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Usura, Crédito & Crecimiento (Por Rafael Rodríguez Jaraba)

Semana
2 de agosto de 2006

Incomprensible resulta la propuesta de acabar con la tasa de usura esgrimiendo supuestos e improbables motivos técnicos carentes de validez y razón. De prosperar esta iniciativa se estaría mostrando debilidad y resignación frente a un mal que tanto daño le hace a la economía. Acabar con la tasa de usura, es tanto como despenalizar delitos por falta de espacio en las cárceles, o acabar con el hurto permitiendo su ejercicio.

“Lo que es bueno para el espíritu, es bueno para la economía” sentenciaron los escolásticos. Sin incurrir en peligrosos moralismos que solo admiten posturas fundadas en la ética y la virtud, es claro que la usura es una práctica consuetudinaria que desde tiempos feudales ha envilecido a la sociedad y que por valerse del abuso, el aprovechamiento y la expoliación de los sectores necesitados, ha contribuido a sembrar inequidad, concentrar la riqueza y promover la exclusión de los más pobres. Si bien su práctica es solapada y furtiva, no puede servir de excusa para que el estado renuncie a su castigo.

El derecho financiero no debe postrarse ante los abusos predatorios del mercado, ni menos renunciar a su deber prospectivo de anticiparse a las malas prácticas. Acabar con la tasa de usura, es tanto como estimular el abuso de los sectores mas necesitados.

Es claro que el crédito constituye importante palanca para promover expansión, pero el ejercicio de su actividad, lejos está de ser la principal meta de desarrollo y progreso de la sociedad. La intermediación en esencia, es eso, intermediación, y su importancia siempre se verá desplazada por la agricultura, la manufactura, la industria y el comercio, que son expresiones autenticas de la economía real.

Es inequívoco que el mercado financiero colombiano, por excluir a los sectores más necesitados de crédito, ha terminado promoviendo la informalidad financiera. El 4X1000, y la animosidad de los usuarios por la hostilidad del sistema financiero, no solo han alentado la mal llamada desbancarización, sino que además, han promovido el crecimiento mimetizado de un sistema financiero paralelo que incurre en los delitos de usura y de captación masiva y habitual.

El gobierno debería nutrirse de la experiencia de entidades como el WWB Banco Mundial de la Mujer, que con resultados solventes demuestran que es posible irrigar con microcréditos baratos y competitivos a los sectores más desprotegidos que tradicionalmente han sido ignorados o desatendidos por la banca formal. Por su parte los bancos deberían pensar en términos de masificar y mejorar servicios abaratando tasas y reduciendo costos, y no de incrementar utilidades aumentando tasas y manteniendo su precaria oferta de servicios.

Si bien el estado debe ser respetuoso del mercado, no puede ni debe ignorar, y menos tolerar, prácticas abusivas que envilecen la economía. La voracidad de los agentes financieros del mercado es ilimite. Por eso, no es bueno para el país, esperar el equilibrio del mercado por la vía de la autorregulación o por la simple prédica de los principios del gobierno corporativo.

Si lo que se quiere ampliar el acceso al crédito, el gobierno y el emisor deben seguir trabajando a favor del abaratamiento de las tasas de interés, de la racionalización de los márgenes de intermediación, de la disminución de los costos de los servicios financieros, y castigando con mayor vigor y denuedo la usura y la captación masiva y habitual.

El gobierno tiene la palabra, y por fortuna ahora en la Superintendencia Financiera volvieron a soplar vientos favorables para los usuarios.

*Consultor Jurídico & Corporativo.

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