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Uribe el politiquero

"Politiquear (v.): Brujulear en política, hacerla con intrigas, tratarla con ligereza". Es la forma de gobierno que Uribe decía detestar

Semana
2 de mayo de 2004

No lo digo yo. Lo dijo Hernán Andrade, el senador que encabezó el apoyo del conservatismo a la reelección: "El Presidente está dispuesto a un acuerdo, pero no firmará sobre un papel porque sería acusado de intervenir en política" (El Tiempo, abril 20, página 1-4). Otro congresistaconservador "afirmó que el Presidente ha dicho en reuniones privadas con senadores y representantes de su partido que cuando se presenten vacancias ministeriales, habrá campo para los azules" (El Tiempo, abril 24, página 1-5). Y por pura coincidencia, el presidente del Directorio Conservador presentó hace 15 días "un proyecto de acto legislativo que permitiría a los congresistas ser ministros o embajadores" (El Tiempo, abril 16, página 1-5). El proyecto fue aprobado. En una metida de lengua que le costó regaño del Procurador, el Ministro del Interior admitió que los organismos de control serían parte del arreglo (6 A.M. de Caracol, abril 22). El vicepresidente del Senado confirmó que con Uribe "sí se habló" sobre el asunto (El Tiempo, abril 23, página 1-3). Los senadores Jesús Puello y Efraín Cepeda hicieron mención pública de la Vicepresidencia, y tanto habrá por ahí que el propio doctor Santos declaró: "Si para que se apruebe la reelección se necesita mi cargo, ahí está, ofrecido al Partido Conservador, o a quien sea" (El Tiempo, abril 27, página 1-4). Vicepresidencia, organismos de control y ministerios para los conservadores a cambio de su voto para reelegir al presidente Uribe: son los "salchichones colgados a las puertas de Palacio", como los llamó Augusto Ramírez Ocampo, su ilustre copartidario (El Tiempo, abril 24, página 1-5). O, según el Real Diccionario de la Lengua, es "politiquear (v.) Brujulear en política, hacerla con intrigas, tratarla con ligereza". Es la forma de gobierno que Álvaro Uribe decía detestar, que según él causó los males del país, contra la cual votaron sus 5.829.958 electores el 26 de mayo hará dos años. En este punto los uribistas a rabiar dirán que en muchas partes existen gobiernos de coalición y que la alta política no excluye el reparto de cargos. Tienen toda la razón y también en este caso la tendrían si Presidente, Ministro y Directorio no hubieran negado cada una de aquellas tres ofertas (Vicepresidencia, organismos de control, ministerios) de modo paladino y en tono dignificado. En lugar pues de un acuerdo público y transparente, hicieron las intrigas que el Real Diccionario llama "politiquear". Y por ende taparon el reparto con la cortina de un "acuerdo programático" que beneficia, no a los congresistas, sino a la gente más pobre de Colombia. La prueba, si faltara, de que el texto en cuestión es puro humo, la dio Carlos Holguín al admitir cándidamente y una semana antes de la firma, que "cada conservador tiene una idea distinta de lo que debe contener el acuerdo" (El Tiempo, abril 19, página 1-5). Pues hay un solo modo conocido de lograr que 25 congresistas renuncien a 25 ideas distintas en cuestión de ocho días: adivine. Lo bueno del acuerdo programático es que subraya, parece inverosímil, la vocación progresista del partido de Caro y de Laureano. Lo cual no importa mucho porque esta parte no es para cumplir o, más precisamente, es la parte del programa de Uribe que no ha cumplido Uribe: la social. Así, los cinco cambios concretos que los goditos ponen como "condiciones" corresponden uno a uno a los famosos "Cien Puntos": lo del fondo social del Plan Colombia está en el punto 31; lo de vivienda en el 37; lo de cupos escolares, en el 47; lo del Sisbén, en el 53 y lo de democratización accionaria, en el 65. Sólo que si la guerra continúa -y para eso es la reelección- en el próximo período tampoco habría plata ni forma de cumplir. Mañositos como son, y sabedores de que el programa no es para cumplir, los firmantes al final no lograron abstenerse de aludir a una "presencia protagónica del Partido Conservador en la ejecución de estas políticas" (El Tiempo, abril 27, página 1-4). Después de todo: ¿Puestos? La ñapa, para Pastrana, será que Uribe reconozca su obra en materia militar y fiscal. Pero Andrés ya no reparte puestos y por eso es muy sabio el resumen que hizo la congresista Sandra Ceballos: "Es mejor que los conservadores miren al futuro con Uribe y no al pasado con Pastrana" (El Tiempo, abril 25, página 1-4) Entretanto me da mucha pena con el Presidente, pero la probabilidad de que 12 hijos o hermanos de congresistas amigos de reelegirlo, más un hijo y una sobrina de Fabio Echeverri, hayan sido escogidos "por méritos" para ocupar buenos cargos en el exterior es trillonésimamente baja. La explicación es otra: politiquería.

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