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Ya va siendo hora (Por Leonor Fernández Riva)

Semana
9 de mayo de 2006

No nos falta valor para emprender ciertas cosas porque son difíciles, sino que son difíciles porque nos falta valor para emprenderlas. Lucio Anneo Séneca


Sí. Aunque parezca que estar de acuerdo en legalizar la droga, está reñido con la moral y las buenas costumbres, creo que ya va siendo hora de afrontar con valentía y sobre todo, con sinceridad, una realidad que es imposible de ocultar. Lo ideal ciertamente, sería haber logrado evitar su consumo, pero eso lamentablemente no ha ocurrido... y ya no va a ocurrir. La prohibición solo ha contribuido a aumentar su atractivo. Y por otra parte, las medidas unilaterales no son la solución. Quienes abogan por aprobar en Colombia “la dosis personal”, no se dan cuenta de que con su tibia actitud están alcahueteando un negocio lucrativo y criminal que deja anualmente en nuestro país más muertos e inválidos que las guerras de Irak y Afganistán juntas y que postergan en cambio negligentemente, la causa por la que verdaderamente se debe luchar: la legalización del consumo de la droga a nivel mundial, porque mientras continúe prohibida en los grandes países consumidores, la droga seguirá dejando en nuestro país una estela sangrienta de crímenes y sufrimiento.

¿Cuánto más tiene que sufrir un país mártir como Colombia por haber tenido la desgracia de que en su territorio se propagaran ferazmente las plantas malditas que alimentaron de codicia el corazón de hombres sin conciencia que vieron en la apetencia desaforada del consumo de estupefacientes, de pueblos más desarrollados y “civilizados” una oportunidad “fácil”de hacerse millonarios?

Está probado ya que las naciones consumidoras no pueden o no quieren controlar el consumo de drogas. ¿Acaso existen en esos países campañas educativas verdaderamente agresivas para frenar su adicción? ¿Acaso lloran allá las víctimas que causa a Colombia este flagelo? O sufren en su presupuesto nacional el sacrificio que representa para los colombianos dedicar a esta lucha desigual el escuálido presupuesto que debería ser invertido en educación y salud?
Tal parece, que en las naciones consumidoras, el uso de estupefacientes es ya una costumbre aceptada e institucionalizada a todo nivel. Es más, en mayor o menor grado, todos, desde el presidente hasta el último de sus ciudadanos, alguna vez ha consumido o consume habitualmente drogas. Consumirlas, aunque solo sea esporádicamente, ha pasado ya a formar parte de su cultura. Y entonces, ¿cómo se le puede exigir a Colombia que continúe luchando contra corriente? Mientras exista consumo, habrá cultivos. Mientras el ser humano consuma alcohol, habrá alcohol. Y así, en todos los órdenes. La droga ha probado que tiene un poder corruptor tan avasallador que ante su influjo claudican personas de todo nivel cultural y social. Es, como todo lo prohibido, tan atractiva y seductora que no requiere publicidad ni propaganda. Es más, ninguna campaña publicitaria en su contra disminuye su venta.

Estamos, aunque nadie quiera reconocerlo, ante un problema similar al que afrontaron los EE.UU. en la década de los años 20 cuando empezó a regir en ese país la Ley Seca, creada para detener el consumo de licor. Como todos sabemos, fue peor el remedio que la enfermedad porque a la sombra del tráfico de licor se formaron las grandes mafias, se relajó la sociedad y surgió una delincuencia cruel y sanguinaria. En 1929, la Comisión Presidencial declaró que la Ley Seca había sido un fracaso. Se derogó entonces la ley y se permitió el consumo controlado de licor. Como por arte de magia, las cosas fueron volviendo poco a poco a la normalidad, terminaron las mafias y los pandilleros no tuvieron más remedio que convertirse en honorables ciudadanos.

Nuestro país requiere que con valentía y absoluta sinceridad se enfrente esta realidad. No podemos continuar siendo las víctimas del desaforado consumo de drogas por parte de los países desarrollados, máxime cuando a su amparo crecen y se fortifican las bandas de criminales que tienen acosada a nuestra patria. Que se legalice de una buena vez la droga y que su consumo sea controlado inteligentemente en los países consumidores para que al igual que sucede con el licor, no esté al alcance de los menores de edad. Los adultos, tal como sucede con las bebidas alcohólicas y el cigarrillo, tienen suficiente criterio como para escoger consumirlas o no.

Todos debemos luchar por alcanzar este propósito que es quizá lo único que salvará a nuestra patria. Un cometido difícil, quién lo duda. Pero vale la pena intentarlo porque el día que pueda exportarse legalmente la droga, un nuevo amanecer brillará para Colombia, las bandas de narcotraficantes desaparecerán, podremos de nuevo recorrer con seguridad nuestra patria, el campo tornará a ser tranquilo y productivo; el turismo se convertirá en la primera fuente de divisas y de empleo; las compañías exportadoras de tan apetecida “mercancía” pagarán IVA y todos los impuestos de ley, tal como lo hacen todos los otros productos agrícolas, y esos nefastos cultivos regados durante interminables años con la sangre de tantos colombianos se convertirán así en fuente de bienestar y desarrollo para nuestro país.

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