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Uribe, los caballos y el padre Pío

¿En cuál caballo monta Uribe de verdad? ¿En el de la guerra que prometía? ¿O en el de la paz que ofrece ahora?

Antonio Caballero
24 de junio de 2002

Con motivo de la canonizaciOn del padre Pío de Pietralcina (nada menos que, ténganse ustedes de atrás, el 457o. religioso católico profesional llevado a los altares por este Papa insaciable) leí en un periódico que el nuevo santo gozaba en vida de un notable don sobrenatural: el de la bilocación, que es la capacidad de estar en dos sitios a la vez. Y me acordé del doctor Alvaro Uribe, presidente electo de Colombia.

No me acordé de él de manera directa, sino a través de otras lecturas de periódico. Había visto en El Tiempo un artículo lírico-regionalista de Héctor Rincón, director de la revista regionalista-lírica La Hoja de Medellín, titulado nada menos que "Uribe, la flor del trabajo" (sí: como la difunta María Cano), y que parecía dictado desde el cielo antioqueño por el mismísimo don Tomás Carrasquilla en su vena más costumbrista. En él, Rincón describía al presidente Uribe como un chalán montañero que se dispone a domar un muleto. "El potro del Estado", como lo llamaba otro presidente folclórico que tuvimos, Guillermo León Valencia: hidalgo popayanejo y no paisa de todo el maíz, pero partidario de la misma política de zamarros bien amarrados, espuela y rienda corta. (No sobra recordar que de esa doma a la brava vienen los resabios y los corcoveos de hoy). Decía Rincón en su artículo, parafraseando el acento paisa del amansador:

?Poné la cincha al punto, templá la barbada, usá una montura con cacho resistente que vamos de vaquería?

Leía yo eso, y, comparando las cosas que decía el candidato Uribe en campaña con las que dice ahora el presidente electo Uribe, me acordaba del don de bilocación del padre Pío. Pero tampoco directamente, sino al sesgo de una frase leída en otra parte. La de un primer ministro inglés que, ya desde el poder, justificaba todas las piruetas y volteretas ideológicas y políticas que lo habían llevado al poder:

?El que no sepa montar dos caballos a la vez, que no trabaje en el circo.

Porque ensillar un caballo no me parece cosa del otro mundo: hasta yo mismo sé hacerlo, o por lo menos sabía. Enjaretarle por las orejas la jáquima o la brida de cabeza, forzarle la boca con el hierro del freno, echarle al lomo la manta y la silla y encajarle la baticola enrollándose la cola en el puño, y apretarle la cincha. "Al punto", como dice Héctor Rincón. O ?lo cual es mucho más difícil, pero no imposible? si la cincha no tiene puntos, haciendo un nudo en la correa; e inclusive, si la bestia es resabiada, pegándole un rodillazo traicionero en la barriga para que la afloje y suelte el aire y así se deje cinchar. Pero lo de los dos caballos del inglés me impresiona tanto como lo del padre Pío. Sobre todo cuando, como es el caso ahora con los de Alvaro Uribe, galopan ambos en sentido contrario por la pista del circo. ¿En cuál monta de verdad? ¿En el de la guerra que prometía para ganar las elecciones? ¿En el de la paz que está ofreciendo ahora? ¿O, como la belle écuyère del afiche de Toulouse Lautrec, salta del uno al otro según las exigencias del público o las instrucciones del jefe de pista? ¿O monta en un elefante?

Porque la palabra chalán no significa solamente amansador de caballos, como la usamos en Colombia. Sino también tratante de caballos y otras bestias. No lo leí en un periódico, como todo lo demás, sino en el Diccionario de doña María Moliner, que la cree derivada del francés chaland (a su vez del latín calere: estar caliente, interesado), y dice que "se aplica al negociante que engaña en los tratos".

Me quedé preocupado. Recordé que una noche, en la televisión, el candidato Uribe se prestó a ensillar un caballo, para mostrar que sí sabía: pero se negó a montarlo, y eso que era uno solo. ¿Por qué? ¿Porque no sabía si era el uno, o si era el otro? ¿Porque más que un chalán a la paisa era un chaland a al francesa, que pretendía vendernos como buena una mula ciega? ¿Porque no estaba seguro de que el caballo ensillado se fuera a dejar montar?

Pues a veces los caballos, por bien ensillados que estén, lo tumban a uno. Leí en otro periódico, a propósito de estos días de fútbol y política, una cita muy sagaz del filósofo Jean-Paul Sartre:

?En el fútbol todo se complica por la presencia del equipo contrario.

Lo cual no le pasaba al santo padre Pío, que tomaba la precaución sobrenatural de estar a la vez en las dos porterías.

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