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VERITATIS SPLENDOR

Desde hace más de 20 años la plata del narcotrafico financia la politica en colombia, y resulta que los politicos no se habian dado cuenta., 27874

Antonio Caballero
26 de febrero de 1996


EL PRESIDENTE SAMPER NO PUEDE SEguir. Su recurso a la consulta popular es inviable. No en lo ético o en lo jurídico: nada |es más fácil en Colombia que acomodar la ética o interpretar la ley. Sino en lo lógico: lo que está en tela de juicio es, justamente, la limpieza de las consultas populares. Y en lo político. Es una iniciativa que no respalda sino un puñado de funcionarios en desbandada, y a la cual se oponen todas las demás fuerzas del pafs: los partidos divididos, el desprestigiado Congreso, los gremios económicos, los ex presidentes, la prensa, y hasta los estudiantes de la Javeriana. Se opone incluso alguien que no es una fuerza, sino un indicador de la fuerza del viento: el ex mosquetero presidencial, que en una media estocada que más parece una puñalada trapera se refugia en el regazo de López y Turbay. Además ¿quién pagaria la consulta? ¿Santo Domingo, por no perder la cuota inicial de su inversión? ¿Otra vez los Rodríguez? No es que Samper no pueda ganar la consulta: es que no la puede convocar. Insistir en ella es volver grotesca una dramática agonía, y hacerla acompañar de muchas más.
Cayó Samper. Eso que hasta hace pocos meses creíamos imposible los que juzgábamos mal la capacidad de deslealtad de sus amlgos.
Pero la caída de Samper no resuelve la crisis, porque ésta no se reduce a su persona. El no es su causa, sino uno de sus síntomas. Tenía razón cuando afirmaba hace unas semanas que le había tocado cargar con todo el peso de una cruz ajena, y sobre todo colectiva. Se refería sólo a la más reciente modalidad de la corrupción, que es la infiltración (no, no: la entusiasta participación) de los dineros del narcotráfico en la política, pero tenía razón: la podredumbre es generalizada, y no solo suya. Basta con verles las caras a todos los demás miembros de la clase política. A los que aún apoyan a Samper, a los que lo atacan, a los que lo abandonan, a los que lo traicionan.
A Fernando Botero, por ejemplo. Decía el arzobispo de Bucaramanga, citando piadosamente la encíclica papal 'Veritatis Splendor', que a Botero le había visto en la frente "el resplandor de la verdad " cuando denunció a su jefe para exculparse él mismo. Increíble hazaña retórica la de Botero, que afirma que no sabía pero que en cambio sí sabía que Samper sabía, y consigue así mentir cuando dice una cosa y cuando dice la contraria. (Los cretenses mienten, dijo un cretense en la paradoja más célebre de la lógica formal) Pero como Botero son todos los políticos: mienten por punta y punta al viento del oportunismo. El vicepresidente De la Calle, que hoy descubre "con estupor" que había dinero sucio en la campaña de su compañero de campaña. La ex embajadora Noemí Sanín, que sóIo se enteró cuando aprendió a leer prensa en inglés. El ex ministro Augusto Galán, a quien hace ocho días se lo contó su cuñada. El perspicaz ex candidato Pastrana se dio cuenta hace año y medio, exactamente el día en que perdió las elecciones y una benévola mano anónima le entregó un casete en un aeropuerto; pero otros tuvieron la revelación más tardía, o el cálculo más lento: el precandidato Juan Manuel Santos, por ejemplo, sólo se percató del hecho cuando le llegó a las narices el hedor de la carroña, y el senador Valencia Cossio cuando lo leyó en El Colombiano, y los firmantes de la 'Agenda 96' cuando vieron la posibilidad de recuperar un puesto público. Y hay otros, más lerdos o más leales, que todavía no lo notan, y se aferran a sus cargos "por el bien del país como los demás renuncian por el bien del país Asombroso: desde hace más de 20 años la plata del narcotráfico financia la política en Colombia, y resulta que los políticos no se habían dado cuenta.
Tampoco Ios gremios económicos, que ahora piden la renuncia del Presidente al que apoyaron hasta ayer. El de los ganaderos, que no había visto quién se adueñaba de la fincas en esos 20 años; el de la construcción, que no sabía quién construía los edificios; el del comercio, que no había entendido por qué se vendían y se compraban tantas cosas tan caras en las tiendas. Ni lo sabían los generales del Ejército: se empiezan a dar cuenta sólo ahora, cuando amenazan con quitarles la visa para Miami. Ni lo sabían los periodistas que solo lo descubren en cabeza de Samper. Ni los ex presidentes, que, cuando eran presidentes, creían estar "ganando la batalla contra el narcotráfico ". A todos los cegaba ese 'resplandor de la verdad' que ahora deslumbra al arzobispo de Bucaramanga (ah, sí:los arzobispos), y su única disculpa es que, como el bondadoso prelado, estaban ciegos. Si no, o mienten todos, o todos son ineptos. Pues no es posible que durante 20 años el dinero del narcotráfico haya impuesto su ley en todos los órdenes de la vida de Colombia, y los responsables sólo vengan a descubrirlo cuando se cae un presidente.
Por eso, aunque se caiga, la crisis sigue. Vendrá Humberto de la Calle, ex nadaísta convertido a la política profesional, y empezará a decir que "todo se hizo a sus espaldas ".
Ya está practicando.

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