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Una cumbre del putas

Strauss-Kahn ya se ofreció a moderar el próximo foro empresarial y Berlusconi pidió que Italia sea invitada.

Daniel Samper Ospina
21 de abril de 2012

Pocas cosas me han hecho sentir tan orgulloso de ser colombiano como la reciente Cumbre de las Américas, bautizada de esa manera en honor al hotel en que se hospedaron los mandatarios. Desde el primer día admiré el esfuerzo logístico de la Cancillería para esconder a todos los gamines, a todos menos a Uribe, que desde el Twitter lanzaba insultos. Aplaudí la forma en que el gobierno dispuso un equipo de tres sicólogos para que convencieran a Evo Morales de que se quitara el saco de lana en la playa y celebré el esfuerzo para entretener a los presidentes invitados: al de Uruguay, que esquió en El Laguito; a la de Costa Rica, que montó en una salchicha inflable que resultó ser el presidente de Uruguay; y al mismo Evo, a quien le organizaron un partido de fútbol en el que no hubo grandes pases, porque el tema de la legalización no despegó, y Cristina Fernández no quiso tapar, pese a que es una mujer que se estira mucho, pero en el que brilló Angelino 'el Josefo' Garzón, que conectó con la mandíbula un balón imposible en un gesto técnico gracias al cual Pekerman lo contempla entre sus planes. Enhorabuena. Solo faltó Fidel en sudadera para recordar al DT 'Lobo' Zagallo, que organizará con los suplentes la Cumbre de los No Alineados.

Viví momentos mágicos con Shakira, que gimió una versión del himno nacional en la cual pareció pedir la libertad de 'ublime' mientras el público se reía. Qué infamia. ¿No entienden que se trataba de un mensaje 'ubliminal'? ¿Por qué no la dejan tranquila, que bastante tiene con comerse las 'heces', para escribirlo con la ortografía de José David Name?

Pese al éxito, algunos apátridas critican la cumbre. Pero piensen lo que habría pasado si Uribe siguiera de presidente: la habría hecho en el Ubérrimo. Él estaría adelante, con un papelógrafo, y haría circular un micrófono por entre los presidentes, como si fuera un consejo comunal. Indagaría por el estado de los orinales de Tegucigalpa. En el partido José Obdulio habría urdido un complot contra los jueces de línea. Luego ensillarían las yeguas, repartirían café y le darían a cada presidente una artesanía de Salvarte.

O piensen en Mockus: si Mockus hubiera hecho la Cumbre, Luchito, el canciller, habría invitado a suscribir el tratado de Ginebra. Con tónica. Peñalosa le habría entregado la Cumbre a Uribe. Fajardo se habría lesionado la cadera en el partido. Y Mockus se habría disfrazado de superhéroe en la cena de gala y habría sacado el culo al final, como Chávez esta vez.

De modo que la versión de Santos fue muy bien lograda, y además sirvió para que el presidente se amara más a sí mismo. Y eso es muy lindo. Para que se siga amando, también cuenta con la portada que Time le dedicó. Recuerdo cuando vi esa portada: al principio pensé que era un shar pei, no se lo voy a negar a nadie. Pero luego comprobé que era él y me ericé todo: sí, sale con los párpados más inflamados que nunca, es cierto. Pero es que, sensible, como es, ese día había estado llorando, conmovido por una niña que le regaló un pájaro que, a diferencia del de los escoltas de Obama, era de madera.

No niego que algunas cosas pudieron salir mejor; que Santos había podido tener un gesto con Uribe y pedir una servilleta para que Obama le firmara otro autógrafo.

Pero no empañemos el brillo del evento. Cristina Fernández se fue antes de tiempo, sí, pero al menos no la vimos en bikini. Y aunque no hubo declaración final, los mandatarios se comprometieron a luchar contra la pobreza y Colombia, a reducir la tarifa de sus prostitutas.

Y de eso, justamente, quiero hablar. Es infame que después de semejante esfuerzo solo se hable de que la guardia de Obama tuvo sexo con unas prepagos colombianas en el Hotel Caribe, en la que podría ser la verdadera cumbre del Caribe.

No nos inventemos un escándalo, por favor. Quizás fue de mal gusto que los miembros del servicio secreto no pagaran por el ídem. Pero lo primero que tuvo que hacer Hillary Clinton al aterrizar fue tomarse una foto con Armandito Benedetti. El exalcalde de Turbaco persiguió a Obama dos días para regalarle un burro criollo, que por un instante temí que fuera Andrés Pastrana. Y el mismo Obama no solo no probó bocado, sino que, una vez se paraba de la mesa, veía cómo los mandatarios centroamericanos se abalanzaban sobre lo que había dejado en el plato para devorarlo, pobre gente. Después de todo eso, ¿no era una cortesía mínima no cobrarles a los escoltas americanos?

No miremos lo malo. Asumamos con orgullo nuestro destino como país, que es comercializar todo tipo de polvo entre los gringos. Y veamos el lado positivo: en nueve meses, cada albino que nazca en Bazurto podrá tener visa por diez años. Y gracias al TLC, los detectives del DAS podrán ir a Las Vegas a tener sexo con prostitutas completamente gratis.

Aplaudamos, pues, al gobierno por este encuentro que sirvió para estrechar los lazos, si no entre los pueblos, al menos entre los gamines amarrados. E instémoslo para que se anote otro éxito diplomático. Todo está dado: Strauss-Kahn ya se ofreció para moderar el próximo foro empresarial que organicemos. Berlusconi acaba de pedir que Italia sea invitada al próximo evento que hagamos. No esperemos más y montemos cuanto antes la Cumbre del Guadaira, en Melgar. Y esta vez garanticemos que el servicio sea secreto.

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