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Una columna constructiva

Propongo que los ministerios de Agricultura y Comunicaciones se unan, porque finalmente los dos tienen que ver con Valerie Domínguez.

Daniel Samper Ospina
24 de octubre de 2009

El teléfono sonó temprano y del otro lado de la línea oí la inconfundible voz de mi tía, la uribista.

- Ya no te leo -se quejó sin saludar siquiera-: Nunca propones nada. Sólo sabes hacer chistes ordinarios: le has dicho marrano al doctor Turbay; lora a Marta Lucía Ramírez; loba a Dilian Francisca; lagarto a Roy Barreras… ¿no te parece que hace rato te pasaste?

— Puede ser -reconocí con gallardía-: quizás no era necesario ofender a tantos animales.

— Y da la casualidad -siguió de largo, sin oírme- de que todos ellos son uribistas… Si más del 70 por ciento admiramos al Presidente, ¿no crees que el equivocado eres tú?

— Me perdonas -me defendí con dignidad-, pero estás equivocada: hace mucho tiempo me volví ya no uribista, sino furibista, como cualquier ministro. Puedo mostrarte la cicatriz en el cráneo y dejar que toques el pedazo que quedó todo blandito.

Y es verdad: hace ya un tiempo tomé impulso, me hice la cirugía, y heme acá, situado al fin del lado de los buenos, yo que antes no tenía amigos.

Sin embargo, las palabras de mi tía me llevaron a la reflexión. ¿Y si de verdad he ofendido a alguien sin darme cuenta, me pregunté. Eso explicaría que Junior Turbay no me haya saludado la última vez que nos encontramos en el Palacio del Colesterol. Sea el momento de ofrecerle excusas y expresarle que si alguna vez lo relacioné con un cerdo, aclaro que, primero, no fue con uno de cualquier raza, sino con el excelso cerdo ibérico; y, segundo, que sólo lo hice porque supe que ese sofisticado animal español gusta de alimentarse con bellotas, es decir, con mujeres muy bellas: al igual, se entiende, que el contralor.

Del otro lado de la línea mi tía me seguía ametrallando:

— ¿No has leído a columnistas que de verdad hacen país, como el doctor Rangel o el mismo Poncho Rentería? Escribirá bobadas sobre las peluquerías, pero es constructivo y reconoce las cosas buenas del gobierno -arremetió imparable-: ¿por qué no dijiste nada del premio que se ganó el ministro de Hacienda, por ejemplo?

— ¿Cuál es ese ministro? ¿El que tiene cara de retorcijón?

— Quedó de mejor ministro de Economía en toda Latinoamérica -respondió desafiante-. Y tú no dijiste nada.

— ¿Y quiénes eran los otros nominados? ¿El de Bolivia? ¿El de Venezuela? ¿El de Guyana?

Lo dije sin ironía. Sé poco de asuntos económicos. Soy de los que piensan que si el dólar baja es peor para él. Los números nunca fueron lo mío. En clase de cálculo alguna vez nos pusieron a sacar una matriz, y dejé estéril a mi compañera de trabajo.

Del otro lado de la línea mi tía no daba tregua:

— Escribe más bien contra esos terroristas de la Universidad Nacional que secuestraron al rector -martilló-: todos eran antiuribistas, te lo aseguro.

— Es lógico: si uno ha ido a la universidad, lo normal es no ser muy uribista- concluí.

— El pobre rector estuvo encerrado en ese carro por más de seis horas…

— Y lo peor -aporté- es que parece que su celular no tenía juegos y el radio sólo agarraba los análisis de Rafael Nieto.

— Qué desperdicio el espacio que te dieron -alcanzó a decir antes de tirar el teléfono-: propón algo alguna vez. Deja de ser destructivo.

La llamada me dolió, lo reconozco. Es verdad que, a diferencia de Pedro Gómez, no tengo vocación constructiva. Ojalá fuera la terna para ser fiscal la que es inviable: es casi todo el país. Juan Manuel Santos parece que se echara delineador; un senador se llama Roy; el Procurador es lo que en el colegio se conocía como 'Lengua de sopa': ¿cree alguien que de verdad podamos salir adelante?

Sin embargo, al menos por esta vez me permito darle gusto a mi tía y hacer algunas recomendaciones que tejan sociedad, que construyan país, para que de las entrañas de la patria sigan brotando frutos preciosos como el mondongo, Armandito Benedetti y Jota Mario Valencia.

Propongo, pues, que se fusionen el Ministerio del Interior con el de Protección Social, por si es necesario volver a convencer a Yidis Medina de algo; que los de Agricultura y Comunicaciones también se unan, porque finalmente los dos tienen que ver con Valerie Domínguez; que el de Transporte se combine con la Selección Colombia, porque al fin y al cabo ninguno de los dos hace nada; y que el DAS se privatice y sea manejado por la ETB, para mejorar la calidad de las chuzadas telefónicas. Propongo limpiar el Congreso, o al menos comprarle un palillo a la doctora Dilian Francisca, toda vez que, como lo he advertido, el sano hábito del aseo bucal, que ella trabajaba pacientemente con la lengua, es admirable pero ruidoso; no permitir el ingreso de Poncho Rentería a las peluquerías, pero obligar al de Cecilia López y el canciller; agregar un articulito que le permita al Presidente quedarse en el poder hasta el día en que las familias millonarias que recibieron incentivos agrícolas los devuelvan: es decir, para siempre. Y darle de comer más bellotas a Junior Turbay.

Sé que no son aportes brillantes. Pero aún estoy convaleciente de la operación a la que me sometí y a veces me duele la cabeza.