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…Y viene el peor año de Santos

Como resultado de su pésima gestión, más del 60 por ciento de los ciudadanos no quiere la reelección.

Alfredo Rangel, Alfredo Rangel
4 de agosto de 2013

Comienza esta semana el que muy seguramente será el peor año de la administración de Juan Manuel Santos. Para fortuna de los colombianos, también será el último. El balance hasta ahora es totalmente negativo, por donde se mire. Y las posibilidades de que enderece el rumbo prácticamente no existen. Es un gobierno demasiado flojo, incapaz de tomar las medidas audaces que requiere la situación. Por eso el país, lamentablemente, estará más mal dentro de un año que lo que ya está ahora. Pero la no reelección de Santos nos permitirá recuperar la esperanza.

Sus famosas locomotoras no arrancaron. Es tan evidente, que ya la jerga oficial hasta se olvidó del término. El sector agrario está desprovisto de política, después de tres años de gobierno. La ley de desarrollo rural nunca fue presentada al Congreso, a la espera de lo que suceda en La Habana, donde los principales victimarios del campo colombiano fueron graduados por el Gobierno como la contraparte legítima para definir el futuro del sector agropecuario. Las consecuencias están a la vista. El sector perdió el impulso y ahora está creciendo menos de lo que crece la población año a año. Se han deteriorado las condiciones de vida de la mayoría de los productores del campo. Esto se ha manifestado en la confluencia de las protestas y los reclamos de muchos gremios del sector, hastiados por la ausencia y el desinterés del Gobierno por su situación, y por el cúmulo de promesas incumplidas.

La locomotora de la infraestructura nunca arrancó. Tres años después, la mayoría de las carreteras está en la misma situación en que las dejó el anterior gobierno. Sólo un par de decenas de kilómetros nuevos construidos, frente a los centenares y miles que necesita el país. Se le fue el tiempo al Gobierno en hacer anuncios y más anuncios, que nunca se transformaron en acciones concretas. Incluso echó para atrás obras que ya estaban contratadas por el gobierno anterior. Para no hablar de ferrocarriles o de represas. No hay nada.

La locomotora de la tecnología tampoco partió de la estación. Colciencias ha tenido un manejo politiquero y se ha convertido en la plata menuda para cuadrar el insaciable apetito burocrático de los partidos de la Unidad Nacional. El solo hecho de que haya tenido cinco directores en tres años ya de por sí habla de la falta de rumbo, de continuidad y de proyección. La manera como la Ley de regalías determinó la distribución de los recursos para desarrollo tecnológico y científico, distribuidos por mendrugos entre los departamentos, ha hecho imposible tener grandes y serios proyectos de investigación. Esos recursos también son la plata menuda para cuadrar la caja burocrática en las regiones.

La locomotora minera ha sido otro fracaso. No hay ni un solo proyecto minero nuevo de importancia que haya surgido durante el presente gobierno. Por el contrario, ya algunas empresas extranjeras que venían trabajando en el país empiezan a empacar maletas para irse, abrumadas por la inseguridad y la insoportable lentitud de los trámites, las licencias y las consultas previas. La formalización de los mineros informales ha sido un absoluto fracaso, y la criminalización que de todo el sector ha hecho el Gobierno ha generado los movimientos de protesta que a su vez dieron origen a graves problemas de orden público.

De otra parte, la seguridad se ha venido deteriorando de manera ostensible. Por primera vez en siete años volvió a crecer el homicidio, como ocurrió en el primer semestre del presente año. En este mismo período el número de secuestros ha sido mayor que en primer semestre del 2010, último año de la administración Uribe. Las acciones terroristas aumentaron este semestre en 75 %; los retenes ilegales de la guerrilla crecieron en 23 %; los sabotajes contra la infraestructura económica nacional aumentaron en 5 %; el hurto a persona se incrementó en 17 %; la extorsión es 33 % más alta que hace tres años. El orden público se salió de madre, como lo demuestra el Catatumbo.

Los diálogos de paz de La Habana corren hacia el fracaso. Sólo han sido útiles para las FARC, porque el gobierno les reconoció estatus político como contraparte legítima del Estado para negociar con ellas las reformas de la agenda nacional. Están utilizando al máximo esa tribuna, recuperaron la visibilidad y el protagonismo mediático que perdieron durante la Seguridad Democrática de Uribe. Pero los diálogos están empantanados, a pesar de lo cual la guerrilla cada vez le adiciona más exigencias desorbitantes. Aupadas por la debilidad del Gobierno, quieren una paz con impunidad, sin entrega de armas, con control de territorio y con Asamblea Constituyente manejada por la guerrilla para imponer el castro-chavismo en Colombia. Delirante. El Gobierno no tiene más opción que suspender esos diálogos en algún momento de su último año de gestión. Será imposible sostenerlos con un proceso electoral en marcha. Será la confesión de su fracaso.

Como resultado de su pésima gestión, más del 60 por ciento de los ciudadanos no quiere la reelección de Santos. Esto hace imposible que gane en la primera vuelta y favorece a su contendor en la segunda vuelta. La gente votará por cualquier otro candidato para castigar a Santos. Por eso creo que Santos no se presentará a la reelección. El gobierno de Santos será entonces olvidado como uno de los peores de la historia de Colombia.

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