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ANÁLISIS

¡Unidos para delinquir!

Del cartel de Medellín, al cartel de las empresas de vigilancia pasando por el cartel de los pañales.

Armando Neira
29 de enero de 2015

Quienes han sido secuestrados por las FARC confiesan en voz baja algunas de las virtudes de la guerrilla: disciplina, organización, trabajo en equipo. “Si los demás colombianos tuviéramos esas cualidades para construir buenos propósitos, seríamos un país desarrollado”, ironizó una víctima que estuvo cautiva en la selva durante varios años.

Argumentaba ella que durante todo su drama vio a los integrantes de las FARC levantarse a las 4 de la mañana, por tarde. Empezar su rutina de ejercicios de dos horas. Luego desayunar rápidamente para sentarse a estudiar marxismo durante otras tres horas. Fuera primero de enero, Viernes Santo o puente festivo. Luego las largas marchas, los combates, las huidas, los ataques, siempre con pesados morrales a sus espaldas. “¡Qué orden el de esa gente!”.

En el bajo mundo se decía que en los tiempos de auge del cartel de Medellín, no pensaron ni un segundo en traicionar a Carlos Ledher porque este había infringido las normas de la organización y empezó a consumir la cocaína que ellos vendían. “¿Cómo se le ocurre meterse esa porquería? Si eso es para los gringos”, cuentan que gritó Pablo Emilio Escobar Gaviria antes de tenderle una trampa para que la Policía lo capturara, se lo entregara a la DEA y lo extraditaran.

Y también que los paramilitares no vacilaron en matar a su comandante Carlos Castaño porque a este le dio por abandonar sus rutinas criminales para cuidar a su bebé que nació con graves problemas de salud. “¡Está perdiendo el compromiso con nuestro proyecto!”, se oía decir en los campamentos.

En cuanta organización criminal existente en el país brilla el objetivo colectivo: ¿Quiénes somos?, ¿Qué queremos ser? ¿Cómo vamos a hacerlo? Entretanto, los historiadores teorizan para explicar por qué la sociedad colombiana carece de una idea colectiva que le permita salir adelante. Una de las causas está en los obstáculos de comunicación por la geografía, dicen Marco Palacios y Frank Safford en Colombia, país fragmentado sociedad dividida. David Bushnell lo sintetiza en el título de su recomendada obra: Colombia. Una Nación a pesar de sí misma.

¿Pueden, sin embargo, los colombianos de bien unirse para construir un futuro mejor? Un vistazo a los titulares de los periódicos muestra que abundan aquellos que violan la ley y se unen en sus propósitos específicos. No importa su nivel educativo o su origen social. En todos los casos lo hacen con un rigor ejemplar. De los poderosos carteles de la droga de Medellín, de Cali y del norte del Valle los nuevos mafiosos se organizaron en los “babies carteles”.

Altos empresarios y envidiados ejecutivos se unieron en el cartel de la contratación para robarse los dineros de las obras públicas de Bogotá. Los más respetados dueños de las empresas de papel se unieron para estafar a los padres en el cartel de los pañales. Las autoridades estiman que todas las familias colombianas que tengan un niño menor de diez años fueron víctimas de este colectivo. Están también los carteles que se roban las tapas de las alcantarillas, los carteles que se roban el cobre de las redes de comunicación, el cartel de la gasolina, el cartel del licor adulterado, el cartel de los repuestos de carros robados, etc.

Una de las noticias de este jueves es la del cartel de las empresas de vigilancia. La Fiscalía anuncia cargos a los sindicados por engañar al Estado. Ocho empresas se pusieron de acuerdo para presentarse a 252 contrataciones, de las que se ganaron 25 licitaciones por más de 63.000 millones de pesos. Los investigadores explican que estaban muy bien organizados, con integrantes que cumplían sus funciones al pie de la letra, con rigor, método y metas de cumplimiento. ¡Unidos para delinquir!

*Director de Semana.com
Twitter: @armandoneira