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Castigo de parapolítica no es todo

Semana
13 de abril de 2008

 

A propósito de la discusión de la reforma política, he pensado cuál es la función social de los analistas y políticos que hacen propuestas impracticables, como adelantar las elecciones, y cabalgan sobre la indignación pública.

 

Parece que al proponer ideas extremistas inducen al sistema a tomar las medidas viables más exigentes, lo cual es muy bueno.

 

Pero también parece que pueden crear un clima de opinión confuso o adverso para el trámite de ideas relacionadas que merecerían una mejor discusión.

 

En el caso de la reforma política, se ha intentado desprestigiar el objetivo de fortalecimiento de los partidos en relación con el objetivo de castigo de la parapolítica. Como si compitieran entre sí.

 

La pérdida de la curul, la silla vacía (vacante), la anulación de los votos y la eventual pérdida de personería jurídica, son castigos que estaban en el proyecto que presentó el Gobierno, así como su vigencia inmediata.

 

El castigo nuevo es la devolución de la plata de reposición de votos. Todo esto, más la cárcel, la muerte política y el escarnio público, tal vez vacunen contra el maridaje con grupos ilegales.

 

Si el Gobierno y las bancadas de la coalición uribista cumplen el pre-acuerdo de la semana pasada sobre el castigo a la parapolítica, no habría mucho más qué discutir al respecto.

 

A menos que se insista en negarles el debido proceso a los congresistas investigados y en pedirles a los partidos involucrados que en vez de tener curules vacías se las pasen a otros partidos.

 

Así que convendría retomar, con calma, la discusión del fortalecimiento de los partidos. Después de la buena reforma de 2003, ¿vamos a flaquear en el propósito de tener partidos grandes y fuertes?

 

La reforma política, que ya cumplió la primera vuelta, contiene medidas necesarias como subir el umbral (a 3% y a 5%), anticipos de financiación, control de la "doble militancia", eliminación de la feria de avales de los grupos étnicos.

 

¿Podremos discutir esto, que es de largo aliento, sin enredarlo con asuntos de menos aliento que está resolviendo la justicia y que se castigarán política y pecuniariamente?

 

Voy a esperar unas dos semanas para ver si mejora el clima del debate, y entonces tal vez me anime a plantear una idea sobre cómo usar más fructíferamente el recurso de la financiación estatal de la actividad política y electoral.

 

Que el dinero público se limite a reponer gastos de votos puede ser un desperdicio de otras posibilidades.

 

Si resulta una propuesta impracticable, alguna utilidad social tendrá.