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Uribe en versión Caballo de Troya

No deja de ser terrible paradoja que Enrique Peñalosa teniendo todo a su favor para ser el próximo alcalde de Bogotá, se meta en oscuros berenjenales al aceptar de modo tan entusiasta el apoyo de Álvaro Uribe.

Semana
14 de marzo de 2011

La última proclamación de Enrique Peñalosa (porque van varias, desde diversos frentes) como candidato a la alcaldía de Bogotá le dio nueva validez al augurio que le leí al escritor y columnista Ricardo Romero Silva en Twitter: “Peñalosa es capaz de no ganar”. En este sentido, no deja de ser terrible paradoja que teniendo todo a su favor para ser el próximo burgomaestre de la capital de Colombia, se meta en oscuros berenjenales al aceptar de modo tan entusiasta el apoyo de Álvaro Uribe, cual si se hubiera ganado el Baloto.

Hablando de sorteos al azar, el ex ministro el exministro Rudolf Hommes puso la garra en la herida cuando en columna para El Tiempo dijo que “Peñalosa iba bien, pero el apoyo que ha recibido su candidatura por parte de Álvaro Uribe ha sido como ganarse la rifa del tigre. Lo tiene metido en casa y no sabe qué hacer con él”.

¿De dónde se agarrará (o aferrará) Peñalosa para creer con fe ciega que Uribe tiene la carta del triunfo que necesita, si la última vez que recibió su apoyo –en la cúspide de su prestigio como Presidente, por cierto- no sólo no le sirvió para ganar, sino que incluso ahí pudo residir parte de la derrota? Ése fue al menos el caso del suscrito, quien iba a votar por Peñalosa pero cambió su voto el día de la elección, disgustado por la descarada intromisión (ilegal, además) de Uribe 24 horas antes.

Lo que el exalcalde capitalino no ha considerado es el riesgo que corre al aceptar tan mala compañía, en tratándose de un personaje lleno de sombras, cada día más cuestionado tanto por sus ‘ejecutorias’ como por los sujetos que lo rodearon (y rodean), hoy en alta proporción señalados por el dedo acusador de la justicia y a los que no dudamos en calificar como ‘goodfellas’, según lo que muestran sus expedientes.

Terrible paradoja por partida doble, pues no sólo podría estar echando por la borda su carrera política, sino que de su mano (y de la reptante de Uribe, por supuesto) podría estar conduciendo al partido Verde al abismo. En otras palabras, aquí el chiste según el cual “estábamos al borde del abismo pero dimos un paso adelante”, cobra vigencia.

Lo llamativo del asunto es que en caso de la debacle, ésta no sería compartida por igual entre Peñalosa, Mockus y Uribe, sino entre los dos primeros. A este último habría que reconocerle –por el contrario- una nítida victoria política, en la medida en que le bastaron unos meses para neutralizar la tendencia avasalladora de cambio que encarnaba la Ola Verde, herida de muerte desde que Antanas se rindió al apoyo de Uribe, así hubiera sido a regañadientes.

Si contemplamos la escena con frialdad analítica, se concluye entonces que gracias a su brillante y perverso cacumen, Uribe pudo ‘robarse’ el cariño de Peñalosa y Gilma Jiménez (seducidos por sus melifluos encantos), mientras que de carambola adquirió más consistencia una eventual postulación suya, dependiendo del veneno divisionista que haya logrado infiltrar en las filas verdes, cual Caballo de Troya.

Moraleja y conclusión: Enrique Peñalosa es capaz de no ganar, y Álvaro Uribe de arrebatarle la alcaldía.

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