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Yo me llamo... Juan Manuel

María del Pilar Hurtado entonaría ‘Vámonos a donde nadie nos juzgue’ y Pachito cantaría ‘Corrientes 348’ en honor a los estudiantes.

Daniel Samper Ospina
26 de noviembre de 2011

No es la primera vez que, lleno de desprecio por mí mismo, confieso que me gusta el actual gobierno. Espero que no sea un asunto de gravedad; que se trate, apenas, de una fase pasajera, porque no me gusta adular a nadie: uno empieza con pequeñas alabanzas y, sin darse cuenta, termina asistiendo a los 90 años de Abdón, o a los recitales que organiza Gloria Gutiérrez, o, ya en el colmo de la lagartería, a la finca de Álvarez Gardeazábal para besarle el anillo. Y, sin embargo, reconozco con pudor que me gusta el gobierno; que quiero a Angelino casi, casi como si fuera un humano y que si me animara a participar en Yo me llamo, el concurso de Caracol que se acaba esta semana, imitaría al presidente porque es mi personaje preferido. Lo tengo todo listo: mi señora ya me prestó unos baggies amarillos, ya ubiqué el panal que voy a molestar para que las abejas me piquen los párpados y he practicado un gagueo leve para cuando me pare frente a Amparo Grisales:

-Yo me llamo Juan Manuel Santos, y vengo a cantar mi mantra: "Nopecu, nopecu, nopecu".

Nopecu, para el que no lo sepa, significa: "No peleo con Uribe". Santos dice que ese es su mantra. Lo dice a pesar de que, en realidad, goza haciéndolo sufrir: si está permitiendo que la minería ilegal envenene los ríos, es únicamente para que Uribe no tenga dónde chapotear; si las obras contra el invierno en la costa están crudas, es con la esperanza de que se aneguen los terrenos de El Ubérrimo. Los políticos son así: más falsos que el peluquín de Jairo Martínez, el jurado del concurso. Y todos se tapan con la misma 'mantra'.

El lío de que uno interprete a Santos es que debe decirle "Gatita" a Amparo Grisales, que, según ella, es como el presidente la llama de cariño: "Ven, mi Gatita", le dice, aunque, claro, siempre en estricto tono de estadista.

Es respetable: el presidente tiene todo el derecho de andar con la mascota que quiera; y más ahora, cuando puede subirse con ella al TransMilenio. Lucho siempre se monta con una buena perra, por ejemplo. Uribe, en cambio, prefiere el pincher faldero antes que el ejemplar felino; aunque hay que decir que él también usaba el "Gatita", sí, pero para llamar a Enilce López, a quien, dicho sea de paso, invito a que participe en el programa. Ya tiene las gafas para decir:

-Yo me llamo Gina Parody y voy a cantar Chica gomela.

Lo cierto es que quiero imitar a Santos, mi personaje favorito. Uribe le busca pelea, pero él ni se despeina: es la ventaja de usar laca. Aún más: tampoco lo despeina el invierno, pese a que por culpa de las lluvias el país se encuentra casi tan incomunicado como, justamente, Santos con Uribe. Everardo Murillo, gerente del Fondo de Calamidades, dijo que la situación es crítica. Y él sabe mucho de calamidades: para empezar, se llama Everardo.

Pero Santos maneja el asunto con calma y viaja a Londres, y eso me encanta: yo haría lo mismo. Este país está insoportable. Por eso me he vuelto santista y hoy en día creo que lo único superior al gobierno es el concurso de Caracol, cuya próxima temporada debería servir para que los políticos nacionales se canten la tabla.

Al principio aguantaríamos una ronda eliminatoria de participantes sin futuro: Dionisio Araújo, que se presentaría como 'la Ronca de Oro'; el registrador, que cantaría Boquita salá; Juan Manuel Corzo, que interpretaría Dame más gasolina, y Mockus, que subiría al escenario con peluca y pantalones entubados:

-¿Cómo te llamas y qué vienes a cantar? -pregunta Gatita.

-Me llamo Gustavo Cerati, y voy a cantar Cuando pase el temblor -responde Mockus.

-Bueno, siéntate y cuando se te pase, comienzas a cantar.

Pero a las rondas finales pasarían únicamente los uribistas y los santistas, que son los protagonistas de la política actual. Por el uribismo cantaría, primero, Andrés Felipe Arias, el imitador de imitadores, que se presentaría ante el jurado con un sombrero aguadeño sobre un caballo de palo y con una taza de café en la mano:

-Yo me llamo Álvaro Uribe, y voy a cantar Yo no quiero volverme tan loco.

Lo cual sería un error: debería presentarse como él mismo y cantar El preso. O esperar a Sabas, Bernardo Moreno y Edmundo del Castillo para que, todos juntos, se presenten como Los Prisioneros: así tienen más opción de pasar a la final.

Acto seguido, María del Pilar Hurtado entonaría Vámonos donde nadie nos juzgue, y Pachito pondría voz de adulto para cantar Corrientes 348, en honor a los estudiantes.

En respuesta, la Unidad Nacional mandaría a Vargas Lleras, disfrazado de baladista, para que entone No voy a mover un dedo; y a Angelino para que, con la quijada erguida, haga un pasito de salsa y cante "A comer pastel, a comer lechón, arroz con gandules y a beber ron, ¡que venga morcilla, venga de toooo!".

La gran final se la disputarían, cómo no, Santos y Uribe. Uribe cantaría Traicionera y se la dedicaría a Santos. Santos, impávido, le dedicaría I just call to say I love you a Uribe. Desencajado, Uribe conspiraría con políticos venezolanos para bombardearle a Santos su cumbre con Chávez. Pero es una salida tan destemplada que Gatita no solo lo eliminaría, sino que de penitencia lo obligaría a ir a un almuerzo en la finca de Álvarez Gardeazábal. Es duro, sí: pero se lo merece.

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