Ángel Cabrera
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Esta Semana Santa no solo se trató de buena mesa, también hubo excelente golf por televisión. Ángel Cabrera ganó el Másters, el prestigioso torneo que se juega anualmente en Augusta desde hace más de seis décadas. Y la satisfacción por su triunfo no solo se debe a mi solidaridad de hombre entrado en años y en carnes, a mi chovinismo latinoamericano, al emotivo retiro de Gary Player de 73 años junto con Fuzzy Zoeller, de 57, ni a que Cabrera es el campeón número sesenta en este torneo, premiado con la emblemática chaqueta verde que ningún diseñador ha osado modificar y, en cambio, cualquier golfista devoto quisiera obtener una de estas prendas inmutables, algo insólito en el mundo de la moda. Lo que me pareció más llamativo de este personaje fue su mente: su capacidad de superar la adversidad que el juego entrañó manteniendo la habilidad de pensar estratégicamente en medio de la presión creciente, su destreza para ejecutar las jugadas de la manera más conveniente dándole un desempeño parejo durante los cuatro días del encuentro, manteniéndolo siempre entre los primeros cinco. Esa demostración de buen uso de la psicología deportiva le permitió prevalecer entre los 98 competidores que empezaron el primer día, y todos excelentes, en todo caso el golf es un deporte aeróbico, que no es olímpico pues todos los campos son diferentes, pero definitivamente no es un entretenimiento, es uno de los retos más exigentes y más interesantes, que tal vez por ser parecido a la vida cotidiana es tan popular.
