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Constituyente: quimioterapia contra la corrupciòn y coadyuvante para la paz

Semana
21 de septiembre de 2012

Constituyente: quimioterapia contra la corrupción y coadyuvante para la paz.

 

La descomposición se expandió e hizo metástasis en gran parte del Establecimiento. Su hedor nauseabundo apesta y asfixia. Sólo se ve a lontananza una tabla de salvación: Una Constituyente, que revoque en su totalidad la rama legislativa y las Altas Cortes y refunde esta Nación, sin disparar una bala y sin alianzas macabras.

 Si el presidente Santos logra con las guerrillas de las Farc poner fin al conflicto armado que con su violencia desalmada y sanguinaria azota a este país desde hace más de sesenta años, bienvenido sea. Y creo que este es el querer generalizado de todos los colombianos con excepción de unos pocos que sacan gabelas de esta guerra absurda; claro está, que la anhelada paz debe provenir de una concertación justa y equitativa al daño causado, y es aquí en donde se debe de exigir lo expresado por el jefe guerrillero ¿Timochenko’:”llegaremos a la mesa de diálogos sin arrogancia y sin rencores”, y, por supuesto, con la verdad sobre el tapete y la cesación unilateral de las operaciones bélicas.

 

Este proceso de diálogos de paz que se inicia requiere de paciencia, de fe y de optimismo, no de críticas infundadas sobre unas imaginarias concesiones. No se puede ensillar las bestias, sino no las han traído, como dice el refrán. No creo que ningún Presidente ni los negociadores se atrevan a plasmar en los acuerdos concesiones leoninas o desmesuradas y que atenten contra el establecimiento o los intereses de la sociedad, ni que el Congreso de la República, por lo menos algunos parlamentarios que son decentes y pensantes, vayan a permitir la aprobación de normas de desarrollo constitucional para lograr este fin, y que descansen en exageradas o inconvenientes concesiones.

 

Siendo optimista, no ingenuo por cuanto su acepción es diferente, si este evento de la terminación del conflicto se cristaliza y se convierte en una realidad, ninguno en este país, ni gobernantes ni clase empresarial o política, ha pensado siquiera un minuto en cómo enfrentar en un futuro las diversas violencias que se están incubando o gestando y que, indefectiblemente, brotarán algún día en esta comunidad inerme y aguantadora como la nuestra sin conocerse la magnitud de su reacción, lo que nos llevará de vuelta al círculo vicioso de la reanudación de otra clase de violencia, ya no en las montañas, sino en las calles de las ciudades y poblaciones.

 

“No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”, viejo dicho. Ejemplos de revueltas y revoluciones tenemos por doquier: la francesa, por decir algo, y en lo doméstico tenemos una anécdota de ‘Tirofijo’ como causal de justificación en el famoso Marquetalia, caserío de Planadas, cuando desató su furia por la muerte de unos cerdos y unas gallinas a manos del ejército, así, como la violencia que generaron los bandoleros ‘Desquite’, ‘Sangre Negra’, Efraín González  y tantos otros, por la no aplicación de una pronta y cumplida justicia por la muerte de algunos de sus seres cercanos. La impunidad es el principal sostén de la corrupción y esta combinación letal impide la aplicación de una pronta y cumplida justicia, lo cual genera caos y anarquía y su sostenibilidad es a través de una encarnizada violencia. 

 

Nosotros tenemos varios caldos de cultivo a fuego lento y que algún día hervirán, focos donde se germina violencia y que más temprano que tarde reventarán: los servicios públicos  en este país se están volviendo impagables; los costos financieros para usuarios son altísimos en beneficio del oligopolio con ganancias exorbitantes; el desempleo es preocupante; la falta de control en la educación son evidentes; el poder dominante de muchos gremios que manejan concesiones como  salud, telefonía, televisión por cable, etcétera, es marcado y abusador; tenemos la justicia más corrupta, lenta y de difícil acceso; la clase política nuestra no tiene par; la cobertura de la seguridad social es deficiente; la violencia contra la mujer y el menor es preocupante; la sanción punitiva para los altos funcionarios corruptos es nugatoria, etcétera, etcétera.

 

Estos fogones en donde se tiene en cocción estos peligrosos detonantes de violencia, a la par con los de la revolución francesa y más graves que las razones domésticas mencionadas, requieren de una pronta conjuración como medio preventivo a fin de evitar que en un futuro se crezca el problema y se salga de control como ocurrió en la década de los sesenta, y todo este esfuerzo que se empieza ahora en medio de optimismos y pesimismos resulte fallido por unos  hechos ya conocidos y menospreciados que sirvan de excusa para alterar nuevamente la paz.

 

De las cosas graves que le pueden pasar a este país sería que se diera la concertación entre una mayoría considerable de miembros de la rama legislativa y  judicial y un órgano de control para el logro de algunas apetencias muy personales, lo que iría en contravía de normas jurídicas y de valores éticos y morales en detrimento de los intereses colectivos. Esos pactos inicuos y abominables que están haciendo carrera en nuestro país, y en los cuales se plasma el ‘trueque’ de favores, difíciles de probar pero con gran notoriedad entre los altos dignatarios del Estado, son perjudiciales y encierran una dosis alta de descomposición que redunda en perjuicio de la institucionalidad.

 

Lo anterior, por cuanto se pierde o confunde la calidad de investigador y de investigado, se esfuma el necesario control de pesos y contrapesos y se abre un enorme boquete a la impunidad lo que facilita o permite el ejercicio pleno de la ilegalidad, sin temor alguno de sanciones punitivas o disciplinarias. Una Corte Suprema sin argumentos justificables y de manera desvergonzada retira al magistrado investigador de la para política y blinda así a los parlamentarios paracos de una segura sanción punitiva, guarda un hermetismo cómplice en la investigación de la Dirección Nacional de Estupefacientes sobre el compromiso ineludible de que el Congreso reelija al Procurador candidato de los togados. Y todos quedan felices y libres de cualquier sindicación y con sus parientes bien ‘entetados’, y el Procurador con camándula en mano, con venda en los ojos y bien engranado tendrá que olvidar sus selectivas destituciones.

 

Después de leer el pasado Domingo 16 de los corriente, en el Tiempo el artículo “El Procurador: de fanático a corrupto”, y en la revista Semana el artículo “La Manguala”, los que pertenecemos al pueblo raso, los que estamos condenados a nacer sin ano el día que el excremento humano adquiera valor monetario, los que no tenemos acceso a las mieles del poder, los que no tenemos parientes bien, y muy bien, colocados, los pendejos que cada cuatro años salimos a votar por los seres más despreciables y corruptos que ha parido la madre tierra, los que a diario perdemos la dignidad  por ósmosis que nos inoculan los impolutos magistrados de las Altas Cortes y una mayoría abrumadora del poder legislativo, estamos perplejos y atónitos, con más ganas de ladrar que de ‘emberracarnos’ ante semejante despropósito, sin un mínimo de consideración y respeto por un pueblo que se dice tener la capacidad de decisión sobre lo fundamental por medio del sufragio.

 

En mi opinión, y que no me vayan a sindicar por el delito de Rebelión, ante esta acelerada y descarada descomposición de sus miembros en algunas instituciones inducida por nimiedades burocráticas vergonzosas, sólo nos resta la solidaridad de todos los ciudadanos de a pie y buscar por todos los medios una tabla de salvación que se vislumbra a lontananza: “una constituyente” que revoque en su totalidad la rama legislativa y a las Altas Cortes. Su hedor nauseabundo apesta y asfixia. Se puede reformar este país sin disparar una bala y sin recurrir a ninguna alianza macabra. 

 

Septiembre, 21 de 2012.

Marco Aurelio Uribe García.

 

Apostilla: Si los medios de comunicación cumplieran con su misión fiscalizadora, que es una de las más importantes y necesarias, con independencia y coraje, este país sería muy distinto y no tendríamos en las altas dignidades del Estado a tanto BELITRE, y los que se fueran desmascarando estarían presos.