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Veo que no he sido claro

Uno de los temas que hacen trágica a Colombia es la intervención de los Estados Unidos. Y en particular en el asunto de la droga

Antonio Caballero
22 de enero de 2001

Me regaña vía Internet una lectora, Gladys Cardona Ospina, diciendo que mi “dudoso humor contra los U.S.A.” muestra que “se me han agotado los temas reales de la trágica Colombia”. No, no es que se me hayan agotado. Es que, precisamente, uno de los temas reales que hacen trágica a Colombia es la intervención de los gobiernos de los Estados Unidos en sus asuntos. Y muy particularmente, en los últimos 25 años, su intervención en el asunto de la droga, que es el que mi lectora menciona como síntoma de mi agotamiento.

Dice ella:

“No es la droga en sí lo que aflige al coloso del norte, es la criminalidad que la droga genera, la inestabilidad de los países que la exportan, el poder que este dinero compra, desde el mantenimiento de las guerrillas, millonarias compras de armamentos bélicos para armar las guerrillas y el increíble submarino. Darle el poder a presidentes como el Fujimori del Perú y su compinche Montesinos, e interferir en las elecciones de los países latinoamericanos, como las de Samper, en Colombia”.

Y concluye: “No es la droga, es la plata”.

Llevo 25 años, desde que empezó lo de la droga, intentando explicar en cientos de artículos de prensa lo de la droga y lo de la plata de la droga. Pero veo que no he sido lo suficientemente claro, porque sigue habiendo lectores que no se dan cuenta de que esas dos cosas, inseparables, no constituyen para el “coloso del norte” un motivo de “aflicción”, sino un negocio. Un monumental negocio en el que sólo gana él, y pierden —perdemos— todos los demás. Voy a enumerar todos los elementos que cita mi lectora, y que en su opinión “afligen” al coloso.

“La criminalidad que la droga genera”. Es mucha, sin duda. Del hecho de que producir, distribuir y consumir droga sean actividades declaradas criminales por los gobiernos del “coloso del norte” se derivan muchas otras formas de criminalidad: asesinatos, sobornos, etc. Pero no afligen al coloso, sino que lo benefician. Pues como ya es hora de que la lectora vaya sabiendo, la casi totalidad de las ingentes ganancias que la droga produce por el hecho de estar criminalizada se queda en los bancos de los Estados Unidos, los cuales —criminalmente— la lavan, en toda impunidad.

“La inestabilidad de los países que la exportan”. Esa inestabilidad, que es, en efecto, tremenda, es directamente inducida por los gobiernos de los Estados Unidos, en su propio interés. Un caso ya antiguo: el del derrocado y preso general Noriega en Panamá. Y uno reciente: el del huido presidente Fujimori en el Perú. Pues “el Fujimori y su compinche Montesinos” (este último agente de la CIA durante 30 años), como Noriega en sus tiempos, sólo perdieron el poder y fueron acusados de traficar con droga cuando el gobierno de los Estados Unidos no pudo seguir amparándolos: pero lo hizo hasta el último minuto, obligando a la OEA y al calzonazos de su Secretario General a avalar las últimas elecciones, no sólo inconstitucionales sino además fraudulentas, que ganaron hace unos meses. Y es que eso de “interferir” en las elecciones de los países latinoamericanos no es una novedad de los narcos: es una larga tradición de los gobiernos de los Estados Unidos. No tengo espacio aquí para contar los casos más recientes: digamos de los últimos 50 años. Pero tal vez mi irritada lectora haya oído hablar de Guatemala, de la República Dominicana, del Brasil, de Chile, de Nicaragua… En cuanto a las “millonarias compras de armamentos bélicos”: ¿Quién cree mi lectora que hace las millonarias ventas?

Lo del “increíble submarino” no lo entiendo muy bien. Tal vez a mi lectora le parezca irrespetuoso para con el coloso del norte que los narcos se hayan puesto a fabricar un submarino por su cuenta en la Sabana de Bogotá en vez de adquirirlo a buen precio del Pentágono, como se hace con los helicópteros, por ejemplo.

Estaría en completo acuerdo con mi lectora Gladys Cardona Ospina si en el último párrafo de su carta cambiara una sola palabra. “Carteles” por “gobiernos de los Estados Unidos”. Así podríamos decir ambos al unísono:

“La desmoralización que causa la plata fácil, la corrupción que sostiene, el desequilibrio de los gobiernos que los (“carteles”, dice ella; “gobiernos de los Estados Unidos”, digo yo) buscan, para desestabilizarlos, y finalmente la destrucción y la muerte de tanta víctima inocente”.

No es la droga, doña Gladys, estoy de acuerdo. Es la plata. Y son los Estados Unidos los que se quedan con la plata.

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