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Bravucón de barrio o ‘gamín político’

Creo que Vargas Lleras perdió la oportunidad de mostrarle al país la fuerza de sus argumentos, pero dejó claro que está más cerca de un bravucón de barrio que de un estadista.

Joaquín Robles Zabala, Joaquín Robles Zabala
9 de mayo de 2014

En el país del Sagrado Corazón, la palabra ‘gamín’ designa a los chicos que habitan las calles, aquellos sobre los que pesa la fama de ladrones, pillos  y viciosos. Según el diccionario de etimologías, su origen es francés y era utilizada en siglos pasados para definir a los ayudantes de los obreros. Pero como los vocablos sufren cambios semánticos a través del tiempo para acomodarse al ritmo acelerado de las nuevas generaciones, en muchas oportunidades esta expresión lexical ha adquirido un significado menos peyorativo que define a las personas alegres y bulliciosas. Pero, en todo caso, hoy el referente es casi siempre un chico, por demás sucio y maloliente, que hurga en los botes de basura y que, de vez en cuando, aprovecha el descuido de los transeúntes para robarlos.

Con el escándalo suscitado recientemente por el video en el que se le escucha a Germán Vargas Lleras tildar de gamín -a falta de argumentos-  a un ciudadano que lo interpela ante la avalancha de cháchara politiquera con la pretendía ganar unos votos, el número de artículos de opinión, notas de prensa y comentarios de pasillo sobre el suceso se ha disparado en la última semana como la espuma de una cerveza. Y no era para más, pues la expresión no venía del señor que cumple funciones de vigilante en el edificio de la esquina, ni de la ama de casa que pierde la paciencia ante la insistencia de un vendedor ambulante. No. Esta había sido pronunciada por un exsenador de la República que había cumplido también funciones de ministro y aspira a ocupar el cargo de vicepresidente de la Nación.

La excusa del iluminado personaje, que tuitió su rabieta acompañada de varias fotografías, era que el ‘gamín’ es un uribista pendenciero que pretendía sabotearle la reunión. Los abuelos solían decir que la decencia no pelea con nadie y que la universidad no enseña modales. Pero la actuación de Vargas Lleras dejó claro la segunda parte de la sentencia y reafirmó que la educación no tiene nada que ver con los estratos sociales.

Creo que Germán Vargas perdió una gran oportunidad de mostrarle al país la fuerza de sus argumentos, las razones por las que desea acompañar a Santos a la Casa de Nariño y por qué él es un hombre que está a la altura de las necesidades del país. No obstante, lo que quedó en el lente de quienes lo vimos en el video vociferando como un energúmeno, es que el candidato a la Vicepresidencia está más cerca de un bravucón de barrio --como cualquier Uribe-- que de un verdadero estadista.

Una vecina, con la que suelo comentar este tipo de sucesos, me decía la otra vez que Vargas Lleras es, en el fondo, un ‘gamín político’: pulcro por fuera pero sucio por dentro. Además, decía, practica la ideología del acomodo, lo que lo ha llevado  siempre a estar del lado de quienes ostentan el poder. Por esta razón defendió como gato bocarriba a Álvaro Uribe durante sus ocho años de gobierno y hoy le tira dardo y defiende, por las mismas razones, a Santos.

Hace un par de meses, un reconocido profesor universitario decía en una nota que Vargas Lleras no es un elemento nocivo para la paz, aunque no crea en la negociaciones con las Farc, pero le hace un profundo daño a la política del país y proyecta una imagen negativa a las nuevas generaciones [La SillaVacía.com, 24-02-2014]. Primero porque su actividad política se inserta en ese viejo esquema de los caciques electorales que, como las recordadas sucesiones nobiliarias, son la manifestación del amarre del poder al orden familiar. Segundo porque este orden le permite poner en práctica abiertamente el clientelismo, comprar voluntades y aceitar la maquinaria politiquera de  los sectores más conservadores del país.

Pero, más allá de lo que se pueda afirmar de Germán Vargas Lleras, no hay duda de que él representa el poder de esa vieja estirpe de abolengos que defiende el statu quo, ‘la mermelada’, la disidencia, la corrupción y, por supuesto, el poder de “esa vieja caterva de políticos” que ha escrito, hasta ahora, la decadente historia de Colombia. 

En Twitter: @joarza
E-mail: robleszabla@gmail.com
*Docente universitario.