Home

Opinión

Artículo

¿Vale la pena traer los cascos azules?

Basado en la experiencia de la misión de mantenimiento de paz de Naciones Unidas en Burundi, África, el jurista internacional Hernando Cáceres se pregunta si sirve traerlos a Colombia.

Semana
17 de febrero de 2007

En septiembre de 2005 cuando apenas llevaba tan solo unos meses trabajando en la Operación de Mantenimiento de paz de las Naciones Unidas para Burundi, un diminuto país africano que acaba de terminar una guerra fratricida de 12 años en la cual murieron más de 300.000 personas, un hombre de 40 años de edad, de tez negra y de aproximadamente 1,65 metros de alto se acercó al puesto de votación que mis colegas y yo estábamos supervisando en un pueblo en medio de una “zona roja”, localizado a unos 70 kilómetros al sur de la capital del país.

Este señor tenía su dedo índice derecho marcado con tinta indeleble y llevaba consigo el carné de elector pues acababa de votar, seguramente por primera vez en su vida. Nosotros, los supervisores electorales, teníamos jeans, potes de protector solar en nuestros rostros, zapatos de suela gruesa y camisetas blancas sobre las cuales portábamos chalecos antibalas azules marcados con la inscripción “UN”. Al llegar, el señor se nos quedó mirando y nos dice: “quiero agradecerles, pues debido a las actividades de las Naciones Unidas hoy hay elecciones en mi país y eso significa que vamos a tener un futuro. Desde la llegada de la ONU, la guerra se ha acabado, nosotros hemos podido volver a construir nuestras casas, la plaza de mercado ha vuelto a abrir y en pocos días la escuela de mis hijos va a comenzar. Además mi esposa, quien está todavía refugiada en Tanzania, ha decidido regresar…Gracias”. Él tomó nuestras manos, las estrechó fuertemente, dibujó una gran sonrisa en su rostro, se dio la vuelta y regresó tan rápido como había llegado. Ninguno de nosotros alcanzó a decirle nada.
 
Las palabras de este campesino explican en forma breve y limitada pero ejemplarizante algunos de los impactos que tienen las Misiones de Paz de la ONU, compuestas por Cascos Azules militares y civiles, las cuales tienen el potencial de crear el camino para la consolidación de la paz, estabilidad y de la democracia.

En Burundi, gracias a la Misión de Paz, se pudo realizar un maratón electoral el cual permitió a los ciudadanos elegir democráticamente a su Presidente, sus senadores, congresistas y alcaldes, entre otros, situación que permitió dejar atrás, por lo menos por ahora, la era de los golpes de Estado y de la inestabilidad.

Ahora bien, la simple presencia de los Cascos Azules conllevó a que la percepción de seguridad de los ciudadanos aumentara gradualmente, gracias no solo a su fuerza militar disuasiva, sino al apoyo directo dado por la Misión al cumplimiento de los pactos y compromisos consignados en los acuerdos de paz firmados entre los grupos rebeldes y el gobierno, entre ellos el de desarme y desmovilización.

Desde el punto de vista de la economía, una Misión de Paz tiene el potencial de reactivarla, inclusive en el nivel local, debido a diversos factores: el primero de ellos es la seguridad y estabilidad general, lo cual es un factor necesario para que la economía tanto formal como informal retoñen y comiencen a ser viables nuevamente. En Burundi, esto se tradujo en el resurgimiento del comercio, de la agricultura, en una mayor demanda de fuerza laboral, en la activación de la construcción y sobre todo en el la reaparición del tránsito y de la circulación por las vías del país, algo que durante el conflicto era imposible.
 
Como segundo factor se tiene que un considerable porcentaje de los salarios y honorarios de los funcionarios de Naciones Unidas son gastados e invertidos localmente en arriendo, comida, diversión, y en generación de empleo directo e indirecto como cocineros, guardias de seguridad y conductores, entre otros, situación que inyecta recursos a la economía desde abajo hacia arriba.
 
Por último, toda Misión de Paz demanda insumos, bienes, servicios y mano de obra en grandes cantidades para su adecuada instalación y funcionamiento, los cuales son comprados o contratados en el nivel local, lo cual es un fuerte incentivo económico. Además, estos tres puntos traen como consecuencia positiva indirecta se genera en la economía un marco de transparencia, pues se invita por no decir obliga, a las compañías y particulares que contratan con la Misión de Paz a pagar impuestos, a seguir las leyes, y a hacer transacciones limpias por medio de subastas o licitaciones. Esto genera no solo una cultura de transparencia sino que le deja ingresos a las arcas del Estado.

En cuanto a las víctimas y sus derechos, las Misiones de Paz no solo dan grandes avances en la reconstrucción de la infraestructura más necesaria como acueductos, hospitales y escuelas, sino que, tal como sucedió en Burundi, lideran iniciativas de justicia como Comisiones de Verdad y Reconciliación, centros de documentación y Tribunales Internacionales. De esta forma las Misiones propenden a la creación e instalación de los órganos necesarios para que las víctimas puedan hacer valederos sus derechos, como el derecho a la justicia, a ser reparados, a conocer la verdad sobre el conflicto, y a tener garantías de no repetición del conflicto.

Ahora bien, las Misiones de Paz de la ONU generan también algunos impactos negativos no deseados. El más importante de ellos es un aumento significativo de la inflación, el cual es generado con la llegada de miles de funcionarios civiles y militares quienes súbitamente aumentan la demanda de productos, bienes y servicios en un lapso muy corto durante el cual, el debilitado mercado, no puede ajustarse. La vivienda es uno de los primeros sectores afectados, seguido del sector de alimentos y entretenimiento.

Por último, la llegada de las Misiones de Paz trae consigo el riesgo del aumento de la prostitución, tráfico de menores de edad, esparcimiento de enfermedades de transmisión sexual y en algunos casos el aumento de consumo de sustancias ilícitas. Esto se debe al alto número de expatriados, tanto civiles como militares, quienes se encuentran a cientos de kilómetros de sus cónyuges, a diferente estilos de vida y en algunos casos menores y aislados a abusos de inmunidades diplomáticas

Los futuros países receptores de Misiones de Paz De la ONU, como Sudán, Chad, Etiopía y posiblemente Colombia pueden contrarrestar y detectar los impactos negativos de su llegada y acentuar los positivos, para sacarle mayor provecho. Ahora bien, en caso en que fuera permitida la llegada de una Misión de Mantenimiento de Paz en Colombia, su mandato dependería radicalmente del momento en que esta llegara al país, creando dos escenarios diferentes. El primero de ellos es una Misión en medio del conflicto. En este escenario, los Cascos Azules civiles y militares no estarían autorizados para combatir directa o indirectamente a los grupos armados al margen de la ley. Su objetivo principal estaría enmarcado en la búsqueda de escenarios que culminen en un acuerdo de paz, por un lado, y por el otro en la protección a los civiles afectados por el conflicto, entre ellos los desplazados.

En el segundo escenario es la llegada de la Misión una vez se haya firmado los acuerdos de paz entre los actores del conflicto. En este caso la Misión de los Cascos Azules seria dar apoyo logístico, económico, técnico, académico e intelectual tanto al Estado como a los grupos de ex combatientes para que cada uno pueda satisfacer las garantías enmarcadas en los acuerdos, y en otros compromisos como el cese del fuego. Igualmente trabajarían en la reintegración de los desmovilizados, reparación de víctimas, reconciliación y en la creación de mecanismos de justicia transicional. Por último podrían supervisar y monitorear elecciones en las cuales los brazos políticos de grupos de ex combatientes integrarían el escenario electoral, todo para dar mayores garantías de transparencia y libertad a las elecciones.

Independientemente del escenario, albergar una Misión de Mantenimiento de Paz de la ONU significa para Colombia reconocer su soberanía para albergarla; significa también tener una alta gobernabilidad para poder aceptar un apoyo neutro para solucionar el conflicto. Pero sobre todo, una Misión de Paz de la ONU en Colombia implicaría darle a la comunidad internacional un rol y una responsabilidad social y económica directa en la solución de un conflicto alimentado por el consumo internacional de drogas, lo cual permitiría que la gran deuda que tienen las naciones consumidoras comenzara a ser saldada con los colombianos.

*Hernando Cáceres Dueñas
Jurista Internacional
hernando.caceres@digdes.org

Noticias Destacadas