Farc reciban la vida civil como castigo: quiero ver a Iván Márquez en una reunión de copropietarios del edificio, a Victoria Sandino en el bazar del colegio de sus hijos; a alias el Paisa afiliado a Medimás: la vida civil, señores exguerrilleros, es dura de verdad; no es como en el monte o la selva. Acá rige la ley del más fuerte: disputen un taxi en la calle, para que vayan sabiendo.

Pero sobre todo apoyé el proceso de paz para darme el gusto de rechazar a los exguerrilleros en las urnas, asunto que podré hacer ahora que Timochenko lanzó su campaña a la Presidencia. Lo hizo muy a su manera; con unos afiches en los que, en letras gigantes, se lee la palabra Timo: ¿es propaganda política o es una confesión? ¿Es su promesa de gobierno? ¿Acaso los afiches de Gerlein decían “Duermo”, o los de Musa Besaile, “Robo”?

En la foto, además, se observa en todo su esplendor el nuevo look del candidato: ya no es un machote bribón de barba cimarrona, sino un señorito rollizo que se mandó teñir en tonos caoba una chivera delineada a la manera de Abelardo de la Espriella: ¿qué significa esto, por favor? ¿Esa es la paz de Santos? ¿Quién respingó la pelusa de Timochenko? ¿El estilista de Maluma? ¿Se quitó la selva de otras partes? ¿Saben lo que quiero decir? ¿Mandó talar los árboles de su parque, para decirlo en términos de Peñalosa?

Siempre he dicho que un gobierno de la Farc tendría sus ventajas; que, pese a que en asuntos tributarios estarían tentados no solo a hacer retenciones en la fuente, sino en las carreteras, uno sabe que ejecutarían. Pero este aspecto estilístico de Timochenko acabará en diseño de sonrisa. Es el paso previo a terminar ingresando a un reality de RCN. Pasó de pedir rebajas de pena, a rebajas de henna.

Yo sé que ser colombiano es un acto de paciencia. En la misma semana, Fajardo pide acudir a Google cuando lo corchan en los debates, para no copar la memoria con datos inocuos; Vargas Lleras dice que el gallo de Uribe está muy pollo, pese  a que el gallo de Uribe, en realidad, es Ordóñez, porque es el más destemplado: parece un gallo de Gaviria. El hermano de Uribe quedará libre porque su testigo perdió súbitamente la memoria: lástima que no hubiera acudido a Google, para preservarla.

Pero pertenecer a un país en que un líder exguerrillero anda con la barba teñida, ya es un exceso.

Celebro, pues, que participe en la contienda; pero deseo su derrota de corazón: ojalá nombre a Roberto Prieto como gerente de campaña y reciba la adhesión de Peñalosa en asuntos ambientales: de ese modo terminará solo y abandonado. Como yo, en el ancianato que me espera.

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