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Andrés Mejía Vergnaud sobre “el enemigo está hablando de paz” y otras frases

Semana
14 de junio de 2012

Andrés Mejía Vergnaud es filósofo egresado de la U. Nacional y frecuente colaborador de medios nacionales y regionales.

 

Es un intelectual pausado, liberal de ideas coherente, que recientemente escribió “La ‘obsesión’ por la paz: reflexiones para evitar ciertos errores”, con un llamado de precaución con la ansiedad y la euforia.

 

A raíz de la nueva frase de titular de prensa del presidente Santos, “El enemigo está hablando de paz: eso prueba nuestra contundencia", me animé a hacerle unas preguntas para recoger parte de su escrito.

 

¿Qué tiene de malo una "obsesión presidencial por la paz”?

 

Depende del significado de la expresión. Si por obsesión se entiende un propósito muy firme de alcanzar un objetivo, la obsesión con la paz no sólo es admisible sino que es bienvenida.

 

Pero si por obsesión se entiende un propósito desenfrenado, sin mesura de los medios utilizados ni consideración de sus consecuencias, se trata entonces de una política irresponsable, motivada seguramente por ambiciones.

 

¿No se puede decir lo mismo de una obsesión por la victoria militar?

 

Puede decirse exactamente lo mismo: cualquier objetivo, si se le persigue de manera irracional, es una obsesión en el sentido antes descrito.

 

¿Qué reflexión le provoca lo de "entregar el país en paz, por las buenas o por las malas"?

 

Todo depende de qué signifique la expresión "por las malas o por las buenas". La propia declaración presidencial no fue clara al respecto.

 

Podría interpretarse como que piensa acabar el conflicto, sea por la vía militar o por la vía de la negociación.

 

Lamentablemente, la expresión también podría interpretarse como que Santos buscará el objetivo de la paz negociada de cualquier manera, lo cual ya sugiere irresponsabilidad.

 

Para efectos de la paz, sin considerar el costo, ¿da lo mismo reducir por la fuerza a las guerrillas que desmovilizarlas por una negociación?

 

Creo que hay una confianza dogmática en que la negociación producirá en efecto la paz, y que su costo será mínimo.

 

Yo, por el contrario, creo que la negociación bien podría dejar al país sin el objetivo de la paz, y asumiendo costos devastadores, como sería cambiar el sistema político de manera no democrática, y adoptando modelos totalitarios o fracasados. Y eso sin mencionar la impunidad.

 

¿Le parece la primera parte de "el enemigo está hablando de paz: eso prueba nuestra contundencia"?

 

Creo que es una de varias declaraciones recientes cuyo propósito no es otro que el de calmar la inconformidad que hay en muchos estamentos con respecto a la política de paz y guerra de Santos.

 

Ante el reclamo de que su gobierno es ineficaz en el combate a la guerrilla, opta por resaltar sus resultados con ese tipo de palabras.

 

Ahora bien: el tema de la negociación de paz siempre ha estado en la agenda de las Farc, como lo ha estado en la de sucesivos gobiernos.

 

El hecho de que la mencionen no necesariamente prueba su debilitamiento militar.

 

Lo que sí es indicio de tal debilitamiento es el lenguaje usado por las Farc para hablar de paz: cuando estaban en el apogeo de su fortaleza a finales de los noventa, su lenguaje de paz era más fuerte; ahora suena mucho más a una invitación (el "hombre, conversemos..." de Cano).