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‘Míster Hyde’, el doctor Jekyll y el uribista Centro Democrático

No hay duda de que el presidente Uribe utilizó el poder para convertir al país en un gigantesco teatro de operaciones militares.

Joaquín Robles Zabala, Joaquín Robles Zabala
15 de febrero de 2014

No hay que entrar en pánico ni intentar convencernos de lo contrario: el legado del presidente Álvaro Uribe Vélez es funesto y su remedio resultó mil veces peor que la enfermedad. Y no me estoy refiriendo a su supuesta alianza con el paramilitarismo, ni a los famosos ‘falsos positivos’ que hizo del territorio nacional una gigantesca fosa común. Me refiero a la ‘mermelada’, un eufemismo utilizado para definir los altos niveles de corrupción enquistados en lo más profundo de la administración del Estado y que, como el cáncer en etapa terminal, ha hecho metástasis a otros órganos vitales de la vida nacional.

No creo que el expresidente Uribe haya inventado la corrupción. No lo creo. Pero no hay duda de que la alimentó como pocos mandatarios lo han hecho. Con esto no quiero decir que López Michelsen haya sido el grial de la pulcritud, ni que los gobiernos de Barco, Betancur, Gaviria, Pastrana y Santos hayan combatido de verdad esa plaga cancerígena que ha sido la suma de todos nuestros males y que, en pocas palabras, configura la historia de Colombia. Lo particular de la administración de Uribe Vélez fue que la convirtió en una bandera que enarboló sin pudor bajo el lema de ‘meritocracia’.

Gracias a esa bandera de bolsillo hizo de las funciones de la Fiscalía General de Nación una extensión de las funciones del ejecutivo, y al Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, una oficina para ‘chuzar’ los teléfonos de sus contradictores políticos y perseguir sin cuartel a sus opositores.
Particularmente no dudo de que el expresidente Uribe sea un hombre inteligente, como tampoco dudo de que Adolfo Hitler lo haya sido. Siempre he creído que la inteligencia es una cualidad que podría convertirse en un arma poderosa porque puede utilizarse tanto para producir progreso como para arruinar la vida de las personas y desatar la guerra. Y desgraciadamente nuestro exmandatario utilizó el poder que le confirió el pueblo colombiano para convertir al país en un enorme teatro de operaciones militares. Ese poder omnímodo lo transformó en un ‘Míster Hyde’ que no tenía nada, o casi nada, del ‘doctor Jekyll’.

Este nuevo señor ‘Hayde’, creado en ese laboratorio que es la historia del país, estuvo a punto de convertir a Colombia en un dictadura sin control, pues la institucionalidad empezó a perder su funcionalidad y el legislativo se transformó en un órgano encargado de cumplir órdenes del ejecutivo, las cuales llegaban al Congreso de la República acompañadas de galletas tostadas y su respectivo tarro de ‘mermelada’.

Lo anterior no solo podría explicar el por qué cuatro presidentes del Congreso, cercanos a Uribe, que tenían como pocos las puertas abiertas de la Casa de Nariño y que podían entrar sin restricción alguna a los aposentos presidenciales, estén hoy tras las rejas, acusados, entre otros delitos, de promover la creación de grupos paramilitares y celebración indebida de contratos. Esto quizá  también nos explique el por qué un alto número de funcionarios de la administración del considerado ‘mejor presidente’ de Colombia estén siendo en este momento juzgados y otros tantos estén presos por hechos parecidos.

Gracias a esa ‘mermelada’ disfrazada de ‘meritocracia’, el entonces Presidente  de la República logró, como ningún otro mandatario en la historia del país, convencer a sus amigos del Congreso para que apoyaran una reelección inmediata. Este hecho vergonzoso, que trascendió las fronteras nacionales como uno de los escándalos políticos de la antidemocracia colombiana, fue conocido como la ‘yidispolítica’, una forma de corrupción que es definida por el Diccionario de la Lengua Española, en su edición de  2010, acepción tres, como esa “práctica consistente en la utilización de las funciones y medios públicos [o privados] en provecho económico o de otra índole en beneficio personal que busca la consecución de un objetivo”.

Los ríos de ‘mermelada’ afectaron sin duda los puntales sobre los cuales se apoya toda democracia. La parapolítica, como antes los carteles de la droga presididos por Escobar Gaviria y los hermanos Rodríguez Orejuela, permeó la institucionalidad del Estado y afectó por igual a las Fuerzas Militares como a las policivas. Los llamados ‘falsos positivos’, que costaron la vida de cientos de muchachos cuyo único delito consistió en no haber tenido un trabajo, así como la desaparición forzada de otros cientos, fue solo el resultado de esa transformación de ‘Jekyll’ a ‘Hyde’, quien, en el entramado del relato de Stevenson, se puede leer como el catalizador de toda la maldad que componía el mapa genético del doctor.

La prensa, partiendo de las últimas encuestas que muestran al uribista Centro Democrático en la cola de las intenciones de voto para las próximas elecciones, ha subestimado el poder de ‘Hyde’, olvidando las enseñanzas del viejo adagio que nos recuerdan que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Uribe, sin duda, no es el diablo, pero es un ferviente admirador de Maquiavelo. Y esto, en el contexto de las acciones de quienes defienden a ultranza la guerra, debería decirnos algo.

En Twitter: @joarza
*Docente universitario.