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Servicio socioambiental

La única forma de construir un país con sostenibilidad es que las cohortes de universitarios reconozcan su territorio y sus ecosistemas y contribuyan con los requerimientos de la paz, la reconciliación y la adaptación ambiental.

Brigitte Baptiste, Brigitte Baptiste
18 de marzo de 2017

Colombia tiene un sistema universitario poderoso y reconocido internacionalmente, así la capacidad de lectoescritura de los primíparos sea un motivo creciente de preocupación; también preocupa la falta de contexto social con el cual arrancan a ejercer sus profesiones, tal vez porque la academia siempre ha sido el refugio perfecto del ejercicio intelectual urbano y el conflicto armado era uno de los limitantes importantes para que los estudiantes se movieran y conocieran de primera mano el país. La falta de entusiasmo con el proceso de paz puede derivar también de esa distancia que por generaciones se ha construido en una economía relativamente sana a pesar de la guerra y que ofrece en las ciudades realidades mediáticas que se convierten en verdades convenientes pero carentes de sustento empírico.

El proyecto de construcción de paz derivado de los acuerdos de La Habana sigue su marcha pese a los intentos de sabotaje, a la incapacidad cruda de algunos sectores de considerar viable y conveniente la reconciliación y a los intereses mezquinos de quienes obtienen ganancias con la guerra, que son muchos. Pero también hay muchos otros que con diferentes actitudes y compromiso lo consideran la tarea de esta generación, así como innumerables jóvenes saben que de ello depende su futuro. Estudiantes que aspiran a reconocer el país y contribuir a la consolidación de una paz duradera y una paz construida con principios ambientales de sostenibilidad: son conscientes de que continuar la lucha armada no sólo destruye la biodiversidad (un tanto abstracta o idealizada) y sus contribuciones al bienestar, sino que nos impide afrontar el problema del cambio climático, ambas condiciones críticas para cuando sus hijos nazcan.

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La única forma de construir realmente un país integrado y con cierta sostenibilidad es que las próximas cohortes de universitarios reconozcan su territorio, sus ecosistemas y la gente que hoy los habita, y contribuyan a ajustar políticas cada vez más coherentes con los requerimientos de la paz, la reconciliación y la adaptación ambiental. Si las universidades se están aliando para trabajar en ese sentido, volver a instaurar las prácticas sociales de los estudiantes con criterio ambiental como un aporte decidido con el posconflicto, otro país veríamos. De primera mano se reconoce que quien recorre Colombia, la documenta y la conversa, cambia radicalmente en actitud y visión de las cosas. Un ejército de jóvenes académicos por la paz se enfrentaría con los mitos y realidades que cada vez son más difíciles de discriminar en la distancia o en ese mar de basura que circula por las redes sociales. Nada garantiza en qué dirección se moverían las cosas, pero ciertamente, todo se haría con mejor criterio, las personas haríamos más y mejores amistades y dejaríamos de pensar que la naturaleza y la sociedad son universos separados.

¿Vale la pena reintentar?

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