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De victimarios a víctimas

Los uribistas pasaron de victimarios a víctimas. Ahora resulta que el hacker Sepúlveda fue contratado por 'Juanpa' para infiltrar la campaña presidencial de 'Zurriaga' con apoyo de la Fiscalía.

Joaquín Robles Zabala, Joaquín Robles Zabala
31 de agosto de 2014

La estrategia no es nueva. Está consignada en los 11 principios propagandísticos nazis creados por Paul Joseph Goebbels, un hombre de baja estatura, cojo y cuyo aspecto físico no concordaba para nada con la imagen ideal del caucásico ario proyectada por el nazismo, pero fue el escogido por Hitler para cambiar la estructura mental de los alemanes a través de un plan publicitario que buscaba, entre otros objetivos, elevar una mentira a la categoría de verdad irrefutable.

Uno de esos principios es “la exageración y la desfiguración”, el cual consiste en desvirtuar las declaraciones del enemigo que atenten contra la estabilidad del régimen y la credibilidad del líder supremo. La mentira que se expone debe ser persuasiva, rimbombante, y debe repetirse con regularidad por los medios de comunicación para así lograr el efecto analgésico de la verdad de los hechos que se busca contrarrestar. 

El principio básico es la negación absoluta de todo aquello que pueda afectar la imagen del líder. De ahí que las respuestas que hemos escuchado en los últimos meses del expresidente Uribe frente a los escándalos que golpean con fuerza su imagen y la de su grupo político no sea solo la de negar todos aquellos actos negativos que se les atribuyen, sino también la de descalificar al oponente y desvirtuar, con declaraciones salidas en muchos casos de contexto, la veracidad de los argumentos expuestos, en este caso las declaraciones del hacker Andrés Sepúlveda que involucra la reciente campaña presidencial de Óscar Iván Zuluaga con la interceptaciones ilegales de teléfonos de sus adversarios políticos --entre estos los del presidente Santos--  y la configuración de un plan macabro que tenía como fin dinamitar los diálogos entre las FARC y el gobierno que se llevan a cabo en La Habana.

Por eso, la primera reacción del entonces candidato presidencial del Centro Democrático cuando estalló el escándalo del video en el que se le puede observar conversando calmadamente con el hacker, bromeando en otras, fue negar el hecho y definirlo como “un vulgar montaje”. Luego habló de “un complot” orquestado desde la otra orilla; es decir, desde la campaña del entonces candidato-presidente, para reconocer más tarde, ante las evidencias abrumadora que lo señalaban, que en alguna oportunidad, en un momento que ya había olvidado, se había reunido con el pirata informático en la oficina de este.

Pero como la negación simple -en muchos casos- no logra el efecto deseado, se recurre inmediatamente al “principio de la transposición”, que consiste en adjudicarle al enemigo los errores propios. Es decir, otorgarle a este la responsabilidad del hecho para distraer a la opinión pública del origen real del problema que produjo el escándanlo y así inclinar la balanza a favor propio y soltar ante los medios de comunicación píldoras desinformativas, desacreditadoras, que pongan en entredicho las afirmaciones del enemigo.

De ahí que ante las nuevas revelaciones del pirata informático, el expresidente Uribe haya trinado frases como estas: 


Y que personajes de tan dudosa reputación como el hoy senador y ‘exconsiglieri’ del gobierno anterior, José Obdulio Gaviria, haya declarado para los medios de comunicación que el hacker “Andrés Sepúlveda está al servicio de la Fiscalía General de la Nación”. O que Francisco Santos haya escrito un mensaje como el siguiente: 


Este “principio de transposición” es complementario con el “principio de orquestación”, que consiste en instaurar un discurso reiterativo, deshonesto, sin quiebres ideológicos, pero que raye tan fuerte en la conciencia del escucha que termine convencido de que detrás de esas palabras, de esas declaraciones, hay una verdad que no se puede soslayar.

Cuando Óscar Iván Zuluaga, ante las nuevas revelaciones del hacker retoma la palabra “infiltración” para decirnos que él no “hackeó” sino que a él lo “hackearon”, está utilizando el “principio de simplificación y del enemigo único”, que consiste en recoger, bajo una sola imagen, a los posibles adversarios. Es decir, meterlos a todos en una misma bolsa y catalogarlos con una misma etiqueta. De ahí que ante las nuevas declaraciones de Sepúlveda, el excandidato presidencial por el Centro Democrático haya relacionado a este con la Dirección Nacional de Inteligencia, creada por Santos en reemplazo del antiguo DAS y, de inmediato, lo haya conectado con J. J. Rendón, quien asesoró las dos campañas del actual presidente de la República y que, a su vez, fue señalado por Álvaro Uribe de haber recibido 12 millones de dólares de varios reconocidos narcotraficantes, de los cuales dos entraron a la primera campaña presidencial de Santos por la puerta de atrás. 

Esa unificación del enemigo bajo una misma etiqueta incluye también a las FARC, cuyos miembros en La Habana les fueron interceptados los teléfonos y, según datos conocidos por exmandatario a través de la agencia de espionaje Andrómeda, le aportaron a la campaña de Santos unos 400.000 votos que fueron depositados en las urnas bajo engaño y amenazas a  la población campesina del sur del país.

El ladrón juzga por su condición, suelen decir los abuelos. Pero en psicología el término “proyección” determina un mecanismo utilizado por Goebbels en sus 11 principios propagandísticos que consiste en atribuirles a otras personas los defectos propios. Visto de esta manera, lo que el expresidente Uribe proyecta en Santos son los varios millones de votos que los paramilitares, a punta de motosierras, amenazas y decapitaciones de campesinos, le aportaron en dos oportunidades a su irregular camino a la Casa de Nariño.
 
En Twitter: @joarza
E-mail: robleszabala@gmail.com
*Docente universitario.  

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