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Los peces están nerviosos

Asociar a todo militar a la condición de un mero “tombo” es una conducta pueril.

Yezid Arteta, Yezid Arteta
9 de noviembre de 2015

El frío llega a Europa y los clubes alistan la chequera para los fichajes en el mercado de invierno. En España se habla de fútbol y política con la misma pasión. En los bares, los bancos de los parques y alrededor de los quioscos de periódicos y revistas la gente polemiza sobre los nuevos fichajes. Los culés ruegan para que Messi esté a punto para el clásico del 21-N en el Bernabéu. En Madrid están preocupados por la posible fuga de Cristiano Ronaldo al Paris Saint Germain y las constantes lesiones de James. Mourinho está en la cuerda floja por la deplorable campaña del Chelsea. El ataque del Bayer de Guardiola asusta por lo masivo y letal. Los sevillistas sienten la pérdida de Bacca.

De cara a las elecciones generales del próximo 20-D, Podemos, la agrupación izquierdista que revolucionó el tablero político español, sorprendió con un fichaje estelar: Julio Rodríguez Fernández, general de cuatro soles y ex Jefe del Estado Mayor de la Defensa. El oficial fue el encargado de organizar la retirada de las tropas españolas de Irak, dirigir el controvertido ataque contra Gadafi y solventar la crisis de los pesqueros secuestrados en el Índico por piratas somalíes. «Si ser antisistema es no recortar en sanidad y educación lo soy», dijo a los medios el teniente general que irá inscrito en la lista de Podemos y aspira a una curul en el parlamento. Julito El Rojo, lo llaman sus compañeros de la Academia General del Aire.

Vamos a Colombia donde también se habla de fútbol, política y paz. La paz, hasta que no se firme un acuerdo entre las partes y se ratifique, se asemeja a la ramita de Stendhal que necesita de tiempo para que cristalice y evolucione en una joya reluciente. Es una metamorfosis que requiere de paciencia, adultez política y mirada estratégica. Uno de los componentes de esta metamorfosis son las fuerzas militares. No son las mismas de hace unos diez años. Se perciben en ellas cambios graduales. Con el tiempo tendrían que volverse una herramienta del Estado meramente profesional, ajustada a la Constitución y comprometida con las libertades de los ciudadanos sin importar su condición ideológica, religiosa, sexual, económica o étnica.

Las fuerzas militares colombianas estuvieron metidas hasta el hueso en la estrategia de la Guerra Fría. En el bando de Washington. Ese vínculo las hizo ultraconservadoras y trataron como enemigos a toda oposición y en muchísimos casos se vieron involucradas en pasajes de violencia más allá de la autorizada por la ley. Algunos oficiales superiores han pasado de los cuarteles al sufragio pasivo y activo como parte agregada de los partidos más elitistas y recalcitrantes. Desconozco casos de ex militares, incluso de extracción popular, que hayan participado en procesos electorales bajo las toldas de organizaciones de izquierda o defendiendo una retórica progresista.

Hoy día son muchos los oficiales que van a las universidades, viajan, aprenden lenguas, leen, tienen parejas abiertas y liberales e hijos contestatarios con los que debaten mientras cenan en casa. Todo esto es bueno porque ayuda a erradicar las ideas despóticas y anquilosadas que aún permanecen en ciertas demarcaciones de las fuerzas militares. Asociar a todo militar a la condición de un mero “tombo” es una conducta pueril que no beneficia a quienes en el seno de las propias fuerzas militares están comprometidos con la paz y la seguridad de la República. En eso falla una buena parte de la izquierda que no ha entendido que Colombia es una anomalía política que necesita una vuelta de tuerca para salir del atolladero. En este tiempo sin aroma, lo heroico no es segar sino salvar vidas.

Nada más extravagante que un patrullero de la policía –invocando a Dios y escoltado por siete encapuchados– se dirija al país en lenguaje obrerista, similar al empleado por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista de 1848 y no obstante formule soluciones retrógradas. Los creativos del video son tan condenadamente locos -o cuerdos- al punto de ocurrírseles que un mismo personaje se representara a sí mismo y a su vez representara a su antagonista. Es como si una agrupación anarquista luchara por instaurar un estado fascista.

Son esa clase de farsas cuyos autores intelectuales se valen de unas comparsas para enrarecer el ambiente, enturbiar las fiestas de fin de año e impedir que la concordia llegue a los hogares de Colombia. El agua de la pecera se está vaciando y los peces están nerviosos.

En twitter: @Yezid_Ar_D

Blog: https://yezidarteta.wordpress.com/author/yezidarteta/

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