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Lucha antidrogas: batalla perdida

Más de treinta años de lucha antidrogas han sido una batalla perdida, que sólo ha servido para fomentar la corrupción, violencia y el sostenimiento de grupos ilegales.

Uriel Ortiz Soto, Uriel Ortiz Soto
6 de agosto de 2015

Por cuenta de la lucha contra las drogas ilícitas se han formado tenebrosos carteles, que en su afán desmedido por conseguir dinero fácil han provocado verdaderas catástrofes sociales y familiares. En todas las regiones del país hay historias tristes que contar sobre la muerte de uno o varios de sus seres queridos, o que aún se encuentran en las cárceles, o soportando el flagelo del exilio, para poder salvar sus vidas y la de sus familias.

Recordemos las épocas tenebrosas de Pablo Escobar, que después de 25 años de su muerte, su historia criminal y delictiva continúa recorriendo con horror varias regiones que quedaron asoladas por sus constantes crímenes de lesa humanidad, muchos de ellos aún no han podido ser esclarecidos por las autoridades competentes.

Son cientos los compatriotas que fueron sepultados en fosas comunes al ser asesinados por orden de los jefes de las mafias confabulados con grupos de guerrilleros, paramiltares o de sicarios, por no haber cumplido con una cuota de producción, comercialización, o simplemente para sacarlos del camino, puesto que desistieron seguir en la criminalidad.
 
Lamentablemente queda plenamente comprobado que el problema del narcotráfico en mayor o menor escala, no puede continuar siendo sujeto de represión, se requiere de otras medidas más efectivas y convincentes, como podría ser el del comercio escalonado, con programas de motivación y concientización, no debemos olvidar que varios expresidentes y el mismo doctor Juan Manuel Santos, son conscientes de tal situación, hasta llegar a proponer en foros nacionales e internacionales que la lucha contra las drogas ilícitas, dada su poca efectividad, hay que someterla a revisión, hablándose inclusive de su posible legalización.

Mientras exista la ley de oferta y demanda en relación con la: producción, industrialización, consumo y comercialización de los cultivos ilícitos es muy difícil acabarlos o al menos controlarlos, las estadísticas de los últimos años sobre su producción y consumo están demostrando muy a las claras que es una batalla perdida.

Desde cualquier ángulo que se le mire no han valido las medidas represivas, ni mucho menos los programas de erradicación manual, ni las fumigaciones con glifosato. Para cada uno de estos programas se han invertido miles y miles de millones de pesos, con ayuda del gobierno de los Estados Unidos, que logró implementar el Plan Colombia a costos también demasiado altos.

Es inaudito que después de tanto ejercicio finalmente tengamos la sorpresa: que tanto cultivos, como comercialización y consumo han aumentado en un 30%, y se tienen noticias más sorprendentes en el sentido que sus productores y comercializadores, todos los días son más ingeniosos: se inventan sorprendentes modelos de transporte, con el fin de burlar la vigilancia de las autoridades, que también no pocas veces son sus aliados en los terminales aéreos, centros de acopio y transporte terrestre.

No debemos olvidar también que la naturaleza es pródiga en proporcionar recursos naturales para producir drogas de alta calidad y a menor costo; hasta hace unos quince años las autoridades libraron una guerra sin cuartel contra las importación de  precursores químicos, sin embargo, aparecieron los sustitutos naturales que se consiguen a precios bastante económicos y con la facilidad sorprendente de la luz del día, la mayoría de las veces son preparados artesanalmente por los mismos procesadores.

Pero también al problema de las drogas ilícitas le ha salido su competencia: son las sintéticas, las cuales se producen a base de componentes químicos que son preparados por los narcotraficantes en sus mismos hogares, sin mayores costos y sin tener que arriesgar su vida; en los últimos años han parecido drogas sintéticas de fabricación artesanal que producen los mismos efectos y alucinaciones que la cocaína, la heroína o la marihuana.

En conclusión, nos encontramos frente a una encrucijada muy difícil de salir, si es que nuestras autoridades, con el ministerio de Educación Nacional a la Cabeza, no diseñan programas con el fin de motivar a nuestros jóvenes y adultos para que en lugar de consumir drogas ilícitas se dediquen a programas de recreación y cultura, puesto que muchas veces la desocupación y la falta de comprensión en sus hogares los está llevando a buscar momentos de escape a sus angustias e incomprensiones, que engañosamente encuentran en el consumo de las drogas ilícitas, donde finalmente se acude al estado depresivo y de ahí al suicidio.

Muchos expertos consideran que tanto la cocaína como la heroína y la marihuana pueden ser industrializadas como está sucediendo con: los mates de coca, que ya se comercializan en tiendas y supermercados; lo mismo que los ungüentos a los cuales el Invima ha logrado extenderles los permisos fitosanitarios; para el caso de la marihuana ocurre lo mismo, considero que tiene una parte medicinal y otra de agroindustrializaición.

Es decir, que a las drogas ilícitas, no se les puede estigmatizar del todo como tóxicas, ni mucho menos perjudiciales para la salud, tienen un desdoblamiento de uso medicinal e industrial que bien manejado pueden convertirse en un renglón importante de comercialización; en las regiones indígenas se están preparando infusiones que bien aplicadas sirven para aliviar varias enfermedades que aún la ciencia médica no ha logrado desentrañar.

Considero que para la etapa de posconflicto una vez se firme el acuerdo de paz, y dado que los señores de la guerrilla son tan expertos en el cultivo, industrialización y comercialización de las drogas ilícitas, se deberían abrir espacios con el fin de motivarlos a su producción con fines medicinales y terapéuticos; la fase de industrialización se está abriendo paso y puede ser una de las soluciones para empezar a desmontar el consumo como fenómeno de adicción.

Lo cierto es que los estados meramente represivos, para el caso de las drogas ilícitas, son en su conjunto una cadena de batallas perdidas, con miles y miles de millones de pesos invertidos; eje central que alimenta los grupos subversivos y demás organizaciones al margen de la Ley, pero con un monstruo totalmente ganancioso: la corrupción que actualmente invade con sus tentáculos todos los órganos de nuestro Estado de Derecho.
 
*urielos@telmex.net.co
urielos@hotmail.es

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