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Convivir con Uribe

“El mejor presidente que ha tenido Colombia” y “el más importante colombiano de todos los tiempos”, es puesto en evidencia entre la tragedia y la farsa.

Germán Uribe, Germán Uribe
25 de marzo de 2014

Vamos por partes. Veamos primero la tragedia y luego la farsa… o la comedia. Y para ello, dándole cuerpo a mi reflexión sobre el expresidente Uribe y su escandalosa presencia en la política colombiana de los últimos años, la referencia a Marx es obligada. En su libro El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, el más grande filosofo materialista de la Historia, afirma lo que ya hoy en día se acepta como axioma: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez, como farsa.” Pues, bien, aproximémonos primero a lo primero, la tragedia, cuyo nombre, desde que este hombre apareció en la escena pública, no es otro que el de las “Convivir”. ¡Qué ironía! 

Fue justamente a partir de su creación, no sé si tomada de una idea original del entonces senador Álvaro Uribe Vélez, pero en todo caso estimuladas y defendidas por él a capa y espada, cuando se dio origen y comenzó a engendrarse la más criminal de las “empresas” -que como tal podrían definirse-, de que se tenga noticia en Colombia en los últimos 60 años. A conciencia plena, numerosos políticos, militares, finqueros y ganaderos, multinacionales y narcotraficantes, no tuvieron el más mínimo inconveniente en no sólo contribuir con su silencio cómplice a que éstas se transformaran poco a poco en “oficinas” para sangrientos cobros políticos e ideológicos, sino en encomiar su accionar y apoyar logística y financieramente su barbarie arrasadora.      

En un informe de Semana se lee: “¿Por qué se cree que fueron un invento de Álvaro Uribe? Cuando éstas se crearon le cayeron como anillo al dedo a Uribe, que era gobernador de Antioquia, y a Pedro Juan Moreno, su secretario de Gobierno. Ambos se encargaron de promoverlas con vehemencia. Incluso Uribe defendió la necesidad de que las Convivir tuviera armamento… Desde sus épocas de gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe ha defendido un modelo de seguridad en el que participen los civiles, hombro a hombro con los militares…” Y Juan Diego Restrepo, en la misma revista, concluye: “¿Será que, por fin, estamos entrando a la etapa de determinar la responsabilidad penal entre aquellos que desde el Estado apoyaron lo que, en últimas, impulsó el proyecto de las Auc en el país?”

Hijo legítimo de las Convivir, el paramilitarismo, entonces, entra en escena bajo el habilidoso ropaje de Autodefensas Unidas de Colombia. La prensa, cada día más posicionada como el primer poder de la nación, inexplicablemente, deja pasar mucho tiempo antes de designarlas por su verdadero siniestro nombre, paramilitarismo, y antes de denunciarlas y condenarlas oportunamente, afanada como estaba por aupar a quienes decían que su razón de ser era el exterminio de la faz de la tierra de las guerrillas de las FARC y el ELN. Y vea pues, siguen estas guerrillas tan vivas, que el gobierno no ve otra manera de alcanzar la paz que tuteándose con ellas en La Habana. Y es que esta prensa, por años, quiso hacernos creer que se trataba de simples Cooperativas de Seguridad Rural, mientras rabiosos y atónitos todos observábamos el desangre en los campos colombianos. 

De nada sirvió que estas angelicales cooperativas fueran sometidas a algunas reglamentaciones por la Corte Constitucional en 1997. Mancuso y compañía las fundaban aprovechando su blindaje legal, hasta que se les desbordaron su tarea inicial y sus ambiciones económicas y políticas, y la simpatía escandalosa de gran parte de la sociedad -se certificó por encuestas del 30% de los colombianos- los llevó a sus “hazañas” históricas de asesinatos, hurtos, despojos, secuestros, violaciones, extorciones, desplazamientos y masacres. 

Tal es, quizás, el mayor drama de los colombianos en los últimos tiempos, cuyo robustecido hervor se produjo precisamente durante los aciagos 8 años del gobierno de Uribe, pese a la pantomima de Ralito, de la ley de Justicia y paz y de unas extradiciones perversamente calculadas.     
 
He ahí, entonces, la tragedia.

Y esta la farsa que con Uribe combina a la perfección su doble acepción de comedia y patraña. 

Este señor entra en la escena del teatro Colombia cuando en 1986 es elegido Senador. Más tarde, ajustado su traje en el vestuario que sirve para las diversas indumentarias con que personificará sus delirios, en 1995, año en el que asume la gobernación de Antioquia, aparece entre bastidores con catadura desafiante de autócrata. Y en 2002, cuando con el favor de las vigorizadas Convivir, ya devenidas paramilitarismo, alcanza la presidencia de la República, tras sus dos desempeños -senado y gobernación- que le sirven de aprendizaje en la “escuela para servidores públicos de la patria”, se introduce en un frac talla 46, este personaje de escasa talla 34, con lo que deja al descubierto la desmesura de sus ambiciones y propósitos.   

Y a partir de allí empieza a revelar sus dotes de comediante, trabajando, trabajando y trabajando sus representaciones escénicas que no distinguen circo con teatro, comedia con tragedia, mientras puedan darle popularidad, poder y “gustico” a su inagotable ego.   

La lista de “máximas” del hábil ilusionista es enorme. Es autor de célebres frases, las unas de impúdico pendenciero, las otras de ridícula factura infantil: "Si lo veo le voy a dar en la cara, marica"; "Mantengámosles a estos huevitos la misma gallina, a ver si esos huevitos pueden dar esos tres pollitos de seguridad, inversión y política social"; "Sea varón y quédese a discutir de frente"; "Todos los errores y dificultades… les ruego apuntarlas en el pasivo de esta carnita y de estos huesitos"; "¡Muchachos, cuidado! Aplacen la sexualidad… Ese gustico es para la familia". 

Y la enumeración de sus “representaciones” parece no tener fin. 

Su cínica negación inicial de la existencia de los falsos positivos, su odio desmedido y paranoico respecto a las FARC, a las que derrotaría estrepitosamente con su Seguridad Democrática; la obsequiosa Confianza Inversionista; la Cohesión Social (?), y… Agro Ingreso Seguro, Carimagua, la ley 100, Santoyo, chuzadas, el todo vale y los atajos, la Yidis-política, el bombardeo al Ecuador y su tentativa de agresión militar a Venezuela, el cambio del “articulito” de la Constitución para su beneficio, el TLC, lo del “buen muchacho” a Jorge Noguera, el “mercado negro” en el Congreso para la compra del referendo, José Obdulio Gaviria y Fernando Londoño, el manejo del pleito limítrofe con Nicaragua, la flexibilización laboral, etc., etc., etc.   

¿Cómo estimar el tiempo y los costos que Colombia deberá dilapidar para corregir la tragedia y la farsa de Álvaro Uribe Vélez como político y gobernante?  

Qué le vamos a hacer. Me correspondió vivir en una época en donde convivir con Uribe era claramente inevitable y dramáticamente temerario.  

guribe3@gmail.com

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