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Una salida digna para Diego Palacio

El público podría darse cuenta de que, como buen político uribista, el doctor Palacio tiene huesos y músculos. Pero no tiene corazón

Daniel Samper Ospina
6 de febrero de 2010

Fui a la exposición 'Bodies: real y fascinante' y debo confesar que, contra todas mis prevenciones, me fascinó. Es impresionante. Desde la entrada están expuestos 11 especímenes disecados que lo hacen sentir a uno ingresando, más que a una exposición, a una reunión de las juventudes del Partido Conservador.

La muestra está integrada por órganos y cuerpos enteros de personas que los donaron a la ciencia, y que se conservan gracias a un sistema de plastinación que consiste en infiltrarlos con polímeros. He ahí la diferencia entre un país serio y el nuestro. Allá toman unas momias rellenas de plástico y organizan una exposición cultural; acá, en cambio, con ese mismo material llenamos todas las páginas de las Sociales.

No voy a hacer el chiste obvio y fácil de traer al caso al pobre ministro Valencia Cossio valiéndome de sus características físicas, de las cuales, además, él no tiene la culpa, porque me parece irrespetuoso con su integridad, por un lado, e injusto con las momias, por el otro, que aun disecadas concentran una cierta belleza en sus tejidos asombrosos y no saben lo que es comprar un congresista. Pero sí debo decir que me llamó la atención que los cuerpos tenían los ojos achinados, lo cual les daba un ligero pero impresionante aire a Marlon Becerra, y que eso me permite suponer que existe una exposición original, con rozagantes cadáveres europeos, y que acá trajeron la barata, hecha en China. No por ser chiviada deja de ser apasionante, en todo caso. Yo, al menos, admiré cada una de esas figuras, algunas de las cuales impactan por su realismo. Me sucedió con una en concreto:

—Mire ese especimen -le comenté a un amigo que me acompañó-: sólo le falta respirar.

—Está respirando -me aclaró-. Y no es un especimen, sino el doctor Galat, que vino a buscar apoyo para su candidatura.

Era, en efecto, el distinguido candidato. Se estaba quejando ante un organizador de que los cuerpos estuvieran desnudos, pero al mismo tiempo no podía dejar de mirar sus partes pudendas. Las partes de los cuerpos, se entiende: no las suyas. Acto seguido fue uno por uno por cada esqueleto explicando su programa de gobierno y, posteriormente, salió del salón bastante optimista.

Hay gente a la que la muestra impacta en exceso. A mí, en cambio, no me impresiona la muerte. Siempre he creído que morirse debe ser duro, pero que hay cosas peores, como que en una comida a uno lo sienten al lado de Poncho Rentería.

Dejé esos 11 cuerpos momificados atrás, los 11 listos para que los convoquen para la selección Colombia, y en el camino de regreso oí al doctor Diego Palacio defendiéndose de las críticas unánimes que produjeron sus decretos sobre la salud.

Antes de que acaben con el pobre ministro, propongo darle una salida digna. La merece. Yo la tengo, y es ésta: no tiene sentido importar una exhibición de estas a un país que produce abundante materia prima para poder montarla por sus propios medios. La edad de jubilación ya está por los 80 años, el método de Agro Ingreso Seguro acabó con los campesinos, bombardean indígenas desde los helicópteros del Plan Colombia y encima de todo la gente no puede enfermarse sin quedar en bancarrota. Es, pues, el momento de que el gobierno de Uribe, comprometido como siempre con la cultura, aproveche la situación que él mismo ha creado y organice una exposición con el mismo concepto, pero con material ciento por ciento criollo. No tendría que llamarse 'Bodies', sino 'Huesitos y carnitas'. Y el ministro Palacio sería el curador de la muestra. Es lo único que podría curar, en todo caso. Y de entrada, ya puede contar con la mano de Iván Ríos.

'Huesitos y carnitas' corre el riesgo de ser la más macabra de todas las exposiciones que se hayan hecho sobre el cuerpo humano. El gobierno les otorgaría el contrato para su montaje a los Nule, que cobrarían un mundo de dinero, rociarían los primeros cadáveres con un poco de Colbón y dejarían la mitad de trabajo por hacer; algunos miembros de las Fuerzas Armadas se robarían media exposición para mostrarla como bajas de la guerrilla, la Fiscalía presentaría un par de cuerpos de la muestra como desaparecidos del Palacio de Justicia, un especimen se pondría bótox y terminaría invitado a una frijolada de doña Olga, y a todos los cuerpos de la galería les aparecerían cédulas para que voten en las próximas elecciones por alguno de los Gerlein.

Sin embargo, se justificaría el esfuerzo si crean un salón VIP con algunos líderes del país. Aclaro que no deseo que se mueran, sino que, cuando eso suceda, donen sus cuerpos para que la ciencia pueda estudiar cómo es un político colombiano por dentro.

Iluminados en cada vitrina, con unas fichas didácticas que informan sobre cada órgano, los niños de los colegios podrán mirar de cerca el hígado increíble de Juan Manuel Santos; las ancas rasposas de Plinio; la espalda porosa de Samper; la sangre sucia de José Obdulio; el muslo lesionado de Uribe, con la marca de la herradura de la potra gloriosa que alguna vez lo puso en su sitio. Y si hay presupuesto para un vidrio de aumento, también se podría exhibir el cerebro de Pastrana.

Valdría la pena que el ministro se done él mismo a la muestra. El público podría darse cuenta de que, como buen político uribista, el doctor Palacio tiene huesos y músculos. Pero no tiene corazón.

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