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¡Vamos, millos! ¡Vamos, Noemí!

Al fin podrá brillar en una colectividad azul; al fin podrían decirle presidenta, así sea en el estadio.

Daniel Samper Ospina
23 de abril de 2011

Pensaba escribir sobre la pelea entre Santos y Uribe, y exigirles a ambos que definan sus diferencias como varones, en un combate cuerpo a cuerpo transmitido por Señal Colombia y narrado por Édgar Perea. Pero sería desventajoso: cualquiera sabe que Uribe es experto en la lucha sin reglas y que, además, cuenta con un endemoniado gancho de ultraderecha que podría inflamar aun más los párpados del presidente. Más equitativo sería organizar una riña de mascotas en la que 'el Pincher' Arias, por el uribismo, y Edward Niño, por el santismo, se encierren en un ruedo de gallos para disputarse el liderazgo de la nación. Hay que organizarla pronto, antes de que el otrora brioso cachorrillo termine encerrado en un guacal por órdenes de la Fiscalía.

Pensaba escribir sobre eso, digo, y sobre los agobiantes titulares que produce este país, hasta que en plena Semana Santa apareció, por fin, una buena noticia: que Noemí Sanín será parte de la junta directiva de Millonarios.

Al fin la Virgen María -o la tía Graciela, a veces las confundo- escuchó mi plegaria. Si con esto no ganamos, ya no ganamos con nada. Como fervoroso hincha del Santa Fe, celebro la vinculación de Noemí al equipo rival y ruego desde ya para que la pongan de presidenta o, por qué no, de volante de contención.

A ustedes les consta que siempre he sentido compasión por ella. Aun más: fui el único en protestar cuando sus asesores se excedían en las dosis de Red Bull que le suministraban antes de cada debate. Pero no nos engañemos: nos salvamos de que Noemí fuera presidenta. En esta ola invernal, lo único que habría hecho sería proponer una lluvia de ideas.

Sin embargo, nadie niega que integrar la junta de Millos es una salida decorosa para una líder tan distinguida, y por eso la apoyo sin reparos. Al fin podrá brillar en una colectividad azul; al fin podrían decirle presidenta, así sea en el estadio.

¿Cómo será Noemí en su nuevo papel? ¿Se aprenderá el himno de Millos? ¿Se aprenderá el de Bogotá? ¿Se aprenderá el de Colombia? ¿Gritará TPP repentinamente en medio de una jugada de gol? ¿Promoverá las transmisiones de los partidos, como lo hizo durante la toma del Palacio de Justicia? ¿Contratará un técnico holandés para evitar la enfermedad holandesa? ¿En cuánto tiempo se cambiará de equipo? ¿Alineará, como ya sospechan algunos, a Juan, a Pedro, a María, o jugará con personas de carne y hueso, que no estén en su imaginación?

No descarto que su vinculación traiga grandes momentos para la hinchada azul. Cualquiera sabe que los hermanos godos son incapaces de ocupar un cargo directivo sin darles puestos a los suyos, y en esa medida es previsible que en la alineación titular terminen jugando Telésforo Pedraza y demás dirigentes conservadores. No importa la edad que tengan: si Gerardo Bedoya todavía juega en el fútbol profesional, ¿por qué un veterano como Belisario no puede servir, al menos, para ponerse en la barrera?

Dios quiera que Noemí asuma con responsabilidad esta nueva tarea y sepa ubicar a sus copartidarios en las mejores posiciones. Hay con qué. El doctor Gerlein ha demostrado que es hábil para tapar. Nadie sabe tanto de despejes como Pastrana. Enrique Gómez muestra garra en la extrema derecha. José Galat sirve de último hombre. Y aun en la parte administrativa, Fernando Londoño sería un tesorero confiable, Marta Lucía Ramírez daría grandes charlas técnicas, la esposa de Juan Hernández podría hacer los uniformes y Juan Gabriel Uribe, indiscutible editor del boletín embajador, al fin dirigiría un medio que tenga algo de circulación.

Pese a todo, no quiero criticar, de ninguna manera, a las personas que idearon esta postulación. Entiendo la lógica de la jugada: si Noemí hace lo que sea por un titular, ¿qué no hará por once titulares? Como sugieren algunos, ¿no es ideal darle justo a ella las riendas de un equipo al que le dicen 'el conjunto embajador'? ¿No adquieren sentido ahora los absurdos comerciales de su campaña en los que hasta una mujer embarazada aparecía jugando fútbol mientras ella gritaba como loca en una tribuna?

Siempre he creído que el nivel del fútbol colombiano solo es comparable con el de la política nacional. Bienvenida, pues, esta fusión. Ruego ahora para que Piedad Córdoba presida el Santa Fe, reparta boinas rojas a la hinchada y consiga dos volantes venezolanos que nos hacen falta. También para que, asesorado por Andrés Uriel en las contrataciones, el expresidente Uribe dirija el Envigado: lo veo subido en un potro que recorre de ida y vuelta la línea de cal mientras ordena a grito herido que las autodefensas de su equipo ocupen el terreno contrario antes de que aprueben la ley de tierras.

Celebro, pues, el gran momento por el que pasa el balompié criollo. Aprueban la ley del fútbol sin que nadie, ni el doctor Clopatofsky, declare su impedimento. Las obras de los estadios avanzan y es posible que cuando comience el Mundial los baños de algunos camerinos ya suelten. Y por si fuera poco, Noemí Sanín ingresa a la dirigencia azul. Solo falta que, a cambio, 'el Chiqui' García ocupe la presidencia del Partido Conservador y emprenda las mejoras éticas que tanta falta han hecho en ese puesto. Desde acá me permito postularlo.

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