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Un uribista en desgracia

Dirán que Santofimio hijo está en su puesto por meritocracia, como tantos delfines. Lo que no pueden decir es que en febrero del año 2002 Uribe ignoraba quién era Santofimio

Daniel Coronell
15 de mayo de 2005

Cuando Alvaro Uribe Estaba en su primera campaña presidencial, en 2002, algunos periodistas se atrevieron a cuestionar a sus aliados. Uno de esos periodistas fue Felipe Zuleta Lleras. En su columna de El Espectador preguntó por qué un hombre que luchaba 'contra la corrupción y la politiquería' tenía entre sus adeptos a personas que encarnaban exactamente lo contrario.

Entre los mencionados estaban José Guerra de la Espriella, María Izquierdo y Alberto Santofimio. Los tres condenados por el 8.000 y dueños de un inocultable pasado clientelista.

Un buen día Julio Sánchez Cristo, entonces director de la FM, le preguntó al candidato por los supuestos vínculos. Él los negó con energía.

Sobre Joselito Guerra dijo: "Él no participa, al contrario, su hermano que aspira al Senado y su tío Julio César Guerra han acompañado al doctor Horacio Serpa". Pero días antes de esta declaración, por casualidad, un sábado a las 11 de la noche cuando Félix de Bedout y yo salíamos del trabajo, vimos al candidato Álvaro Uribe en la puerta de la casa de Joselito.

Ya en el gobierno han surgido más evidencias de ese lazo negado. María del Rosario Guerra, la hermana del ex senador, fue nombrada directora de Colciencias. También muy cerca del Presidente, cruzando apenas el corredor de su oficina, en la secretaría privada de la Casa de Nariño, trabaja una hija del dirigente sucreño condenado por recibirle plata al cartel de Cali.

El ahora presidente Uribe le dijo ese 18 de febrero a Julio: "La señora María Izquierdo de Rodríguez, hace muchos años no la veo, desde que era parlamentaria, no sé por qué viene eso".

Sin embargo, la relación hoy parece cercana. María Izquierdo, quien confesó su

vínculo con los Rodríguez Orejuela, es la autora de la biografía oficial de Álvaro Uribe. Una pieza tan abundante en propaganda como pobre en estilo que pondera al jefe de Estado desde su infancia y omite, o sobrevuela en helicóptero, los aspectos controversiales de su vida.

En esa recordada entrevista a la radio, el candidato Uribe negó a otro de sus hinchas. "El doctor Alberto Santofimio, en una declaración de televisión que yo vine a conocer posteriormente ya hace varios meses -puedo decir alrededor de ocho o 10 meses, incluso un año-, dijo que él estaba retirado de la política, que había pagado en la cárcel, que no iba a intervenir, y que encontraba que las únicas ideas refrescantes eran las de Álvaro Uribe. Eso ha armado una polvareda".

Esa polvareda, no obstante, mereció su premio. Alberto Santofimio Hernández, el hijo del hoy detenido ex ministro, fue nombrado primer secretario y agregado comercial de la Embajada de Colombia en París.

Dirán que Santofimio hijo está en semejante puesto por meritocracia, como tantos otros afortunados delfines. Lo que no pueden decir es que en febrero del año 2002, Álvaro Uribe ignoraba quién era Santofimio.

Para esa época ya había estado tres veces en la cárcel. Se conocían sus relaciones con el cartel de Cali. Desde 1999 eran públicas las sospechas sobre su posible participación en el asesinato de Luis Carlos Galán. Se habían revelado fotografías suyas con Pablo Escobar en Madrid, durante la posesión de Felipe González, y en la Hacienda Nápoles junto al 'patrón' torsidesnudo, y en compañía de los entonces congresistas Ernesto Lucena y Jairo Ortega.

Pero además uno de los escuderos de Uribe -William Vélez, ex presidente de la Cámara y compañero de fórmula del primer primo Mario Uribe- conocía de primera mano las relaciones de Santofimio y Escobar.

Un video histórico los muestra a los tres, y a Jairo Ortega, en Envigado. William Vélez, telonero oratorio de la velada, suelta vivas al capo y lo califica de "noble y brillante figura del Partido Liberal".

Da pesar que el gobierno niegue a Santofimio. Él, en cambio, ha sido firme con Uribe. Hace 15 días, en la Casa Conservadora de Ibagué y frente al presidente del Congreso, Luis Humberto Gómez Gallo, le dedicó a la defensa de la reelección su último gran discurso.

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