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Una campaña aburrida, paradójica y crucial

¿Cómo es posible que incluso en algunos sondeos haya solo una cerrada ventaja entre Obama y el candidato Romney que no goza de carisma?

Semana
10 de mayo de 2012

A pocos días de haber iniciado el presidente Obama su carrera por la reelección con concentraciones en los estados de Ohio y Virginia, una cosa va quedando clara: la campaña de 2012 se torna aburrida, no despierta la pasión e inspiración de la de 2008.

Atrás quedaron los discursos como el que pronunció en Filadelfia sobre la raza y la discriminación para contener las incendiarias declaraciones de su antiguo pastor Jeremiah Wright y que amenazaban con descarrilar su candidatura; o la conglomeración de 200 mil personas que se reunieron en torno a la Columna de la Victoria en el centro de Berlín a escuchar al entonces Senador, en un hecho sin precedentes.

A diferencia de los recios candidatos por la nominación demócrata de 2008, Barack Obama y Hillary Clinton, el aspirante republicano de 2012 Mitt Romney carece del carisma suficiente para aprovechar su postura centrista en el grueso del electorado, además de continuar enfrentando la pregunta sobre si será capaz de capturar el entusiasmo de los electores más conservadores que propulsaron el éxito del partido Republicano en las elecciones legislativas de noviembre de 2010, especialmente los evangélicos y el movimiento del Tea Party. Antes que por sus virtudes para convertir la actual campaña en una atractiva confrontación dialéctica, Romney ha sido aupado con desgano a la candidatura después de un largo titubeo de las bases del partido por encontrar un candidato viable.

Pero a pesar de la manifiesta debilidad de Romney, y de que su hasta hace poco más ferviente contendor en las primarias, el exsenador Rick Santorum, apenas le dio un tibio y casi oculto respaldo el martes pasado, las últimas encuestas muestran una escasa ventaja de Obama sobre Romney.

¿Cómo es posible que incluso en algunos sondeos haya solo una cerrada ventaja entre Obama y el candidato Romney que no goza de carisma?

Buena parte de la respuesta está en otra de las características de la actual campaña electoral y es la paradoja. A pesar de la titánica labor de Obama por evitar el colapso de la economía y restaurar el crecimiento, por sus éxitos en la guerra contra el terrorismo, en las guerras de Irak y Afganistán, y de su apego a sus promesas sociales, el significado y símbolo de esperanza que representara para muchos de quienes votaron al hoy presidente era la posibilidad de encontrar un empleo.

Antes que Obama haya desilusionado al incumplir sus promesas o que Romney tenga un programa económico claro, la cerrada diferencia entre los dos candidatos se explica más por el deseo desesperado de una parte del electorado de encontrar a alguien que otorgue certidumbre en la recuperación sustancial del empleo.

Y es que la paradoja es aún más acusada cuando el crédito a su gestión económica es escaso, a pesar de que contra viento y marea, y el obstruccionismo de los republicanos, se opuso a una reducción drástica del déficit fiscal, la misma fórmula que se aplicó en Europa, pero que ha llevado al viejo continente al incremento en la tasa de desempleo y una segunda recesión desde que estalló la crisis financiera de 2008. Fueron necesarios dos años y la caída de numerosos gobiernos para que a través de las urnas buena parte del electorado, en especial francés, diera una vuelta de tuerca y exigiera a sus líderes medidas de estímulo complementarias.

En contraste con la europea, la economía estadounidense crece y crea empleo, aunque todavía a un ritmo insuficiente, pero que ha bajado la tasa de paro del 10% en su pico más alto al 8.1% actual, y que si no fuera por los continuos despidos como producto de los recortes del gasto en el nivel estatal y local el nivel de desocupación sería del 7,1%. Como lo reseñó The Wall Street Journal, desde el 2008, unos 586 mil trabajos gubernamentales han sido recortados, lo que demuestra que el ajuste fiscal de Obama no ha dejado de suceder, solo que a un ritmo moderado y sin traumatismos.

Pero como la frase que acuñó y usó ampliamente Bill Clinton en su campaña de 1992 “es la economía, estúpido” aplica también para Obama, será difícil para el presidente desviar la atención a las cuestiones sociales o de seguridad nacional, donde tiene por ahora mayores fortalezas.
No solo tiene que procurar por un mejor desempeño económico interno y evitar una pausa en el ritmo de generación de empleo, sino que la incertidumbre política surgida en Europa tras las últimas elecciones, una salida de Grecia del Euro y la profundización de la ya dramática crisis económica en España pueden socavar con anticipación los mercados globales y con ello la recuperación en Estados Unidos y su reelección.

Obama sin duda se tiene confianza y sacará un conejo de la chistera, como lo ha hecho con su apoyo al matrimonio gay, para revitalizar el debate electoral. Pero inspirar de nuevo y levantar la esperanza probablemente le exigirá más que un discurso de envergadura. A lo mejor deberá dejar de ser tan ‘nice’ y mostrar vehemencia en una elección que no por aburrida deja de ser crucial.

*Experto en sector público y consultor internacional en Washington D.C.

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